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El 14 de noviembre del año pasado los compañeros del asilo fueron testigos de la boda. "Fue una fiesta que Dios me libre. Pasamos un día muy feliz, comiendo y riéndonos con mis hijos, mis nietos, mis hermanas. Yo usé el mismo traje que había usado para mi primer casamiento y por lo menos para casarme seguro que no lo voy a usar más", dijo José María con tono risueño

 

 


LA CONMOVEDORA HISTORIA DE AMOR DE
JOSE MARIA TOSETTI Y ROSALIA HOSPITALECHE

Sol de otoño

Viudos ambos, se conocieron en el Hogar de Ancianos. El tiene 73 años, ella 82. Se vieron, se gustaron, se acercaron, se enamoraron y... se casaron. Cuando la soledad parecía haber llegado para quedarse, José María Tosetti y Rosalía Hospitaleche torcieron el rumbo del destino y se unieron en matrimonio. "El Periodista", en el mes en que se celebra el Día de San Valentín, rescata esta conmovedora historia de amor

"El amor no es un estallido, aunque también exactamente lo sea. Es como una explosión que dura toda la vida. Arranca en el rompimiento que es conocerse y se abre, se colorea como una ráfaga repentina que, trasladada en el tiempo, se alza y se corona en el transcurrir de la vida, haciendo que una tarde sea la existencia toda, mejor dicho, que toda la existencia sea como una gran tarde del amor". Esta fue la forma que Vincent Aleixandre eligió para intentar definir al amor. Como él, millones de poetas han volcado ríos de tinta tratando de abordar un sentimiento que continúa envuelto en un halo de misterio. Porque parece no quedar otra que atribuir a un milagro la conjunción de dos almas que coinciden en el mismo lugar y al mismo tiempo. Y este milagro irrumpe en el corazón a cualquier edad y cuando uno menos lo espera. Y si alguna duda queda, la historia de José María Tosetti y Rosalía Hospitaleche no hace más que confirmarlo.
Con 73 años, "Josecito", como lo apodan sus amigos, se había resignado a su soledad. Durante más de tres décadas había transitado solo por la vida, con la débil esperanza de que algún día podría reencontrar el amor. Desde que enviudó de su primer mujer y se separó de la segunda no había vuelto a hallar una compañera de ruta que llenara su corazón. Eran tiempos donde trabajaba en el campo como jornalero y de vez en cuando su oficio de domador y jinete con el que viajaba a los pueblos del interior le permitía algún "amorío" pasajero que no llegaba a completarlo. "Mi primer mujer, con la que tuve cuatro hijos, falleció. Después volví a casarme y nos separamos al poco tiempo. Y desde hace 33 años que estaba solo en la vida y me aburrí... era demasiada soledad que había que soportar".
En otro punto de la ciudad, Rosalía, de 82 años, también había pasado la mayor parte de su vida sola, dedicándose a las tareas del hogar. Se casó de grande, aunque enviudó a los pocos meses y desde entonces no estaba en sus planes volverse a enamorar.
La vida quiso que se encontraran en el lugar menos pensado. Fue a mediados del año pasado cuando José se radicó en el Asilo de Ancianos, en el mismo sitio donde Rosalía se había instalado hace un año atrás. Y ninguno imaginó que el destino había dispuesto allí, cambiarles la vida para siempre.
"Vine acá porque estoy delicado de salud, tengo bronquitis asmática y no puedo agarrar frío ni estar solo porque me pongo nervioso y eso me hace mal. Estuve internado y el doctor le preguntó a mi familia si estaba conforme de enviarme acá porque tenía que estar acompañado", contó José, quien se mostró lejos de lamentar su enfermedad. "Fue una suerte la mía haber caído enfermo y que me trasladaran, creo que era el destino. Cuando estaba solo quería volver a enamorarme pero nunca pensé que sería acá adentro".

Amor a primera vista
Su historia fue de amor a primera vista. Rosalía se había fijado en él con disimulo, cuando el primer día los presentaron en el comedor. Y José no pudo despegar los ojos de aquella mujer de rostro sereno y mirada tranquila que reunía todas las virtudes con las que él soñaba. Desde entonces su meta fue conquistarla, sabiendo que una vez que los sentimientos irrumpen no se debe dejar pasar la oportunidad.
"El primer día la vi a ella sentada en el comedor cuando fui a almorzar y me gustó. Después veía que todas las tardes estaba sentada sola con otras abuelas y yo venía caminando despacito para entablar una conversación con ella. Me hacía el disimulado al principio, me afirmaba en la ventana, porque no puedo estar parado mucho tiempo, hasta que un día me convidó con un mate y empecé a venir más seguido al pasillo. Una vez ella se animó y me ofreció una silla para que me sentara al lado y a partir de ahí comenzamos a conversar amistosamente". Pocos meses pasaron para que pudieran demostrar hasta que punto la amistad es próxima o prójima con el amor. Porque entre mates y charlas el corazón les reveló que debían seguir el mismo destino y compartir el azar de un sentimiento común. La idea de casarse comenzó a gestarse en aquellas tardes apacibles. Y sin perder tiempo, José puso fecha para que Rosalía se convirtiera en su esposa.
"Fue algo rápido porque yo siempre digo que el amor no puede esperar. Soy de la idea esa de que si algo es para hoy, para hoy tiene que ser. Las oportunidades se dan una sola vez en la vida y no hay que equivocarse", sentenció como una máxima aprendida en la experiencia de los años vividos.
"Estuvimos un largo tiempo con una amistad linda y sana, hasta que le dije que iba a hablar con la presidenta para ver si podíamos casarnos. La señora nos dijo que nos veía siempre juntos y yo le confirmé que desde que entré al asilo había estado con ella y habíamos hecho una amistad", expresó como su forma de definir el amor.

Para toda la vida
El 14 de noviembre del año pasado los compañeros del asilo fueron testigos de la boda. "Fue una fiesta que Dios me libre. Pasamos un día muy feliz, comiendo y riéndonos con mis hijos, mis nietos, mis hermanas. Yo usé el mismo traje que había usado para mi primer casamiento y por lo menos para casarme seguro que no lo voy a usar más", dijo con tono risueño, mientras su mujer, de pocas palabras, lo mira embelesada y en sus ojos se advierte ese resplandor propio del amor. "Ella es re linda y tiene muchos pretendientes acá, así que hay que mantenerla cortita porque sino Dios me libre. Es renga como yo, los dos tenemos el mismo defecto de tener medio cuerpo paralizado, nada más que ella pierna y brazo derecho y yo izquierdo. Sufrí un ataque cerebral y después me llevó por delante un camión y me desarmó del todo. Pero soy feliz y vivo igual y todos los días le agradezco a Dios porque estoy vivo y acompañado".
En la plenitud de su relación, admiten que los días en el asilo son distintos para ellos. Es que con sus diferencias y a pesar de ellas, apostaron a un sentimiento para toda la vida y se aceptaron el uno al otro, resueltos a descubrir la felicidad en un amor cotidiano que convierte cada instante en un milagro de vivir. "La pasamos bien, nos respetamos mucho. Como en todo matrimonio siempre hay algún refriegue, alguna contestación mala, una discusión, pero no pasa de ahí. Si ella quiere salir afuera vamos, quiere tomar mate debajo de un pino y lo hacemos, nos preparamos el desayuno, salimos a mirar a la gente que pasa por la calle y nos acompañamos siempre el uno al otro. A esta edad tiene que ser así y eso es el amor, es lo más hermoso".

 
 
El Periodista de Tres Arroyos.
Tres Arroyos, Pcia. de Buenos Aires, República Argentina