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de Tres Arroyos

 

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María Ester Domínguez, médica especialista

Liliana Monrroy, la única enfermera oncológica local

Area de oncología del Centro de Salud "Ignacio Pirovano"

 

 


"EL 50 POR CIENTO DE LAS PERSONAS CON CANCER
SE CURAN", SOSTUVO LA DOCTORA DOMINGUEZ

Bajo el signo de cáncer

Según un informe de la Organización Mundial de la Salud, los casos de cáncer aumentarán en las próximas dos décadas. A esa estadística, que preocupa, hay otra que se le opone: el 50% de los enfermos se curan, gracias al diagnóstico precoz y al avance de los tratamientos para combatirlos. A tal punto que se afirma que, hoy en día, es un error asociar la enfermedad con la muerte. "El Periodista", en un nuevo dossier de investigación, trae luz sobre un oscuro tema al que la mayoría le rehuye. Hablan médicos especialistas, enfermeras oncológicas y pacientes que libran días tras día la batalla por la vida. Exclusivo

Hablar de cáncer sigue siendo un tema tabú en la sociedad actual. La palabra en sí atemoriza porque porta consigo una pérdida de ilusión de eternidad. Si bien otras enfermedades revisten igual o mayor riesgo de vida, es prerrogativa del cáncer que en el imaginario popular se lo considere sinónimo de muerte, pese a que hoy en día las tasas de supervivencia son cada vez mayores y está comprobado que el cincuenta por ciento de los pacientes se curan, gracias al diagnóstico precoz y al avance en los tratamientos para combatirlo.
"El enfermo terminal no es oncológico. Generalmente se asocia el cáncer con enfermos terminales y con la muerte y hoy en día no es así: el 50 por ciento de las personas con cáncer se curan", sostuvo la doctora María Ester Domínguez, quien hace más de dos décadas, se dedica exclusivamente a la oncología clínica y es la única profesional en esta especialidad en Tres Arroyos. "Tengo pacientes que le habían pronosticado meses de vida y han pasado ocho y diez años y siguen viviendo. Tenemos gente en Tres Arroyos que ha entrado arrastrándose en una silla y hoy en día está curada".

La enfermedad tabú
La asociación del cáncer con la muerte, es causada principalmente por dos factores: el primero es que hace unos años no existían terapias exitosas para liberar de la enfermedad y el segundo, es la falta de una campaña informativa que ponga al tanto de la población, los avances científicos y los progresos terapéuticos que han modificado la situación.
"El cáncer está lleno de tabú para la sociedad, porque la medicina avanzó más rápido que la mentalidad de la gente. La calidad de vida de un paciente con cáncer hoy en día es absolutamente distinta a la de hace cuatro años. Nosotros contamos con medios, con medicaciones con las que antes no contábamos. Tenemos más información del paciente. Hoy un paciente en Tres Arroyos está siendo igual tratado que si fuera la mujer de Bush en Estados Unidos. La única diferencia que tendrá que irse a Bahía a hacerse radioterapia si es que lo necesita", mencionó Domínguez.

Temores sociales
En sus años de experiencia admite que en muchos casos, el diagnóstico representa una conmoción profunda en la vida cotidiana y en el sentimiento de identidad de la persona que sufre, que socialmente pasa de ser "Juan Pérez" a ser un "enfermo de cáncer", con toda la angustia que ello implica. "Acá lo que estamos tratando son historias de vida, no es un cáncer de pulmón. Mucha gente se atiende afuera y no lo hace acá, sobre todo gente de clase media para arriba, que no quiere que nadie se entere. Justamente por el dedo que apunta y que hace que te empiecen a mirar distinto. Incluso hay pacientes que te dicen ´doctora, me miran como a un cadáver´".
Los temores que se han gestado en torno a la enfermedad, hace que muchos pacientes oncológicos sientan que los miran distintos, quizás por un entorno que no sabe cómo tratarlos o que en su afán de contención, adopta actitudes paternalistas que derivan en un trato diferente. "Hay una oncología que nadie conoce que es la de la vida. Lo que a mi me hace hacer oncología es honrar la vida, robarle un paciente a la muerte, un día, una hora o un minuto. Uno ve lo que a ese paciente le duele y en general le duele el alma más que otra cosa. El 50 por ciento del sufrimiento del paciente oncológico no es el cáncer, es el entorno. Es un paciente que empieza a ser segregado, hay gente que dice ´yo no digo lo que tengo porque sino me van a separar´. Aparte se dan cuenta que tienen cáncer porque la hija que no lo trataba nunca le dice ´te traigo las pantuflas´".

