LA PRIMERA VISITA DEL GRUPO RECREACIONISTA MUNINN A TRES ARROYOS
Pampa vikinga
Parecen salidos de la exitosa serie de History Channel, pero son argentinos -uno de ellos, el tresarroyense Matías Salaberry-, y recrean con fidelidad y admiración las armas y el vestuario de los vikingos, un pueblo que recibió el estigma de cruel y bárbaro pero que dejó un importante legado. En “El Periodista”, una crónica de la imperdible visita del grupo Muninn a esta ciudad, una fiesta de cascos, espadas, armaduras y retazos de historia fascinantes
Nahuel Giffoni y Matías Salaberry son los integrantes del grupo de recreacionismo medieval nórdico que visitaron Tres Arroyos
Han ocupado apenas un pequeño espacio en el amplio salón de usos múltiples de la Escuela Técnica, pero nadie, sobre todo los chicos, puede quitar los ojos de las mesas que exhiben portentosas espadas, potentes hachas, fuertes cascos de metal e intrincadas cotas de malla. Más tarde será el momento en que todos, o casi todos, se animen a blandir esas espadas con una mezcla de curiosidad y energía, pero por ahora todos, chicos y grandes, siguen con atención el relato de Nahuel y Matías. Detrás de ellos, el banderín amarillo con la imagen del cuervo en negro los presenta: son los integrantes de Muninn, un grupo de recreación histórica que busca reproducir vestuarios, armas, costumbres y hasta métodos de lucha (siempre con la finalidad del entretenimiento) del Medioevo escandinavo, desde la era de las Migraciones hasta fines de la llamada Era Vikinga, entre los siglos VI y XI.
¡Vikingos en Tres Arroyos! La propuesta no puede ser más atractiva, sobre todo teniendo en cuenta el interés mediático que generó la miniserie Vikings, emitida por History Channel y que recreó la saga de un pueblo quizá estigmatizado por lo cruento de sus batallas, pero que peleaba, según los integrantes de Muninn, básicamente por hambre y la necesidad de territorios menos inhóspitos para vivir y desarrollarse. Sin embargo, quizá le faltó difusión a la actividad, y por eso el público se nuclea, casi con comodidad, alrededor de las mesas dispuestas con vestimenta y armas para conocer en detalle cómo era la vida de los temidos guerreros nórdicos.
Por Odín
Matías Salaberry es tresarroyense, de origen danés por vía materna, y vive en Buenos Aires, donde trabaja como desarrollador y programador de videojuegos y aplicaciones en la empresa Kugo. Integra, junto a Nahuel Giffoni, el grupo Muninn, cuya presencia en Tres Arroyos obedece a la invitación del Odín Folke, el grupo de danzas danesas integrado por parte de la Asociación de Amigos y Ex Alumnos del ex Colegio Argentino Danés. Un día después, cuenta Matías, llevarán sus cascos y pesadas cotas de malla al Club Danés de San Cayetano, con el mismo fin de mostrarle a los descendientes de escandinavos de esta zona que aquellos antepasados sobre los cuales se han contado tantas historias eran, al fin y al cabo, guerreros de cuidadosa estrategia y grandes navegantes.
A todos los protegía, en definitiva, Odín, el dios principal de la mitología nórdica, y que les dio nombre a los entusiastas bailarines de esta zona. Y precisamente Muninn, como relata Matías Salaberry, es uno de los dos cuervos que, junto a Hunin, eran enviados por el dios al alba, a recoger información y regresaban por la tarde a posarse sobre sus hombros y susurrarle, al oído, todas las noticias. “Muninn significa ‘memoria’ en Nórdico Antiguo,y un recreacionista es la memoria viviente de lo que recrea”, explica el tresarroyense.
Un poco de historia
En su perfil de Facebook, el grupo Muninn cuenta que el 8 de junio del año 793 tiene lugar al ataque a la Abadía de Lindisfarne, hecho que da origen a la Era Vikinga. Las crónicas anglosajonas citan sobre la fecha que, en ese “año feroz, presagios vinieron sobre la tierra de Northumbria, y las desdichadas gentes se estremecieron; había excesivos torbellinos, rayos y dragones de fuego fueron vistos volando en el cielo. Estos signos fueron seguidos por una gran hambruna, y un poco después de estos, en ese mismo año en el sexto día de junio, la devastación de los miserables paganos destruyó la iglesia de Dios en Lindisfarne”.
En las manos de Matías y Nahuel están armas hechas a imagen y semejanza de lo que cuentan aquellas crónicas. Hachas, escudos, espadas, protecciones para piernas y brazos, cascos y armaduras de cuero y metal pasan, aún a pesar de su peso, de mano en mano entre los más chicos, y suscitan el entusiasmo también en los adultos. “Los cascos de los vikingos no tenían cuernos”, relatan, y así rompen un primer mito muy arraigado en el imaginario popular. “Se los representa así en períodos posteriores de la historia, para dotarlos de un aspecto más feroz y demoníaco, que contribuyen a reforzar luego los primeros vestuaristas de las óperas de Richard Wagner conocidas como ‘El anillo del Nibelungo’. Además, los vikingos no tenían ganado, pasaban bastante hambre, de manera que es imposible pensar que contaran con cuernos para semejante cantidad de cascos”, grafican. Los cascos, de pesado metal y que protegen buena parte del rostro, tienen una cúspide cónica y una cobertura de malla metálica alrededor del cuello, también pensada para eludir el poder de las espadas enemigas.
