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TRES ARROYOS, QUE POSEE EL PRIVILEGIO DE CONSERVAR SU SALA,
TIENE UNA RICA HISTORIA CINEMATOGRÁFICA
Para hacerse la película
A contramano de lo que sucedió en innumerable
cantidad de localidades argentinas, Tres Arroyos posee el privilegio de
conservar su cine. Y no solo lo preserva, sino que ha sido totalmente
remodelado y ofrece la última tecnología audiovisual. El
destacable hecho, que debe hacer sentir orgullosos a los tresarroyenses,
otorga continuidad a la rica historia cinematográfica de la ciudad,
que en su momento llegó a contar con cuatro salas simultáneas.
Informe especial de "El Periodista" que invita a "hacerse
la película"
Es sabido que el cine en Tres Arroyos vivió años
de gloria, épocas en las que las cuatro salas que supo tener la
ciudad se colmaban de espectadores y centenares de personas acudían
con entusiasmo a los estrenos o a las funciones continuadas de películas
en episodios, tan exitosas en otros tiempos. Para ser justos, vale decir
que nuestra localidad no era una isla ya que en todo el país el
cine acaparaba la atención de gente de todas las edades.
Tres Arroyos tampoco fue la excepción cuando las enormes salas
que alguna vez resultaron pequeñas empezaron a quedar muy grandes
frente a una demanda cada día menor que las obligó a cerrar
sus puertas o a reconvertirse, pasando a ser sitios destinados a diversas
actividades no siempre artísticas.
De la debacle del cine algunos culparon a la televisión, otros
a la aparición de las películas en video y no faltaron sesudos
análisis económicos para explicar las causas del poco interés
de las personas por sentarse en las butacas de un salón oscuro
frente a una enorme pantalla. Lo cierto es que a partir de una oferta
cada día más diversa y amplia en el rubro del entretenimiento
los hábitos de la gente cambiaron.
La segunda mitad de la década del '80 y poco más de la primera
parte de la del '90 fueron críticas y durante ese período
una gran cantidad de salas a lo largo y a lo ancho del país dejaron
de funcionar. Sin embargo, en los últimos años comenzó
a surgir un renovado interés por el cine, y esto fue bien aprovechado
por empresarios que comprendieron que el negocio pasaba por acomodarse
a las exigencias de un público muy diferente al de aquellos tiempos
en los que las películas eran casi la única excusa posible
para la salida diurna y nocturna, al menos en ciudades como la nuestra.
Los shopping más importantes fueron los primeros en demostrar que
había avidez por el denominado séptimo arte, y así
los antiguos y nuevos propietarios de históricas salas comprendieron
que había llegado el momento de adaptarse a los tiempos que corren.
Esto es, salas mucho más chicas, comodidad y calidad elevada en
la proyección y el sonido.
Los cines cerrados en sitios similares a Tres Arroyos se cuentan por decenas,
pero nuestra localidad, gracias al esfuerzo de un sólo hombre,
Hermes Rodríguez, logró situarse entre las pocas ciudades
privilegiadas que hoy conservan al menos una sala.
Aún así, el querido Cine Tortoni hacía tiempo que
necesitaba aggiornarse para poder sobrevivir a las necesidades que impone
el nuevo siglo. Y esto se logró gracias al empuje y la pasión
de un empresario tresarroyense joven que ama el cine desde chico porque
creció casi entre sus paredes.
Ricardo Iturralde tomó la posta que dejó Rodríguez
con la idea de hacer del Tortoni una sala moderna, que no tuviera nada
que envidiarle a las mejores de Buenos Aires, y lo mejor de todo es que
lo logró en menos de un año, posibilitando de esta manera
que los tresarroyenses podamos volver a disfrutar del cine como debe verse:
en el cine, pero además con mucha confortabilidad y excelente calidad
de imagen y sonido.
Hoy, los habitantes de esta ciudad debemos sentirnos orgullosos de ser
uno de los pocos lugares con nuestras características que no perdieron
su cine y que pudo adaptarlo a la época.
Hermes Rodríguez, ex propietario del Tortoni
Hermes Rodríguez, que estuvo al frente de la empresa
propietaria de la sala del Cine Tortoni por poco más de 25 años,
ha sido una persona fundamental para que Tres Arroyos no perdiera, posiblemente
para siempre, el único cine que hoy le queda. Con mucho esfuerzo
logró mantener la sala abierta en tiempos difíciles, y gracias
a esa continuidad evitó que el lugar se transformara en cualquier
otra cosa, lo que habría imposibilitado que hoy tuviéramos
un cine moderno.
