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de Tres Arroyos

 

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Sánchez, en medio de la multitud, escuchó los reclamos por justicia y seguridad

Uno de los cuatro autos destrozados por los violentos yace volcado sobre un lateral al frente de la Comisaría 1ª

El fiscal Facundo Lemble y el juez de garantías Rafael Oleaga tuvieron un día agitado

Sin salir del shock por la muerte de Cristian, sus amigos brindan colaboración para que se adopten medidas de prevención en la nocturnidad y se haga más estricta la venta de alcohol

 

 


LA MUERTE DE UN JOVEN, Y UNA MOVILIZACION QUE SE SALIO DE CAUCE,
HICIERON DE TRES ARROYOS UNA CIUDAD VIOLENTA

Un día de furia

La muerte del joven Cristian Gonzalo Ferretti y una movilización por justicia y seguridad que se salió de cauce transformaron a Tres Arroyos en una ciudad violenta. Disturbios, vidrios rotos, autos destruidos, edificios atacados, policías destituidos, funcionarios judiciales agredidos, jóvenes y mayores detenidos. Ese fue el saldo de un día de furia, cuya crónica se escribe en "El Periodista"

La noche tresarroyense se llevó una joven víctima: Cristian Gonzalo Ferretti, de 18 años, estudiante de primer año de mecánica dental, quien había venido a visitar a sus padres durante el fin de semana. Falleció tras una pelea callejera, a las 4.30 horas del domingo 27 de junio, tendido sobre el asfalto, en la intersección de las calles Chacabuco y Lavalle.
Un intercambio de palabras dentro del boliche bailable Mikonos continúo con amenazas en la calle y terminó en gresca a 100 metros del local nocturno. Alrededor de 8 personas, que bajaron de un Ford Falcon, avanzaron contra Cristian y sus amigos. De la contienda, el joven resultó la víctima. Habría recibido golpes, trastabillado y caído. Sobre su muerte, se tejen al menos dos hipótesis. La primera que golpeó con su cabeza contra el cemento, lo que provocó el deceso. La segunda, que la causa podría haber sido las patadas, que dicen los amigos de Cristian, recibió mientras estaba tendido.
Al momento del examen médico, Ferretti presentaba heridas de defensa en ambos brazos y un traumatismo con fractura de cráneo que le habría producido la muerte de forma instantánea.
¿Su injusto deceso pudo haberse evitado?. Todo indica que sí. Pero faltó previsión y acción.
De la policía, que al parecer estuvo en condiciones de evitar el encuentro, después de una primera separación. También se le endilga ausencia de un plan preventivo, pues en una ciudad que cuenta con unos pocos boliches, no debiera ser difícil controlar los excesos de la nocturnidad.
Pero no es la única responsable. Tampoco el municipio hizo aportes para evitar lo que sucedió. Y no es por falta de advertencias. Todos los medios, incluido "El Periodista", han venido planteando desde un largo tiempo a esta parte la problemática de la noche, del descontrol, de la droga, del alcohol, y poco o nada se ha hecho al respecto.
Y hay una tercera pata. La familia, desmembrada, en crisis. La ausencia de referentes, la perspectiva de un futuro gris, la escasez de valores, han llevado a que un grueso de los jóvenes estén sin rumbo, a la deriva, siendo protagonistas de acciones evitables con núcleos familiares fuertes, arraigados.

