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"EL 50 POR CIENTO DE LAS PERSONAS CON CANCER
SE CURAN", SOSTUVO LA DOCTORA DOMINGUEZ
Bajo el signo de cáncer
Según un informe de la Organización Mundial
de la Salud, los casos de cáncer aumentarán en las próximas
dos décadas. A esa estadística, que preocupa, hay otra que
se le opone: el 50% de los enfermos se curan, gracias al diagnóstico
precoz y al avance de los tratamientos para combatirlos. A tal punto que
se afirma que, hoy en día, es un error asociar la enfermedad con
la muerte. "El Periodista", en un nuevo dossier de investigación,
trae luz sobre un oscuro tema al que la mayoría le rehuye. Hablan
médicos especialistas, enfermeras oncológicas y pacientes
que libran días tras día la batalla por la vida. Exclusivo
Hablar de cáncer sigue siendo un tema tabú
en la sociedad actual. La palabra en sí atemoriza porque porta
consigo una pérdida de ilusión de eternidad. Si bien otras
enfermedades revisten igual o mayor riesgo de vida, es prerrogativa del
cáncer que en el imaginario popular se lo considere sinónimo
de muerte, pese a que hoy en día las tasas de supervivencia son
cada vez mayores y está comprobado que el cincuenta por ciento
de los pacientes se curan, gracias al diagnóstico precoz y al avance
en los tratamientos para combatirlo.
"El enfermo terminal no es oncológico. Generalmente se asocia
el cáncer con enfermos terminales y con la muerte y hoy en día
no es así: el 50 por ciento de las personas con cáncer se
curan", sostuvo la doctora María Ester Domínguez, quien
hace más de dos décadas, se dedica exclusivamente a la oncología
clínica y es la única profesional en esta especialidad en
Tres Arroyos. "Tengo pacientes que le habían pronosticado
meses de vida y han pasado ocho y diez años y siguen viviendo.
Tenemos gente en Tres Arroyos que ha entrado arrastrándose en una
silla y hoy en día está curada".
La enfermedad tabú
La asociación del cáncer con la muerte, es causada principalmente
por dos factores: el primero es que hace unos años no existían
terapias exitosas para liberar de la enfermedad y el segundo, es la falta
de una campaña informativa que ponga al tanto de la población,
los avances científicos y los progresos terapéuticos que
han modificado la situación.
"El cáncer está lleno de tabú para la sociedad,
porque la medicina avanzó más rápido que la mentalidad
de la gente. La calidad de vida de un paciente con cáncer hoy en
día es absolutamente distinta a la de hace cuatro años.
Nosotros contamos con medios, con medicaciones con las que antes no contábamos.
Tenemos más información del paciente. Hoy un paciente en
Tres Arroyos está siendo igual tratado que si fuera la mujer de
Bush en Estados Unidos. La única diferencia que tendrá que
irse a Bahía a hacerse radioterapia si es que lo necesita",
mencionó Domínguez.
Temores sociales
En sus años de experiencia admite que en muchos casos, el diagnóstico
representa una conmoción profunda en la vida cotidiana y en el
sentimiento de identidad de la persona que sufre, que socialmente pasa
de ser "Juan Pérez" a ser un "enfermo de cáncer",
con toda la angustia que ello implica. "Acá lo que estamos
tratando son historias de vida, no es un cáncer de pulmón.
Mucha gente se atiende afuera y no lo hace acá, sobre todo gente
de clase media para arriba, que no quiere que nadie se entere. Justamente
por el dedo que apunta y que hace que te empiecen a mirar distinto. Incluso
hay pacientes que te dicen ´doctora, me miran como a un cadáver´".
Los temores que se han gestado en torno a la enfermedad, hace que muchos
pacientes oncológicos sientan que los miran distintos, quizás
por un entorno que no sabe cómo tratarlos o que en su afán
de contención, adopta actitudes paternalistas que derivan en un
trato diferente. "Hay una oncología que nadie conoce que es
la de la vida. Lo que a mi me hace hacer oncología es honrar la
vida, robarle un paciente a la muerte, un día, una hora o un minuto.
Uno ve lo que a ese paciente le duele y en general le duele el alma más
que otra cosa. El 50 por ciento del sufrimiento del paciente oncológico
no es el cáncer, es el entorno. Es un paciente que empieza a ser
segregado, hay gente que dice ´yo no digo lo que tengo porque sino
me van a separar´. Aparte se dan cuenta que tienen cáncer
porque la hija que no lo trataba nunca le dice ´te traigo las pantuflas´".