Hermes recordó que "me hice cargo del Cine Tortoni cuando
el tío de mi señora, Adolfo Pelegri, me lo propuso. El había
alquilado la sala a Reinaldo Perego, un empresario del cine, entre 1971
y 1977, pero como no cumplió como debía con el contrato
se le denegó la opción de compra que planteaba el alquiler
y yo me convertí en el responsable de la empresa".
El Cine Tortoni nació en 1908 por iniciativa de Pedro Raposo y
un grupo de amigos que lo acompañaron en el emprendimiento. En
sus comienzos funcionó en un local situado en la primera cuadra
de la calle Hipólito Yrigoyen, donde actualmente hay una casa de
venta de artefactos electrodomésticos.
Don Sebastián Costa, que era el suegro de Raposo, decidió
colaborar con la empresa y en 1918 cedió los terrenos que el cine
ocupa en la actualidad sobre la calle Colón. Hasta 1930 la empresa
que administraba la sala se denominó Pedro Raposo y Cía.
Fue justamente ese año cuando se creó la firma Cinematográfica
del Sud S.A., que perduró hasta que la sala fue adquirida por su
actual dueño, Ricardo Iturralde, en el año 2003.
Dicha empresa tuvo a lo largo de su historia cuatro presidentes: Pedro
Raposo, Adolfo Pelegri, Argentina Raposo de Pelegri y Hermes Rodríguez.
Rodríguez comentó a "El Periodista" que Tres Arroyos
tuvo 4 salas, lo cual deja en claro el esplendor del negocio en otras
épocas. "Acá funcionaron los cines Tortoni, Americano,
Español y una sala que estaba en lo que hoy es el Auditorio Padre
Mañanet, de la cual no recuerdo el nombre. Todas las salas se llenaban.
La gente iba al Americano, por ejemplo, y cuando se llenaba caminaban
hasta el Tortoni, y si no podían conseguir ubicación ahí
cruzaban al Español. Para poder entrar al cine había que
ir media hora antes porque sino no era posible conseguir entradas. Y eso
sucedía cuando la ciudad tenía veinticinco mil habitantes".
Hermes explicó que cuando se hizo cargo del Tortoni no sabía
nada del negocio y que estaba preocupado con relación a cómo
mantener el éxito de la sala. Así fue como se decidió
invitar al experimentado administrador Juan Berretti a formar parte del
proyecto.
Berretti tenía dilatada experiencia en el manejo de cines y en
1977 estaba a cargo del Cine Americano, además había cumplido
la misma función en el Cine y Teatro Español hasta que fuera
demolido en 1969.
"Juan Berretti fue quien me enseñó cómo se manejaba
un cine, porque yo sabía de números, pero del manejo de
una sala de proyección de películas no conocía nada.
En 1978, que fue mi primer año completo al frente del Tortoni,
asistieron a la sala cien mil espectadores", rememoró Rodríguez.
La realidad de finales de los '70 contrasta bruscamente con lo que ocurrió
durante los años previos a que Hermes tomara la decisión
de desprenderse del cine. "Ya en los comienzos de la década
del '80 el número de espectadores fue bajando gradualmente, pero
en las últimas épocas casi no iba nadie. Apenas llegábamos
a contar unas quince mil personas por año".
Puesto a rescatar los buenos momentos, Don Hermes dijo que "las películas
que más gente convocaron mientras estuve al frente del cine fueron
todas las de Porcel y Olmedo. Teníamos que cerrar las rejas para
evitar que se desborde la sala. Eso fue en 1979. Otra película
que recuerdo que funcionó extraordinariamente bien fue 'Chatrán',
fueron a verla quince mil personas en dos semanas y pico de proyección.
'Kraemer vs. Kraemer' tuvo también un resultado espectacular"
Los últimos éxitos de público importantes que Rodríguez
vio en el Tortoni fueron las proyecciones de los filmes "Un argentino
en Nueva York" y "Titanic". En este último se logró
casi lleno total a lo largo de una semana.
Domingo Listorti condujo el desaparecido Cine Americano
Domingo Listorti, padre del conocido actor local Ricardo
Listorti, tuvo la responsabilidad de conducir el desaparecido Cine Americano
desde 1970 hasta su cierre definitivo en 1989.