Asociación peligrosa
La angustia que acompaña al diagnóstico de cáncer suele conectarse con la obligación de afrontar un combate con un enemigo que pareciera misterioso. El desconocimiento del enemigo y lo que es peor, el conocimiento erróneo o desactualizado transmitido por el saber popular, atenta contra la posibilidad de librar la batalla en igualdad de condiciones.
La vinculación implícita de cáncer con muerte resulta peligrosa, ya que es una de las principales causas por las cuales muchas personas retrasan el momento de solicitar un diagnóstico o efectuarse un control. Al esperar la aparición de fuertes dolores o síntomas graves, llegan al consultorio médico con un estado avanzado de la enfermedad, que deja a las ciencias de la salud con un margen de acción muy limitado y en muchos casos, anulando posibilidades ciertas de triunfo.
"Hay una tozudez de la gente. A partir del quiebre económico, por falta de acceso a la mutual mucha gente no consultó. Hay un grupo que por temor no consulta nunca", mencionó Domínguez, promotora de un mensaje de esperanza y apego a la vida. "Es necesario apuntar a la vida y a que la gente le pierda el miedo al servicio de oncología. Un porcentaje se va a curar, tenemos más del 60 por ciento de curación. Entonces el mensaje es este: si usted tiene síntomas consulte y si tiene cáncer no tenga miedo. Hay un montón de gente que a usted lo rodea que está curado".

Las etapas de un paciente oncológico

Un paciente oncológico pasa por diferentes etapas: una vez que se diagnostica la enfermedad se realiza la terapia orientada a obtener la curación o prolongación de la supervivencia mediante la reducción del tumor. Es la fase en que se aplican los tratamientos específicos -ya sea quirúrgico, radioterapéutico, quimioterápico o mezclado. La segunda etapa es la de remisión o síntomas controlados, donde el paciente mejora, o queda sin síntomas. "En medicina no hablamos de curación, si hablamos de remisión completa: el tumor estaba y desapareció. De ese tipo de casos tenemos un montón en Tres Arroyos", mencionó Domínguez.
En caso que la evolución clínica no sea la adecuada se alcanza la tercera fase, que es de progresión. "Recién ahí empezamos a hablar de pacientes terminales, cuando el tumor se descontrola y la enfermedad se torna irreversible".
En el terreno de la oncología se utiliza la palabra sobrevida: al paciente que alcanza una sobrevida de diez años se lo considera curado. Hoy en día el enfoque de esta especialidad, se centra especialmente en mejorar la calidad de vida del paciente con cáncer, mediante cuidados paliativos. "El creador de la oncología, Roberto Estévez, decía hace veinte años que estaba equivocado el enfoque, porque estábamos tratando de buscar la droga que cure el cáncer y lo que teníamos que buscar es que la enfermedad se cronifique. El decía ¿querés vivir atrás de una quimera o encontrar un tratamiento que haga que vos vivas 30 ó 40 años con el tumor adentro y en el cual puedas trabajar, vivir y morirte de cualquier otra cosa? . Había que enfocar el tratamiento para que sea paliativo y que permita calidad de vida. Ya que no lo podemos curar, entonces tratemos de controlarlo y que no sea la causa de la muerte. Y se está en camino de lograrlo".


EN LAS PROXIMAS DOS DECADAS

La OMS dice que aumentarán los casos

Un informe de la Organización Mundial de la Salud, delineó un panorama preocupante: la incidencia mundial del cáncer podría aumentar un 50 por ciento en las próximas dos décadas. Si bien no existen registros estadísticos exhaustivos, Argentina no escapa a la tendencia global y tampoco nuestra ciudad.
En Tres Arroyos se ha incrementado el número de pacientes oncológicos y esto se debe a varias cuestiones: el aumento de población, la prolongación de las expectativas de vida y una detección precoz de la enfermedad debido a los modernos sistemas de diagnóstico. "El promedio de vida se extendió, sumado a que hay más gente. Si uno evalúa eso, si puede decirse que hay más casos", manifestó Domínguez.
Por otra parte, actualmente en Tres Arroyos se cuenta con mayor conocimiento sobre el número de casos que se presentan, dado que el servicio permanente de oncología se instauró de manera reciente, hace casi una década, y antes no existían registros de los pacientes que se atendían por esta enfermedad, ya que lo hacían con profesionales de otras especialidades.