Asociación peligrosa
La angustia que acompaña al diagnóstico de cáncer
suele conectarse con la obligación de afrontar un combate con un
enemigo que pareciera misterioso. El desconocimiento del enemigo y lo
que es peor, el conocimiento erróneo o desactualizado transmitido
por el saber popular, atenta contra la posibilidad de librar la batalla
en igualdad de condiciones.
La vinculación implícita de cáncer con muerte resulta
peligrosa, ya que es una de las principales causas por las cuales muchas
personas retrasan el momento de solicitar un diagnóstico o efectuarse
un control. Al esperar la aparición de fuertes dolores o síntomas
graves, llegan al consultorio médico con un estado avanzado de
la enfermedad, que deja a las ciencias de la salud con un margen de acción
muy limitado y en muchos casos, anulando posibilidades ciertas de triunfo.
"Hay una tozudez de la gente. A partir del quiebre económico,
por falta de acceso a la mutual mucha gente no consultó. Hay un
grupo que por temor no consulta nunca", mencionó Domínguez,
promotora de un mensaje de esperanza y apego a la vida. "Es necesario
apuntar a la vida y a que la gente le pierda el miedo al servicio de oncología.
Un porcentaje se va a curar, tenemos más del 60 por ciento de curación.
Entonces el mensaje es este: si usted tiene síntomas consulte y
si tiene cáncer no tenga miedo. Hay un montón de gente que
a usted lo rodea que está curado".
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Las etapas de un paciente oncológico
Un paciente oncológico pasa por diferentes
etapas: una vez que se diagnostica la enfermedad se realiza la terapia
orientada a obtener la curación o prolongación de
la supervivencia mediante la reducción del tumor. Es la fase
en que se aplican los tratamientos específicos -ya sea quirúrgico,
radioterapéutico, quimioterápico o mezclado. La segunda
etapa es la de remisión o síntomas controlados, donde
el paciente mejora, o queda sin síntomas. "En medicina
no hablamos de curación, si hablamos de remisión completa:
el tumor estaba y desapareció. De ese tipo de casos tenemos
un montón en Tres Arroyos", mencionó Domínguez.
En caso que la evolución clínica no sea la adecuada
se alcanza la tercera fase, que es de progresión. "Recién
ahí empezamos a hablar de pacientes terminales, cuando el
tumor se descontrola y la enfermedad se torna irreversible".
En el terreno de la oncología se utiliza la palabra sobrevida:
al paciente que alcanza una sobrevida de diez años se lo
considera curado. Hoy en día el enfoque de esta especialidad,
se centra especialmente en mejorar la calidad de vida del paciente
con cáncer, mediante cuidados paliativos. "El creador
de la oncología, Roberto Estévez, decía hace
veinte años que estaba equivocado el enfoque, porque estábamos
tratando de buscar la droga que cure el cáncer y lo que teníamos
que buscar es que la enfermedad se cronifique. El decía ¿querés
vivir atrás de una quimera o encontrar un tratamiento que
haga que vos vivas 30 ó 40 años con el tumor adentro
y en el cual puedas trabajar, vivir y morirte de cualquier otra
cosa? . Había que enfocar el tratamiento para que sea paliativo
y que permita calidad de vida. Ya que no lo podemos curar, entonces
tratemos de controlarlo y que no sea la causa de la muerte. Y se
está en camino de lograrlo".
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EN LAS PROXIMAS DOS DECADAS
La OMS dice que aumentarán los casos
Un informe de la Organización Mundial de
la Salud, delineó un panorama preocupante: la incidencia
mundial del cáncer podría aumentar un 50 por ciento
en las próximas dos décadas. Si bien no existen registros
estadísticos exhaustivos, Argentina no escapa a la tendencia
global y tampoco nuestra ciudad.
En Tres Arroyos se ha incrementado el número de pacientes
oncológicos y esto se debe a varias cuestiones: el aumento
de población, la prolongación de las expectativas
de vida y una detección precoz de la enfermedad debido a
los modernos sistemas de diagnóstico. "El promedio de
vida se extendió, sumado a que hay más gente. Si uno
evalúa eso, si puede decirse que hay más casos",
manifestó Domínguez.