Protesta por justicia y seguridad

La muerte de Cristian determinó la convocatoria a una manifestación por justicia y seguridad. Todo ello con posterioridad a la detención de dos de los ocho presuntos agresores. Hasta ahora están inculpados por el crimen Lucas Apfel, de 19 años, y Rogelio Barbera, de 26. Ambos fueron detenidos por las fuerzas de seguridad, en sus domicilios, horas más tarde del fallecimiento de Cristian. De las restantes seis personas que habrían participado de los incidentes, acompañando a Apfel y Barbera, hasta el cierre de esta edición no había ninguna noticia. A los detenidos se les imputa el delito de "coautoría en homicidio simple a título de dolo eventual".
No obstante las detenciones, el vecino Nebel Pereyra convocó a una movilización, para el lunes 29, a las 13 horas, en la plaza San Martín. El objetivo, reclamar por justicia y seguridad. La intención fue legítima, pero improvisada. No quedaba claro qué se pedía, a quién, y mucho menos se contó con los recaudos mínimos que deben tenerse en cuenta para una movilización de tales características, máxime cuanto el dolor, la indignación, la angustia, están a flor de piel.
A la hora citada, frente a la municipalidad, se concentraron unas 200 personas. Estuvo el padre de Cristian, que agradeció el acompañamiento. Pero, obviamente, agregó que nada le devolvería la vida a su hijo. El reclamo por seguridad y justicia se extendió a otras problemáticas sociales, a todas las cuales les hizo frente el intendente Carlos Sánchez, que escuchó los reclamos. Se sumó más y más gente. En el momento de mayor concentración se estima que se alcanzó el millar de ciudadanos. Para ese entonces los ánimos se iban caldeando. Sin control, sin organización, sin referentes ciertos, la marcha podía irse de las manos.

Fiscal y juez privados de la libertad

Desde la plaza, la gente se movilizó hasta la fiscalía, en la segunda cuadra de la calle Hipólito Yrigoyen. Allí se preanunció que habría violencia. Los vecinos más exaltados, que no querían dialogar, pues reclamaban desoyendo los intentos de respuestas, increparon al fiscal Facundo Lemble y rompieron los vidrios de sus oficinas. A paso seguido, lo obligaron a trasladarse con ellos hasta la sede del Juzgado de Garantías.
El juez Rafael Oleaga también enfrentó a la multitud. Y le fue como a Lemble. "De prepo" fue sumado a la movilización, debiendo acompañar a los manifestantes hasta la Comisaría 1º. No habían terminado para ellos los maltratos. En especial para Oleaga, sobrevendrían momentos más duros.

Acuartelamiento e indefensión

En un hecho que prácticamente no reviste antecedentes -salvo por algunas imágenes del Caso Nair-, para cuando las columnas de manifestantes llegaron a Pringles 33, sede de la seccional 1º de policía, los uniformados -en una suerte de acuartelamiento-, cerraron las puertas de la comisaría. Afuera, librados a la buena de Dios, dejaron al intendente Sánchez -que debió solicitar le abrieran-, al fiscal Lemble y al juez Oleaga. Además, toda la ciudad quedó indefensa, sin un solo móvil o agente.
El juez de garantías fue el que peor la pasó. Fue agredido física y verbalmente. Posteriormente lo obligaron a reunirse con Sánchez en el municipio para tratar el problema de la nocturnidad y la inseguridad.
La acción violenta, debe decirse, se reducía a unas pocas personas, en cuyo ánimo no estaba hablar, discutir, debatir, sino descargar furia contenida. La mayoría de los manifestantes no adhería a la acción coercitiva. Manifestaba, pero se mantenía al margen. Y hasta en alguna ocasión, los pacíficos salieron en defensa de los indefensos, impidiendo que las cosas pasaran a mayores.

Aparece el grupo violento

Para el momento de la reunión en la municipalidad, un violento grupo de no más de 20 personas, comenzó los disturbios. La violencia arrancó a media tarde y se extendió hasta pasadas las 21 horas. Los marginales, que nada tenían que ver con el espíritu ni con la gente que participaba de la movilización, lanzaron piedras contra la comisaría, destruyeron cuatro vehículos que estaban secuestrados al frente de la seccional, uno de los cuales fue volcado sobre un lateral. Rompieron luminarias sobre la calle Gomila, vidrios del Ex Colegio Nacional y robaron un auto estacionado en las inmediaciones. En frente, los uniformados ahora sí habían salido a la calle y, protegidos con cascos y escudos, intentaban disuadirlos con balas de goma. Los desmanes concluyeron en la plaza San Martín, donde prácticamente fue desguazado el principal espacio público tresarroyense.

