Municipalidad Tres Arroyos

notas edicion de papel

DIARIO DE VIAJE DE MIGUEL DI BIASE EN EUROPA

Encuentro con el origen

La necesidad de conocer la tierra de sus ancestros por vía materna, los Mastrosimone, impulsó varias búsquedas en la vida de Miguel Di Biase, favorecidas por la tecnología, hasta que finalmente cruzó el charco y fue a conocer la tierra y la familia. Este es su recorrido, contado en primera persona a “El Periodista”

Julio 2025
La Gran Vía, un lugar imperdible del que Miguel Di Biase pudo disfrutar

Cada viajero tendrá sus propias razones para viajar a Europa. A algunos les atrae su historia, la multiplicidad de culturas en un mismo espacio, las bellezas naturales, la facilidad para el transporte, la amplia y variada oferta de alojamiento, la arquitectura, las playas, las compras. Otros van por las fotos que conservarán toda la vida.
Nuestro entrevistado de esta edición, Miguel Angel Di Biase, imaginaba encontrar todo eso, pero específicamente viajó por resolver el interrogante que lo preocupó buena parte de su vida. Si bien ya había visitado varios países de Sudamérica, nunca cruzó “el charco” para cumplir con su deseo de conocer la tierra de sus ancestros. Fue, retornó hace unos días y nos contó esta emotiva experiencia.
“Mi abuelo materno nació en 1894 y a los 19 años su padre lo trajo a Argentina, escapando de la crisis del viejo mundo. En ese viaje quedaron otros hermanos en América del Norte y uno en Italia porque su incorporación al ejército en una época bélica le impidió salir en ese momento, pero cuando finalizó la guerra llegó a Tres Arroyos. Eran Mastrosimone, como mi madre y en este viaje pude llegar a Sant' Arcangelo, el pueblo de la provincia de Potenza donde se originó y desarrolló ese apellido con el paso del tiempo. O sea que todos los que lo llevan en su documento invariablemente son de allí, aunque no se conozcan tras haber inmigrado. Fui entonces a desandar el duro camino que hizo mi abuelo, porque debo decir que nunca más vio a su madre ni a sus hermanos. Un día recibió una carta que le informaba la muerte de su progenitora y cuentan que estuvo casi un mes encerrado en su habitación llorando por el suceso y la penuria de su desarraigo. Llegó a formar su familia en Tres Arroyos al casarse acá con Rosa Fortunato, con quien tuvo 11 hijos que pudo criar en esta tierra. En su juventud mi abuelo estudió herrería artística en Roma, profesión que desarrolló en Argentina, además de poseer dos juegos de trilladoras para tareas del campo, donde también estaba mi abuela cocinando a veces para 100 personas en épocas de cosecha”.
Miguel nos cuenta que dialogaba con su abuelo, al que trató hasta los 14 años, cuando falleció y le contaba anécdotas de su vida en Italia. Una de esas casualidades de la vida hizo que se cruzara hace unos meses con una publicación en Facebook de alguien que buscaba gente relacionada con el apellido Mastrosimone. Su curiosidad lo llevó al contacto. Fueron intercambiando información en varias oportunidades hasta que un día el interlocutor italiano le confirmó, “somos familia y tenemos la misma sangre”. Cayeron lágrimas de emoción en el rostro de Di Biase y valoró las ventajas de la tecnología bien usada para haber llegado a esa tan anhelada noticia.