"Llegué a Tres Arroyos en 1970. Trabajaba para Reinaldo Perego,
que era empresario de cine. Comencé trabajando con él en
Avellaneda, pero cuando compró la explotación del cine Opera
de Venado Tuerto me trasladó allí. Estuve en ese lugar entre
1967 y 1969. Era una sala hermosa, contaba con 1600 localidades y estaba
ubicada frente a la plaza principal. Lamentablemente, el edificio se incendió
en 1969 y debí regresar a Avellaneda, donde trabajé en el
cine Cabildo. El 28 de diciembre de 1970 me trasladaron a Tres Arroyos
para administrar las salas Americano y Tortoni", dijo Listorti.
El cine Americano contaba con 900 butacas y, según explicó
Listorti, tenía un perfil diferente al Tortoni porque generalmente
se proyectaban filmes de acción. "Al Tortoni iban los estrenos
de mayor categoría, así que cuando se terminó el
contrato de alquiler de esa sala, en 1978, decidimos que el Americano
debía recibir una lavada de cara para poder captar a todos los
públicos. Así fue como introdujimos algunas mejoras en las
instalaciones".
Aunque Perego dejó de manejar la sala de la calle Colón,
durante un tiempo prosiguió siendo quien armaba la programación
de la misma. El acuerdo era simple, la mitad de los sellos iban a una
sala y los restantes a la otra, con lo cual era imposible que coincidieran
las películas y esto ampliaba la oferta para la gente.
"En los buenos tiempos del cine había funciones en las que
la sala se llenaba tanto que teníamos que colocar sillas. Ibamos
al desaparecido restaurante Troppo, que estaba pegado al cine, y le pedíamos
al dueño algunas sillas prestadas para ponerlas en la parte de
atrás de la sala. En películas como 'Camila' y 'El francotirador'
recuerdo que tuvimos que hacer eso varias veces", recordó
Domingo.
Entre los momentos importantes del cine que estaba en la avenida Moreno
surge con claridad el debut de la película "Juan Moreira",
del realizador Leonardo Favio. El film se estrenó en simultáneo
en las salas del cine Atlas de Buenos Aires y el Americano de Tres Arroyos.
Esto se debía a que se consideró a nuestra ciudad una plaza
muy importante para testear el éxito que la película pudiera
tener en el resto del país.
"Las distribuidoras estaban preocupadas por lo que podía pasar
con la película en el interior. Así que preparamos una campaña
publicitaria en la que relacionábamos a Rodolfo Bebán, el
protagonista del film, con su tira televisiva "El Malevo", que
era muy vista en aquellos días. Tuvimos una repercusión
impresionante, durante una semana la proyectamos a sala llena en las funciones
tarde y noche".
Listorti fue categórico al explicar los motivos del cierre de la
sala que administraba: "El cine Americano cerró sencillamente
porque ya no iba nadie. En 1989 estrenamos la película 'Ico, el
caballito valiente'. En una semana movilizamos más de 6000 personas.
Luego de este film la gente desapareció del cine. Ese momento fue
como el punto de quiebre. Recuerdo que llegaban los sábados y no
podíamos meter más de veinticinco a treinta personas".
Domingo no quiso dejar pasar la ocasión de su charla con "El
Periodista" para elogiar al empresario Ricardo Iturralde, actual
propietario del Cine Tortoni. "La verdad que lo que ha hecho Iturralde
en Tres Arroyos es admirable. Compró una sala, la remodeló
y la abrió para que la gente de la ciudad tenga la posibilidad
de tener un cine. La población debería darle todo su apoyo
porque aún en las épocas de oro del cine no ha habido empresarios
del sector que se animaran a una inversión como la que supongo
ha tenido que realizar este muchacho, excepto en Buenos Aires".
Y finalmente tuvo palabras afectuosas para un ex colega y compañero
de trabajo del que dijo que aprendió mucho. "Juan Berretti
me enseñó muchísimo, tenía mucha experiencia.
Yo venía con una mentalidad formada en otro tipo de plazas y él
me permitía experimentar ideas con total libertad para que pudiera
aprender cómo funcionaba la cosa en Tres Arroyos. Por ejemplo,
poco después de llegar quise poner funciones para chicos a la una
de la tarde, acostumbrado a que en Buenos Aires eso funcionaba. Berretti
no me dijo que no, su respuesta fue, 'haga la prueba a ver que pasa'.
Por supuesto que no vino nadie y ahí comprendí que acá
la gente estaba acostumbrada a la función ronda".
Con 92 años, Juan Berretti es la historia viva
del cine local
Juan Pedro Berretti es rosarino y llegó
a Tres Arroyos en 1949 luego de haber pasado por las oficinas de distribución
de Universal Pictures en su ciudad natal, Córdoba y Bahía
Blanca, donde ocupó la gerencia de la sucursal.