Por otra parte, actualmente en Tres Arroyos se cuenta con mayor
conocimiento sobre el número de casos que se presentan, dado
que el servicio permanente de oncología se instauró
de manera reciente, hace casi una década, y antes no existían
registros de los pacientes que se atendían por esta enfermedad,
ya que lo hacían con profesionales de otras especialidades.
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LILIANA MONRROY, LA UNICA ENFERMERA ONCOLOGICA LOCAL
"Atendemos pacientes que tienen
muchas ganas de vivir y de luchar"
Hasta que se radicó la doctora Domínguez
hace ya doce años, no había médicos oncológicos
estables en Tres Arroyos. El área de oncología del Hospital
Pirovano se abrió hace una década y aun no está reconocida
como servicio. En los últimos años, gracias a la dirección
del nosocomio y la Comisión de Amigos, se logró un avance
importante para reacondicionar la sala y adaptarla de modo que sea un
espacio donde los pacientes puedan sentirse cómodos, teniendo en
cuenta que durante los tratamientos, suelen pasar parte de la jornada
en el lugar.
Liliana Monrroy es la única enfermera oncológica de Tres
Arroyos y quien a diario está en contacto permanente con los pacientes,
aplicando los tratamientos que requieren y sobre todo, ofreciendo un oído
para escuchar.
Cuenta que su vocación surgió por una casualidad aunque
reconoce que "todo en la vida tiene un por qué". Cuando
perdió a su madre por esta enfermedad, comenzó a indagar
y a estudiar hasta que terminó involucrándose por entero.
"Esto me fue atrapando porque siempre es insuficiente lo que uno
hace. He hecho cursos pero me falta aprender más todavía
porque siempre están apareciendo cosas nuevas".
Considera que la escasez de profesionales en esta área, pasa por
una concepción errónea que se tiene acerca de los pacientes
oncológicos. "Un poco porque la gente piensa que es muy deprimente,
que el paciente oncológico está muy aislado. Hay un montón
de tabúes que no son tan así".
Las personas que a diario llegan hasta la sala, demandan sobre todo afecto
y un oído dispuesto a escuchar sus temores, angustias e incertidumbres.
"No es que la gente los discrimine, es que tienen miedo a tratarlos
porque no saben cómo hablarles, qué temas tocar, tienen
miedo a herirlos. La gente se preguntan qué les pueden decir, tienen
miedo a que "descubra" que es lo que tienen, sobre todo en las
familias que empiezan con estas historias de no contar, aunque muchas
veces el paciente no está preparado para saber qué tiene".
Con la experiencia a cuestas que le dejaron los años, señaló
que la primera reacción al conocer el diagnóstico es rebelarse
contra la vida y preguntarse por qué les tuvo que tocar a ellos.
Una vez que pasan por este trance, "tienen muchas ganas de vivir
y de luchar". Por sobre todo, sienten necesidad de expresar aquello
que los aqueja en lo más íntimo y que no todos están
preparados para oír. "No soy psicóloga pero si soy
una especie de desahogo, acá puede permitirse eso. Hay pacientes
que acá desayunan, pasan por laboratorio, reciben baño corporal,
hacen el tratamiento, almuerzan y se van a la tarde a sus casas. Son muchas
horas las que están y en ese tiempo se presta para hablar. Muchos
familias creen que los pacientes no saben lo que tienen y sin embargo
con nosotros acá lo hablan claramente y su familia siguió
pensando que nunca descubrió lo que tenía".
VALIOSO TESTIMONIO DE UNA ENFERMA
"Siempre decía que yo tenía que luchar,
porque si no nadie me iba a sacar"
Cuando habla, Alicia es una mujer sin medias tintas.
Su testimonio no pontifica: transmite esperanzas. Realista como pocas,
asumió la enfermedad desde el vamos y estuvo dispuesta a pelear
sin siquiera proponérselo. Con diferencia tan solo de días,
le detectaron un cáncer de colon a ella y a su madre. Fue en noviembre
del ´97 cuando se manifestaron los primeros síntomas de una
enfermedad que supo, era genética.
"Empecé con fiebre y descompostura como si fuera un cuadro
gripal. En un mes adelgacé ocho kilos y me parecía que era
porque no comía, porque un día estaba descompuesta y otro
con fiebre", contó Alicia, quien en diciembre empezó
a sospechar que lo suyo no se trataba de un cuadro gripal. Sobre todo
la noche que fue a cenar a lo de su tío y al día siguiente
se levantó con fuertes dolores, al punto que hasta tomar agua le
hacía mal.
