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LA CONMOVEDORA HISTORIA DE AMOR DE
JOSE MARIA TOSETTI Y ROSALIA HOSPITALECHE
Sol de otoño
Viudos ambos, se conocieron en el Hogar de Ancianos.
El tiene 73 años, ella 82. Se vieron, se gustaron, se acercaron,
se enamoraron y... se casaron. Cuando la soledad parecía haber
llegado para quedarse, José María Tosetti y Rosalía
Hospitaleche torcieron el rumbo del destino y se unieron en matrimonio.
"El Periodista", en el mes en que se celebra el Día de
San Valentín, rescata esta conmovedora historia de amor
"El amor no es un estallido, aunque también
exactamente lo sea. Es como una explosión que dura toda la vida.
Arranca en el rompimiento que es conocerse y se abre, se colorea como
una ráfaga repentina que, trasladada en el tiempo, se alza y se
corona en el transcurrir de la vida, haciendo que una tarde sea la existencia
toda, mejor dicho, que toda la existencia sea como una gran tarde del
amor". Esta fue la forma que Vincent Aleixandre eligió para
intentar definir al amor. Como él, millones de poetas han volcado
ríos de tinta tratando de abordar un sentimiento que continúa
envuelto en un halo de misterio. Porque parece no quedar otra que atribuir
a un milagro la conjunción de dos almas que coinciden en el mismo
lugar y al mismo tiempo. Y este milagro irrumpe en el corazón a
cualquier edad y cuando uno menos lo espera. Y si alguna duda queda, la
historia de José María Tosetti y Rosalía Hospitaleche
no hace más que confirmarlo.
Con 73 años, "Josecito", como lo apodan sus amigos, se
había resignado a su soledad. Durante más de tres décadas
había transitado solo por la vida, con la débil esperanza
de que algún día podría reencontrar el amor. Desde
que enviudó de su primer mujer y se separó de la segunda
no había vuelto a hallar una compañera de ruta que llenara
su corazón. Eran tiempos donde trabajaba en el campo como jornalero
y de vez en cuando su oficio de domador y jinete con el que viajaba a
los pueblos del interior le permitía algún "amorío"
pasajero que no llegaba a completarlo. "Mi primer mujer, con la que
tuve cuatro hijos, falleció. Después volví a casarme
y nos separamos al poco tiempo. Y desde hace 33 años que estaba
solo en la vida y me aburrí... era demasiada soledad que había
que soportar".
En otro punto de la ciudad, Rosalía, de 82 años, también
había pasado la mayor parte de su vida sola, dedicándose
a las tareas del hogar. Se casó de grande, aunque enviudó
a los pocos meses y desde entonces no estaba en sus planes volverse a
enamorar.
La vida quiso que se encontraran en el lugar menos pensado. Fue a mediados
del año pasado cuando José se radicó en el Asilo
de Ancianos, en el mismo sitio donde Rosalía se había instalado
hace un año atrás. Y ninguno imaginó que el destino
había dispuesto allí, cambiarles la vida para siempre.
"Vine acá porque estoy delicado de salud, tengo bronquitis
asmática y no puedo agarrar frío ni estar solo porque me
pongo nervioso y eso me hace mal. Estuve internado y el doctor le preguntó
a mi familia si estaba conforme de enviarme acá porque tenía
que estar acompañado", contó José, quien se
mostró lejos de lamentar su enfermedad. "Fue una suerte la
mía haber caído enfermo y que me trasladaran, creo que era
el destino. Cuando estaba solo quería volver a enamorarme pero
nunca pensé que sería acá adentro".
Amor a primera vista
Su historia fue de amor a primera vista. Rosalía se había
fijado en él con disimulo, cuando el primer día los presentaron
en el comedor. Y José no pudo despegar los ojos de aquella mujer
de rostro sereno y mirada tranquila que reunía todas las virtudes
con las que él soñaba. Desde entonces su meta fue conquistarla,
sabiendo que una vez que los sentimientos irrumpen no se debe dejar pasar
la oportunidad.
"El primer día la vi a ella sentada en el comedor cuando fui
a almorzar y me gustó. Después veía que todas las
tardes estaba sentada sola con otras abuelas y yo venía caminando
despacito para entablar una conversación con ella. Me hacía
el disimulado al principio, me afirmaba en la ventana, porque no puedo
estar parado mucho tiempo, hasta que un día me convidó con
un mate y empecé a venir más seguido al pasillo. Una vez
ella se animó y me ofreció una silla para que me sentara
al lado y a partir de ahí comenzamos a conversar amistosamente".
Pocos meses pasaron para que pudieran demostrar hasta que punto la amistad
es próxima o prójima con el amor. Porque entre mates y charlas
el corazón les reveló que debían seguir el mismo
destino y compartir el azar de un sentimiento común. La idea de
casarse comenzó a gestarse en aquellas tardes apacibles. Y sin
perder tiempo, José puso fecha para que Rosalía se convirtiera
en su esposa.
"Fue algo rápido porque yo siempre digo que el amor no puede
esperar. Soy de la idea esa de que si algo es para hoy, para hoy tiene
que ser. Las oportunidades se dan una sola vez en la vida y no hay que
equivocarse", sentenció como una máxima aprendida en
la experiencia de los años vividos.
"Estuvimos un largo tiempo con una amistad linda y sana, hasta que
le dije que iba a hablar con la presidenta para ver si podíamos
casarnos. La señora nos dijo que nos veía siempre juntos
y yo le confirmé que desde que entré al asilo había
estado con ella y habíamos hecho una amistad", expresó
como su forma de definir el amor.
Para toda la vida
El 14 de noviembre del año pasado los compañeros del asilo
fueron testigos de la boda. "Fue una fiesta que Dios me libre. Pasamos
un día muy feliz, comiendo y riéndonos con mis hijos, mis
nietos, mis hermanas. Yo usé el mismo traje que había usado
para mi primer casamiento y por lo menos para casarme seguro que no lo
voy a usar más", dijo con tono risueño, mientras su
mujer, de pocas palabras, lo mira embelesada y en sus ojos se advierte
ese resplandor propio del amor. "Ella es re linda y tiene muchos
pretendientes acá, así que hay que mantenerla cortita porque
sino Dios me libre. Es renga como yo, los dos tenemos el mismo defecto
de tener medio cuerpo paralizado, nada más que ella pierna y brazo
derecho y yo izquierdo. Sufrí un ataque cerebral y después
me llevó por delante un camión y me desarmó del todo.
Pero soy feliz y vivo igual y todos los días le agradezco a Dios
porque estoy vivo y acompañado".
En la plenitud de su relación, admiten que los días en el
asilo son distintos para ellos. Es que con sus diferencias y a pesar de
ellas, apostaron a un sentimiento para toda la vida y se aceptaron el
uno al otro, resueltos a descubrir la felicidad en un amor cotidiano que
convierte cada instante en un milagro de vivir. "La pasamos bien,
nos respetamos mucho. Como en todo matrimonio siempre hay algún
refriegue, alguna contestación mala, una discusión, pero
no pasa de ahí. Si ella quiere salir afuera vamos, quiere tomar
mate debajo de un pino y lo hacemos, nos preparamos el desayuno, salimos
a mirar a la gente que pasa por la calle y nos acompañamos siempre
el uno al otro. A esta edad tiene que ser así y eso es el amor,
es lo más hermoso".
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