Tras el rastro de la misma sangre
“El italiano resultó ser un hombre joven, odontólogo e hijo de dos veterinarios. Su madre Angela Mastrosimone y su esposo. Conocí a todos ellos y a su abuelo de 82 años, que tenía interés en verme. Tanto afecto me llevó a armar el viaje y volé a Roma, para luego tomar un tren a Bari, donde a las 6 de la mañana me esperaba él -Pietro Lauría- para llevarme en su auto hasta Sant`Arcángelo, el pueblo génesis de la historia familiar. En el camino nos detuvimos en Saldandra, una villa vecina donde nos emocionamos en el abrazo con el abuelo. Incorporamos a su madre y cuando seguimos a Sant' Arcangelo, llegamos al lugar donde vivía mi familia. Tomé fotos en esas casitas que tenían el establo abajo y la vivienda arriba y ubicamos el solar donde se crió mi abuelo. En esa zona de la Basilicata en el regreso a Salandra, visitamos otros poblados pequeños. Luego me fui a Bari por varios días y descubrí una ciudad aledaña al mar con un puerto de aguas profundas y playas, además de una peatonal comercial muy concurrida. De allí seguí a Florencia en un tren que cruzó transversalmente el territorio a 280 kilómetros por hora, en vagones confortables y observando paisajes hermosos. En ese trayecto pasé por Carrara y vi a la distancia la montaña blanca de la cual sacaron el mármol para hacer el David, la escultura que hizo Miguel Angel de 5 metros de altura y 5.500 kilogramos de peso. En Florencia vi arte puro a cada paso en una urbe maravillosa que entre otras cosas contiene la Galería Uffizi, el Ponte Vecchio y tanta arquitectura en una ciudad que es un gran museo en sí misma. Continué a Roma, a la que recorrí en gran parte conociendo el Coliseo, la Fontana de Trevi, la tumba del Papa Francisco en la Iglesia Santa María Maggiore y después de haber estado en la Capilla Sixtina no se puede entender cómo Miguel Angel pudo pintar grandes y variadas escenas en el techo, prácticamente acostado en un andamio durante 4 años. Por otra parte me llamó la atención la cantidad de turistas, las filas en todos lados, pero sorprendido que los romanos hacen todo muy fácil. Están bien organizados y lejos de los trámites que tenemos en nuestro país, allá todo es mucho más sencillo. Tomaba los city tour que recorren toda la ciudad con audioguías y es una forma ideal de ver las cosas”.

Belleza impactante
Ya se había despedido de su familia italiana y emprendió el resto del viaje solo. En realidad le hubiera gustado compartir el periplo con su esposa Mirta, pero el temor de ella a los aviones no lo hizo posible.
“Llegué a Cinque Terre, uno de los lugares más impactantes de Europa que me asombró por su gran belleza. No se puede creer porque te ves como parte de un cuento al estar allí, en esas playas pequeñas con aguas quietas color turquesa, con el marco de las montañas que bajan al mar con sus laderas coloridas por las casitas con vista al mar. Volví a Florencia para tomar un avión que me llevó a París. Me encontré con lo que había visto en fotos y películas, pero con algunas cosas que me llamaron la atención. El rio Sena parecía distinto a lo que imaginaba porque el agua no es limpia, aunque recorre serpenteadamente la ciudad, pasa los puentes y el trayecto es muy lindo. Yo que soy una persona que pinta, esperaba encontrar a los artistas en las márgenes inspirados y trabajando, pero solo hay puestos donde te venden láminas. Subí a la Torre Eiffel hasta la altura de 150 metros y vi toda la belleza de París. Salía a la mañana, caminaba la ciudad y volvía muy cansado, pero feliz. Me alojé en un hotel a unos 400 metros de Notre Dame, catedral a la que visité. Me llamaron la atención los árboles cuidados, con troncos despojados y arriba están las hojas grandes que cuando caen no ensucian por mucho tiempo porque todas las noches son aspiradas por una máquina que deja todo muy prolijo. Anduve mucho en transporte público, hablé con mi francés básico y comprobé que aquellos que te dicen que los franceses son malhumorados no están acertados. Mi experiencia es que te referís a ellos educadamente y si le preguntás algo en su idioma te responden amablemente. Además al haber estudiado francés y familiarizarme con sus cosas, es como que sos parte de ese terruño. Es una ciudad que disfruté mucho”.