LILIANA MONRROY, LA UNICA ENFERMERA ONCOLOGICA LOCAL
"Atendemos pacientes que tienen
muchas ganas de vivir y de luchar"

Hasta que se radicó la doctora Domínguez hace ya doce años, no había médicos oncológicos estables en Tres Arroyos. El área de oncología del Hospital Pirovano se abrió hace una década y aun no está reconocida como servicio. En los últimos años, gracias a la dirección del nosocomio y la Comisión de Amigos, se logró un avance importante para reacondicionar la sala y adaptarla de modo que sea un espacio donde los pacientes puedan sentirse cómodos, teniendo en cuenta que durante los tratamientos, suelen pasar parte de la jornada en el lugar.
Liliana Monrroy es la única enfermera oncológica de Tres Arroyos y quien a diario está en contacto permanente con los pacientes, aplicando los tratamientos que requieren y sobre todo, ofreciendo un oído para escuchar.
Cuenta que su vocación surgió por una casualidad aunque reconoce que "todo en la vida tiene un por qué". Cuando perdió a su madre por esta enfermedad, comenzó a indagar y a estudiar hasta que terminó involucrándose por entero. "Esto me fue atrapando porque siempre es insuficiente lo que uno hace. He hecho cursos pero me falta aprender más todavía porque siempre están apareciendo cosas nuevas".
Considera que la escasez de profesionales en esta área, pasa por una concepción errónea que se tiene acerca de los pacientes oncológicos. "Un poco porque la gente piensa que es muy deprimente, que el paciente oncológico está muy aislado. Hay un montón de tabúes que no son tan así".
Las personas que a diario llegan hasta la sala, demandan sobre todo afecto y un oído dispuesto a escuchar sus temores, angustias e incertidumbres. "No es que la gente los discrimine, es que tienen miedo a tratarlos porque no saben cómo hablarles, qué temas tocar, tienen miedo a herirlos. La gente se preguntan qué les pueden decir, tienen miedo a que "descubra" que es lo que tienen, sobre todo en las familias que empiezan con estas historias de no contar, aunque muchas veces el paciente no está preparado para saber qué tiene".
Con la experiencia a cuestas que le dejaron los años, señaló que la primera reacción al conocer el diagnóstico es rebelarse contra la vida y preguntarse por qué les tuvo que tocar a ellos. Una vez que pasan por este trance, "tienen muchas ganas de vivir y de luchar". Por sobre todo, sienten necesidad de expresar aquello que los aqueja en lo más íntimo y que no todos están preparados para oír. "No soy psicóloga pero si soy una especie de desahogo, acá puede permitirse eso. Hay pacientes que acá desayunan, pasan por laboratorio, reciben baño corporal, hacen el tratamiento, almuerzan y se van a la tarde a sus casas. Son muchas horas las que están y en ese tiempo se presta para hablar. Muchos familias creen que los pacientes no saben lo que tienen y sin embargo con nosotros acá lo hablan claramente y su familia siguió pensando que nunca descubrió lo que tenía".

VALIOSO TESTIMONIO DE UNA ENFERMA
"Siempre decía que yo tenía que luchar,
porque si no nadie me iba a sacar"