El arribo de Berretti a nuestra localidad se produjo cuando el empresario
Erwin Schnabl, que era propietario de salas de cine en la zona del valle
de Río Negro y nuestra ciudad, entre otros sitios, le propuso ser
gerente de la empresa en los cines Americano y Español.
"Llevaba 14 años en la compañía norteamericana,
pero Schnabl me hizo una oferta laboral muy buena ya que me pagaba el
mismo salario que tenía en Universal más un porcentaje de
la recaudación anual de las salas Americano y Español",
dijo Berretti, quien el próximo 18 de febrero cumplirá 92
años. "El contrato de trabajo era en principio por tres años
y me quedé trabajando con él hasta 1970", agregó.
Cuando Reinaldo Perego se hizo cargo de los cines Americano y Tortoni
en 1971 Berretti supuso que había llegado el final de su carrera.
Sin embargo, aunque el nuevo titular había traído consigo
a su hombre de confianza, Domingo Listorti, le pidió especialmente
a Juan que permaneciera en su puesto debido a su experiencia en esta plaza.
Cuando la empresa de Perego cesa en la administración del Tortoni,
el presidente de la Cinematográfica del Sud, que en ese momento
era Adolfo Pelegri, le ofreció a Berretti integrarse a esa sociedad.
Así es como el rosarino sigue siendo empleado del cine Americano
y comienza a formar parte del grupo que comandaba la sala de la calle
Colón.
Con la conformación de la nueva sociedad, integrada por Berretti,
Pelegri y Hermes Rodríguez, el Tortoni deja de ser regenteado por
Perego, pero dadas las influencias que éste tenía con las
distribuidoras resolvieron otorgarle la posibilidad de decidir la programación
de la sala manteniendo su estilo.
Sin embargo, el final del acuerdo llegó cuando el empresario quitó
de cartel una película para ponerla en la sala del Americano. A
raíz de este inconveniente Berretti decidió renunciar a
sus funciones en la sala de la Avenida Moreno y pasó a dedicarse
exclusivamente al Tortoni.
A raíz de que los comienzos del ex empresario en el mundo del cine
se remontan al año 1934 su anecdotario es extremadamente rico y
muy difícil de incluir detalladamente en un artículo periodístico.
Pero como para muestra basta un botón, o algunos botones, diremos
que Berretti convivió con diferentes sistemas de proyección
y sonido que se han empleado en el cine a lo largo de la historia.
El hombre vio en acción nada menos que al sistema Vitaphone, que
data de los tiempos en los que el audio de las películas no venía
grabado en la película sino que debía colocarse un disco
simultáneamente al inicio de la proyección. Con este sistema
todo iba bien si el operador estaba atento al comienzo de cada rollo o
a los eventuales cambios de disco, y aún así era imposible
que no hubieran desacoples entre audio e imagen. También se producían
problemas cuando el celuloide se quemaba y era necesario quitar algunos
cuadros del film, ya que debían ser reemplazados por película
velada para evitar las salidas de sincronismo. Cuando una película
tenía reparaciones de este tipo la pantalla se volvía negra
pero continuaba el sonido, claro que de esta forma se lograba que al reaparecer
la imagen el sonido siguiera vinculado al desarrollo del film.
La solución a los diversos inconvenientes que originaba el sistema
Vitaphone llegó con la irrupción del Cinemascope, un sistema
que incluye el sonido en la propia película, y además tiene
un formato de proyección diferente. La llegada de este medio a
nuestra ciudad hizo que la pantalla del cine Americano debiera cambiarse
por una de mayor tamaño. La realización de estas reformas
fue aprovechada para introducir otros cambios, entre los que se incluyó
la realización de la particular pendiente que tenía el suelo
de la sala.
La introducción del por entonces moderno sistema no implicó
reformas en la sala del cine-teatro Español porque el lugar ya
tenía el ancho necesario, apenas era necesario abrir completamente
las cortinas del escenario. Por su parte, en el Tortoni también
debieron hacerse obras similares a las que se practicaron en la sala de
la Avenida Moreno.
De los recuerdos de Don Juan Berretti también se desprende que
el cine Americano era el lugar donde se proyectaban las películas
de acción, aventuras y el cine nacional. "Era una sala noble,
trabajaba muy bien", dijo, y agregó otro dato de un pasado
irrepetible: "En esa época la fábrica Istilart tenía
unos 1100 obreros y gran parte de ellos acudían al cine al terminar
el trabajo a las cinco de la tarde. Al lado del cine había un bar,
los muchachos se tomaban un café con leche con medialunas y se
metían a la sala. Pagaban 40 centavos por la entrada y lo mismo
por el café con leche y las medialunas. Es decir que con 80 centavos
salían y la pasaban muy bien".