Descubrimiento
Quedaron atrás Italia y Francia y venía ahora el descubrimiento de España, el país de los museos, las iglesias, las costas, el baile flamenco, la estupenda gastronomía y la cordialidad de sus habitantes. Por eso y tantas cosas más, la península ibérica atrae a millones de visitantes por año. Y Miguel ingresó por un lugar de fama internacional.
“Tomé un avión en París y llegué a Málaga, una ciudad que no se puede creer, por la costa, los paseos de la ribera, los cruceros y yates. Parecería que estás soñando viendo esas playas de arena blanca y un mar azul turquesa. Como en otros lugares de Europa, tienen la costumbre de cenar temprano, de manera que veía gente comiendo fideos a las 6 y media de la tardea, aun con sol. No me podía adaptar a eso. A las 21 ya no queda nadie, por los problemas que tienen con los marroquíes y los musulmanes. Los moros hicieron mucho por la cultura y la arquitectura hace muchos años, pero la inmigración de hoy es distinta. Eso me llevó a compararlo con nuestra Avenida Corrientes desde el Obelisco hasta Callao, hasta altas horas de la noche llena de luz, restaurantes, pizzerías y teatros muy concurridos que hace que los europeos se sorprendan cuando vienen”.
¿Cómo siguió el viaje?
De Málaga viajé a Granada y me maravillé con la Alhambra, un complejo monumental musulmán ubicado cerca del centro histórico, más precisamente en lo alto de la colina La Sabika, desde donde se observa una postal espectacular de la ciudad y el barrio histórico El Albaicín. Elegían los lugares altos para esas construcciones porque permitían advertir y protegerse de las probables invasiones. Hay una plaza central hermosa y cientos de jardines cuidados por parqueros con flores multicolores. Y de allí me fui en un tren a Madrid, donde tuve un episodio increíble, porque sin saberlo me encontré de casualidad con un amigo ingeniero en sistemas con el que me veo cada vez que voy a Buenos Aires. El venía de Portugal y subió a ese tren. Yo estaba en el vagón número 7 y él en el 6. Yo iba observando el paisaje y en el paso de la gente hacia el baño, nos vimos y no podíamos entender tanta coincidencia.
Llegaste a Madrid, una ciudad amable a los turistas, con mucha historia, pero también muy “aggiornada” a la modernidad. ¿Qué te pareció?
Está muy bien organizada la actividad para los turistas. Yo me alojé en un hotel en la Gran Vía, de manera que estaba muy a mano de todo. Di toda la vuelta a la ciudad en esos ómnibus provistos de guías y eso es bueno para tener una primera impresión bastante completa y luego elegir los lugares a los que se quiere volver. Es una metrópoli muy cómoda para caminarla y ayuda mucho en eso la cordialidad de los madrileños. Por otra parte, es una de las capitales más baratas de Europa.
¿Tu recuerdo general del viaje?
Si tuviera que hacer un balance de todo lo recorrido con una frase breve, diría Italia, el arte al alcance de la mano, gente muy bien vestida, en el caso de los hombres con trajes, zapatos stilettos y las mujeres muy elegantes. Francia tiene lo suyo con atractivos que mezclan lo histórico, lo arquitectónico y lo turístico. Y España tiene una Madrid que es hermosísima por donde la mires, con vida, cultura, alegría, la Plaza Mayor, orden, las peatonales y unos edificios tan hermosos que lucen aun más por las noches cuando los iluminan. Además, caminás muy tranquilo. Y un párrafo aparte para el jamón curado que me dio mucho placer probarlo en varias oportunidades. Una vez comí una porción de pulpo con pimentón, verdaderamente exquisita. No me gustaron tanto las tapas que tienen tanta promoción, pero no me convencieron porque me pareció mucha fama para poca cosa. Tampoco la pizza en Italia, con un borde duro y mucho tomate; me quedo con las que hacen en Argentina. En Francia, la comida bien, el pan más rico que en los otros países y me cansé de comer los quesos, especialmente el riquísimo roquefort.
¿Deseos de volver?
Totalmente, pero me gustaría mucho más acompañado por mi esposa. Es un momento a esta altura de mi vida de disfrutar lo más posible. Tal vez repetiría con un viaje sin tanta historia, museos e iglesias. Respeto y valoro todas esas obras de arte, pero ya empleé mucho tiempo en eso y me gustaría disfrutar otras cosas. Por ejemplo ir a las playas del Mediterráneo y descansar unos días en ese lugar.
¿Te devolverán la visita tus familiares de Italia?
Ojalá. Pietro es un joven muy agradable que habla muy bien español, porque fue a estudiar odontología en Madrid y aprendió muy bien el idioma. Yo trataba de hablar italiano para ejercitarme y cuando estaba en problemas él me auxiliaba en español. Lo de los idiomas fue medio un lio, porque ya tomé clases de portugués en Tres Arroyos y por ahí se me mezclaban ciertos términos en las 4 maneras de expresarme; español, italiano, francés y portugués. Le grabé un mensaje a su novia italiana para convencerla que venga con él a la Argentina. Sería un gusto recibirlos.

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