Cuando habla, Alicia es una mujer sin medias tintas. Su testimonio no pontifica: transmite esperanzas. Realista como pocas, asumió la enfermedad desde el vamos y estuvo dispuesta a pelear sin siquiera proponérselo. Con diferencia tan solo de días, le detectaron un cáncer de colon a ella y a su madre. Fue en noviembre del ´97 cuando se manifestaron los primeros síntomas de una enfermedad que supo, era genética.
"Empecé con fiebre y descompostura como si fuera un cuadro gripal. En un mes adelgacé ocho kilos y me parecía que era porque no comía, porque un día estaba descompuesta y otro con fiebre", contó Alicia, quien en diciembre empezó a sospechar que lo suyo no se trataba de un cuadro gripal. Sobre todo la noche que fue a cenar a lo de su tío y al día siguiente se levantó con fuertes dolores, al punto que hasta tomar agua le hacía mal.
Se realizó algunos estudios en Tres Arroyos y por una cuestión económica, decidió continuar en Bahía Blanca. "Me fui a Bahía el 14 de enero, pensando en ir y volver y me quedé tres días internada. Fui a la clínica de OSECAC y me dijeron que tenía que quedarme. Para esto yo ya había hablado con el médico de mi mamá y él me había dicho que tenía un tumor en el colon derecho, que posiblemente sea un cáncer, aunque creían con mucha sobrevida".
En Bahía Blanca le hicieron estudios digestivos similares a los que le habían hecho a su madre en Tres Arroyos. "Cuando vinieron los tres médicos, me dijeron ´acá hay algo que hay que sacar y vas a ir a cirugía´. Ahí nomás les dije: ´tengo lo mismo que mi mamá, tengo un tumor malo, un cáncer´. Los ametrallé con preguntas para que no estuvieran dando vueltas porque yo quería saber".
Asegura que nunca tuvo miedo, ni siquiera cuando confirmaron el diagnóstico que había presagiado. Tampoco la muerte se cruzó jamás por su cabeza. Sabía que el único enemigo que podía vencerla, era ella misma y no se lo permitió. "Nunca tuve miedo, al contrario, siempre pensé que tenía mis hijos chicos. Aparte como soy única hija y estaba embarullada con lo de mi mamá, ponía más la cabeza en eso que en lo mío".
El 27 de enero operaron exitosamente a su madre en Tres Arroyos de un tumor maligno que estaba encapsulado en el colon. Ese mismo día, Alicia viajó a Bahía Blanca para someterse a idéntica cirugía. En una intervención de dos horas le extrajeron el tumor, además de 40 centímetros de intestino de un lado y 40 de otro, el apéndice y ganglios para asegurarse que no se produjera metástasis.
Al volver había perdido cerca de quince kilos pero había ganado su primera batalla contra la enfermedad. "El 9 de marzo tenía que volver a la primera quimio. Siempre había escuchado lo del pelo así que lo primero que pregunté es si se me iba a caer. Me dijeron que no, que iba a tener llagas en la garganta y colitis, y que era una droga que me iba a pasar por las venas, cada 21 días, 5 días durante seis meses".
Empezó con el tratamiento de quimioterapia en Bahía Blanca y al mes decidió continuarlo en su ciudad. "Es que yo no dormía por las noches, por los nervios, y acá tenía mi entorno, mi familia y mis amigos. La quimioterapia es dolorosa para las venas porque se desgastan por la droga. Me agarró flebitis en los brazos. No se me cayó el pelo aunque si me quedó débil, finito. Tuve llagas pero me dieron un líquido que curaba por dentro".
Si hubo algo que la sostuvo durante el tratamiento, fue el apoyo y la contención de su familia que la acompañó en todo momento. "Jamás les representé miedo a mis hijos. Si tuve que llorar o algo, ellos nunca me vieron. Mis hijos me acompañaban a hacer la quimio. Tardaba 50 minutos, mamá a veces se quedaba afuera. Mi familia convivía con eso".
Admite que su actitud positiva y sus ganas de vivir fueron trascendentes a la hora de su recuperación. "Yo lo atribuyo a que soy mucho de andar y contar. No tuve miedo a decir ´tengo cáncer´, aunque a muchos les chocaba que lo dijera".
Nunca bajó los brazos a pesar de los días en que era inevitable preguntarse "por qué me tocó a mi". En ese momento, era cuando resurgía con más ganas que nunca, su necesidad de luchar. "Siempre decía que yo tenía que luchar porque si no salía yo nadie me iba a sacar. Te ayuda el entorno pero si no pones vos, no salís. Uno se tiene que hacer fuerte".
Pasaron ya siete años desde que le quitaron el tumor. No volvió a tener recaídas y desde entonces siguió con su vida normal. Hasta quedó embarazada, una vez que terminó el tratamiento.
Cada año, tiene que realizarse un control periódico para asegurarse, por sobre todo, tranquilidad. "Siempre tengo respeto cuando hacemos el análisis. Durante los primeros cinco años lo hacía cada seis meses y ahora una vez por año. Cuando lo veo, como ya lo entiendo, respiro tranquila porque se que está todo bien", dijo Alicia mientras sostiene entre sus manos el último análisis que le indica que ganó otra batalla en su pelea por la vida.

 
 
El Periodista de Tres Arroyos.
Tres Arroyos, Pcia. de Buenos Aires, República Argentina