“Las espadas –cuenta Nahuel, mientras exhibe un maravilloso ejemplar que está en plena fabricación-, tampoco eran tan comunes, ya que no era sencillo conseguir el metal para su elaboración. Las hachas y cuchillos (sax) eran usadas por todos los guerreros, mientras que sólo aquellos de mejor posición podían acceder a una espada”.
El investigador y experto en armas vikingas Peter Pentz, curador en el Museo Nacional de Dinamarca, apoya esta afirmación al asegurar que se necesita tener un alto rango social dentro de la comunidad vikinga para ser enterrado con una espada. Estas armas, advierten desde Muninn, eran recuperadas lo antes posible del campo de batalla por los guerreros, dado su alto costo. Mientras tanto, el ejemplar que el propio Nahuel Giffoni está fabricando deslumbra por su brillo al público, y él explica que un mecanismo tan simple hoy como la rosca, era desconocido por los vikingos en su era, por lo que las piezas de la empuñadura iban encastradas y fijadas por remaches.
Varias de esas espadas y dagas llevaban, en sus hojas, frases en escritura rúnica (N. de la R: la misma caligrafía que se aprecia en el monumento a Dinamarca emplazado en la Plaza del Arbol), y en este sentido, entre las armas exhibidas por Muninn, hay una daga con una frase que invoca la protección de Odín en los bosques.
Poner el cuerpo
Para las duras batallas que habrían de librar, los soldados vikingos se recubrían el cuerpo con una armadura de cuero o con una cota de malla, y según los integrantes del grupo, también esto dependía de su disponibilidad de recursos. Sobre una mesa, dos cotas de malla permiten inferir que, además, no era sencilla la operación de fabricarlas -hay una de 16.000 y otra de 20.000 anillos minúsculos de metal cortados y luego unidos entre sí, armando la red, ¡a mano!-. “Nosotros fabricamos estos elementos siguiendo la tradición vikinga, esto es, en forma artesanal tal como ellos lo hacían. La cota de malla tiene un peso aproximado de 16 kilos, y el guerrero se coloca un cinturón, que de esta manera distribuye el peso y reduce a la mitad lo que pesa la cota para los hombros de quien la lleva”, describen. Aquí no hay voluntarios para las pruebas, como sí ocurre con cascos y escudos, y los movimientos que Nahuel y Matías realizan para que este último termine vestido de manera completa a la usanza vikinga permiten deducir dos cosas: o que los ejércitos se ayudaban en los preparativos para lidiar con tanto peso –al que hay que sumarle, a menudo, protecciones metálicas para brazos y piernas y el sempiterno casco-, o bien que los jóvenes vikingos contaban con una energía y fuerza que quizá no son tan comunes en nuestra era…
No son menos llamativos los escudos, verdadero secreto de la protección del luchador, de forma circular, también pesados pero prácticamente invencibles. Y meten ‘miedo’ las hachas danesas, un arma de uso muy frecuente entre los vikingos, con un mango que puede llegar a medir dos metros de longitud y que exige pericia al que sea capaz de blandirla haciéndola girar sobre su cabeza, como Nahuel describe frente al extasiado público, antes de empezar la simulación de un combate con su compañero tresarroyense.
Sin embargo, no todo son armas, y también despliegan ante la mirada de todos, objetos de uso cotidiano como platos (de madera y hondos), cucharas y vasos (también de madera) y hasta el cuerno que unos pocos elegidos podían usar para beber.
Con fines de recreación
Aunque resulte llamativo para esta zona, donde los Muninn concretan su primera visita, el recreacionismo medieval tiene una importante cantidad de adeptos y múltiples expresiones y propuestas en distintos lugares de la Argentina. Además de Ferias Medievales, que se organizan por ejemplo en Buenos Aires y en Córdoba, entre otras ciudades, y donde se puede degustar comida al estilo vikingo, presenciar combates y admirar el vestuario, armas y costumbres de la época, hay un Centro de Entrenamiento de Combate Medieval que organiza torneos supervisados por la Federación Argentina de Combate Medieval, y que incluso ranquean para la HMBIA (Historical Medieval Battles International Association). Una delegación argentina participó del Mundial de Croacia 2014 Battle of the Nations, quedando séptima entre 27 equipos participantes.
Por supuesto, aunque las armas exhiban el poderío vikingo en todo su esplendor, cabe acotar que no tienen filo, y que tal como muestran al final de su charla Nahuel y Matías, cuando simulan un combate cuerpo a cuerpo, no tienen posibilidad de herir a nadie. “Todo esto se hace con fines de recreación. De todas maneras, los chicos pueden participar de las actividades que proponemos con el grupo, pero no se les permite formar parte de los combates hasta los 18 años”, asegura Matías Salaberry.
La idea, anticipa a “El Periodista” al finalizar la atractiva propuesta, es volver a Tres Arroyos y a otros lugares de la zona con el fin de desarrollar talleres para la fabricación de armas y otros objetos de la era vikinga con niños y adultos. “Esperamos que la idea prenda, y poder volver pronto”, concluye.
Para saber más
“Muninn Re-enactment and Fighting Organization” es el nombre del perfil de Facebook del grupo recreacionista al que pertenece Matías Salaberry. Allí hay hitos de la historia vikinga relatados con sencillez, mapas y otras curiosidades.
En la misma red social se pueden encontrar eventos de recreacionismo medieval en distintos lugares del país y del mundo, con impactantes fotografías.
Los interesados pueden escribir además a muninn.mailer@gmail.com