Agresión al fotógrafo de "El Periodista"

En los momentos de mayor tensión, cuando se rompían y volcaban autos, un fotógrafo de "El Periodista" registraba la escena. En la cámara quedaban grabados los movimientos de los revoltosos y en algunos casos -la mayoría actuó con los rostros tapados-, sus caras, develándose las identidades. Cuando la situación fue advertida por alguno de los violentos, nuestro hombre de prensa fue centro de la acción. Lo amenazaron, intimándolo a entregar la película comprometedora, mientras pugnaban por romperle la cámara fotográfica. En aquel contexto, en resguardo de su integridad física y del equipo de trabajo, el reportero gráfico accedió a entregar el rollo, que fue tirado al suelo y pisoteado, arruinando su labor y, sobre todo, impidiendo la identificación de los revoltosos. Si bien este periódico decidió no realizar la denuncia pertinente, en la acción contra el colaborador de este medio se cometieron al menos tres acciones penales: hurto, amenazas y delito contra la libertad de prensa.

Detienen a los revoltosos

Alrededor de la hora 21, después de los desmanes producidos, la policía detuvo a veinte de las personas causantes de los disturbios. Del total, 14 eran menores de edad y 6 mayores. Pasadas pocas horas, los menores recuperaron la libertad. Los mayores hicieron lo propio, pero veinticuatro horas después. Se les instruyen causas por "atentado, resistencia a la autoridad y daño agravado".

Caen tres jefes policiales

Al tanto de los sucesos, desde La Plata, el ministro de Seguridad, León Arslanián, fue contundente en su decisión. Removió al titular de la comisaría 1º, Oscar Ortíz; al jefe de la Departamental Sur, comisario inspector Juan José Mazza; y llegó hasta el virtual jefe de la Bonaerense, comisario Mayor Ernesto Lamardo. La comisaría de Tres Arroyos fue intervenida, Mazza reemplazado por el comisario mayor Luis Alberto Castro, y al frente de la fuerza, sucediendo a Lamardo, asumió el comisario mayor Héctor Horacio Iglesias. Las causas de la drástica determinación, según se dio a conocer, fueron "falta de previsión" e "inacción evidente en la protección debida de los miembros del Poder Judicial".

Tras los hechos, la actuación de la justicia

A Mazza y Ortíz no les alcanzó con las remociones. En su contra tramitan en la justicia, iniciadas por el juez Oleaga y el fiscal Lemble, causas por "incumplimiento de los deberes de funcionario público". Los hombres de la justicia, además, promovieron acciones por "privación ilegítima de la libertad" contra algunos manifestantes que están procurando identificar.
El subsecretario de Seguridad bonaerense, Martín Arias Duval, que se hizo presente en Tres Arroyos al día siguiente de los sucesos, fue claro en sus conceptos: "los protagonistas de la violencia no guardaban relación con familiares ni amigos del joven fallecido". Se trató de revoltosos, infiltrados, que aprovecharon la ocasión para descargar su furia. Arias Duval acotó que "con una adecuada previsión se pudo haber evitado la violencia. Además, debieron preveerse refuerzos en los despachos del juez y del fiscal". Confirmó finalmente que la deficiencia de su acción motivó el relevo de los comisarios.

Soluciones, con aportes de los amigos de Cristian

La muerte de Cristian es irremediable. Duele, indigna, pero no tiene vuelta atrás. Y hacia delante, debe dejar enseñanzas, debe servir para que no vuelva a suceder, para que no haya más jóvenes agredidos ni víctimas inocentes.
Por eso, incluyendo a los amigos de Cristian y otros adolescentes, que contarán sus experiencias y brindarán aportes, se acordó formar una comisión que proponga medidas tendientes a la prevención en la nocturnidad, estableciendo también un control más estricto sobre la venta de alcohol.
Llegó la hora de que todos se pongan los pantalones largos, pues no hay más margen para las improvisaciones. La memoria de Cristian Gonzalo Ferretti lo recordará siempre.


 
 
El Periodista de Tres Arroyos.
Tres Arroyos, Pcia. de Buenos Aires, República Argentina