Se realizó algunos estudios en Tres Arroyos y por una cuestión
económica, decidió continuar en Bahía Blanca. "Me
fui a Bahía el 14 de enero, pensando en ir y volver y me quedé
tres días internada. Fui a la clínica de OSECAC y me dijeron
que tenía que quedarme. Para esto yo ya había hablado con
el médico de mi mamá y él me había dicho que
tenía un tumor en el colon derecho, que posiblemente sea un cáncer,
aunque creían con mucha sobrevida".
En Bahía Blanca le hicieron estudios digestivos similares a los
que le habían hecho a su madre en Tres Arroyos. "Cuando vinieron
los tres médicos, me dijeron ´acá hay algo que hay
que sacar y vas a ir a cirugía´. Ahí nomás
les dije: ´tengo lo mismo que mi mamá, tengo un tumor malo,
un cáncer´. Los ametrallé con preguntas para que no
estuvieran dando vueltas porque yo quería saber".
Asegura que nunca tuvo miedo, ni siquiera cuando confirmaron el diagnóstico
que había presagiado. Tampoco la muerte se cruzó jamás
por su cabeza. Sabía que el único enemigo que podía
vencerla, era ella misma y no se lo permitió. "Nunca tuve
miedo, al contrario, siempre pensé que tenía mis hijos chicos.
Aparte como soy única hija y estaba embarullada con lo de mi mamá,
ponía más la cabeza en eso que en lo mío".
El 27 de enero operaron exitosamente a su madre en Tres Arroyos de un
tumor maligno que estaba encapsulado en el colon. Ese mismo día,
Alicia viajó a Bahía Blanca para someterse a idéntica
cirugía. En una intervención de dos horas le extrajeron
el tumor, además de 40 centímetros de intestino de un lado
y 40 de otro, el apéndice y ganglios para asegurarse que no se
produjera metástasis.
Al volver había perdido cerca de quince kilos pero había
ganado su primera batalla contra la enfermedad. "El 9 de marzo tenía
que volver a la primera quimio. Siempre había escuchado lo del
pelo así que lo primero que pregunté es si se me iba a caer.
Me dijeron que no, que iba a tener llagas en la garganta y colitis, y
que era una droga que me iba a pasar por las venas, cada 21 días,
5 días durante seis meses".
Empezó con el tratamiento de quimioterapia en Bahía Blanca
y al mes decidió continuarlo en su ciudad. "Es que yo no dormía
por las noches, por los nervios, y acá tenía mi entorno,
mi familia y mis amigos. La quimioterapia es dolorosa para las venas porque
se desgastan por la droga. Me agarró flebitis en los brazos. No
se me cayó el pelo aunque si me quedó débil, finito.
Tuve llagas pero me dieron un líquido que curaba por dentro".
Si hubo algo que la sostuvo durante el tratamiento, fue el apoyo y la
contención de su familia que la acompañó en todo
momento. "Jamás les representé miedo a mis hijos. Si
tuve que llorar o algo, ellos nunca me vieron. Mis hijos me acompañaban
a hacer la quimio. Tardaba 50 minutos, mamá a veces se quedaba
afuera. Mi familia convivía con eso".
Admite que su actitud positiva y sus ganas de vivir fueron trascendentes
a la hora de su recuperación. "Yo lo atribuyo a que soy mucho
de andar y contar. No tuve miedo a decir ´tengo cáncer´,
aunque a muchos les chocaba que lo dijera".
Nunca bajó los brazos a pesar de los días en que era inevitable
preguntarse "por qué me tocó a mi". En ese momento,
era cuando resurgía con más ganas que nunca, su necesidad
de luchar. "Siempre decía que yo tenía que luchar porque
si no salía yo nadie me iba a sacar. Te ayuda el entorno pero si
no pones vos, no salís. Uno se tiene que hacer fuerte".
Pasaron ya siete años desde que le quitaron el tumor. No volvió
a tener recaídas y desde entonces siguió con su vida normal.
Hasta quedó embarazada, una vez que terminó el tratamiento.
Cada año, tiene que realizarse un control periódico para
asegurarse, por sobre todo, tranquilidad. "Siempre tengo respeto
cuando hacemos el análisis. Durante los primeros cinco años
lo hacía cada seis meses y ahora una vez por año. Cuando
lo veo, como ya lo entiendo, respiro tranquila porque se que está
todo bien", dijo Alicia mientras sostiene entre sus manos el último
análisis que le indica que ganó otra batalla en su pelea
por la vida.
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