Por su parte, en los cines Español y Tortoni iban las películas
de tipo familiar o los filmes más refinados. Lo que podía
perfectamente incluir cualquier tipo de género y de origen de la
película. "Los miércoles en el cine Tortoni organizábamos
el día de la dama. Se pasaban películas que sabíamos
que iban a traer mucho público femenino. En la sesión tarde
la sala se llenaba, iban unas 750 personas, principalmente mujeres, y
ocupaban todo el cine".
"La sala del cine Español se completaba más fácil
ya que tenía solamente 550 butacas. La función de los domingos
por la tarde solíamos llenarla con muchos estudiantes secundarios
del Colegio Nacional, que buscaban el cine más para andar de novios
que para ver una película", recordó entre risas Berretti,
el hombre que es sin dudas la historia viva del cine en nuestra ciudad.
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VERSION DE PRIMERA MANO
La verdad sobre el fin
del Cine Teatro Español
Dada su dilatada trayectoria, Don Pedro Berretti
es un referente fundamental a la hora de conocer detalles del funcionamiento,
gloria y ocaso del siempre recordado cine y teatro Español.
Hablando con "El Periodista" sobre aquella mítica
sala el hombre recordó varias anécdotas sumamente
interesantes, que nos posibilitan tomar contacto con una época
y un edificio del que siempre se escuchan historias, pero pocas
o casi ninguna son de primera mano.
"En el Español no teníamos calefacción,
se usaban estufas a kerosén, pero era imposible calentar
la sala de esa forma. En el piso se producía una corriente
de aire que me obsesionaba. En ese tiempo trabajábamos muy
bien. En el Americano, por ejemplo, los viernes se hacían
funciones continuadas de películas en series y metíamos
entre 700 y 800 personas, es decir que llenábamos el cine.
Teníamos tantas películas que estrenábamos
un film por día entre lunes y miércoles y de jueves
a domingos poníamos una película más taquillera
para explotarla 4 días".
"Lo curioso es que la gente que iba al Español sabía
del frío que hacía en la sala, pero con tal de no
perderse una función preferían ir al cine con una
bolsa de agua caliente y una manta", recordó Juan, y
agregó que "mi locura fue siempre cómo calefaccionar
esa sala. Cuando llegó el gas me puse muy contento porque
pude hallarle una solución definitiva al problema del frío".
De todos los recuerdos de Berretti aquel que más interesa
a los tresarroyenses seguramente no es otro que el que permita conocer
las verdaderas causas que originaron la desaparición de la
sala teatral que tanto se recuerda, entre otras cosas, por sus similitudes
arquitectónicas con los teatros más importantes del
país.
La voz de un protagonista directo de aquellos días le narró
la historia oficial a "El Periodista". "La demolición
del Español comenzó el 2 de enero de 1969. Schnabl
tenía un buen proyecto para ese lugar, su idea era edificar
una galería comercial, un salón para la Sociedad Española,
un hotel y el cine-teatro. El comienzo de la obra se demoró
a causa de ciertas complicaciones surgidas con el inquilino de un
local que estaba al frente".
Según Berretti, el origen de todos los problemas que tuvo
aquel proyecto, y que finalmente nos privó a los tresarroyenses
de contar con un teatro, se produjo porque uno de los dos inquilinos
se negó a cumplir el acuerdo de palabra que había
hecho con Schnabl. Dicho convenio consistía en la entrega
del local por parte de los locatarios para posibilitar la realización
de la obra y la devolución de un salón de similares
características por parte del locador cuando concluyeran
los trabajos.
Juan recordó que le recriminó a su jefe la excesiva
confianza que tuvo al no firmar un documento que posibilitara el
desalojo en caso de que alguno de los inquilinos no cumpliera con
su palabra.
Lo cierto es que cuando se inició la demolición que
tenían por fin modernizar todo el edificio uno de los dos
comerciantes se negó a retirarse. A causa de esto se inició
un juicio de desalojo y se demoró el comienzo de la construcción.
Cuando finalmente llegó la sentencia que favorecía
a Schnabl, éste había fallecido hacía unos
pocos días y sus herederos manifestaron no tener planes de
continuar con el proyecto.
Berretti considera que si no hubiera existido el problema mencionado,
el proyecto se habría encontrado muy avanzado al momento
de la muerte del empresario cinematográfico y alguien habría
podido darle fin a los trabajos.
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