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Micaela Cascallares

Estación de FF.CC
de Barrow

Barco hundido, atractivo turístico de Reta

Escuela Nº 28 de
Claudio Molina

Avenida principal de
San Francisco de Bellocq

La hermosa iglesia
de San Mayol

 

 


DOSSIER DE INVESTIGACION

LA HISTORIA DE LOS HOMBRES Y MUJERES QUE BAUTIZARON
CON SUS NOMBRES A PUEBLOS TRESARROYENSES

Juan Pueblo

¿Quién fue Micaela Cascallares?. ¿Y Barrow, Reta, Bellocq, Vásquez y Molina?. ¿Mayol era santo?. Localidades y parajes del partido de Tres Arroyos llevan sus nombres, pero ¿qué se sabe sobre ellos?. "El Periodista", en un nuevo dossier de investigación, recrea la historia de los hombres y mujeres que asignaron a pueblos del distrito su propia identidad

MICAELA CASCALLARES

Como la mayoría de los pueblos de la provincia, Micaela Cascallares arrastra un pasado ligado al ferrocarril. La estación, las calles aledañas, los galpones, dan cuenta de un desarrollo económico y urbano unido a los ramales ferroviarios que se habían extendido por todos los confines del territorio, alterando y modificando para siempre el aspecto de la llanura bonaerense. El trazado de la línea a Bahía Blanca determinó el nacimiento de la estación que tuvo épocas de esplendor como todos los poblados vinculados por los rieles. Dos años antes de que pasara por primera vez el tren ya el destino indicaba que aquel era el lugar ideal para una aldea por nacer. Porque Benjamín Castillo había adquirido un campo de 21 mil hectáreas para ser destinado a la creación de una colonia agrícola y tras dividir las tierras impulsó el trazado de una futura localidad donde fueron asentándose familias holandesas y belgas que fueron el germen de este pueblo incipiente.
El punto de partida lo había dado uno de los allegados del fundador, el gobernador de la provincia Máximo Paz, quien había promulgado por su propia iniciativa, el 25 de noviembre de 1887, la ley de Centros Agrícolas, para la instalación de varias colonias en el territorio bonaerense. Dos años después de dictar aquella normativa, suscribió un decreto aprobando el trazado de la Colonia Agrícola, que llevaría el nombre de su madre: Micaela Cascallares. Esta mujer, nacida en Lobos en 1812, contrajo matrimonio en 1841 con Marcos Paz, quien fue designado como vicepresidente de la Nación durante el gobierno de Mitre. Micaela acompañó de cerca la labor de su esposo, ocupando por muchos años la presidencia de la Sociedad de Beneficencia, desde donde impulsó las tareas solidarias para procurar mejoras en el nivel de vida de los sectores más humildes. El matrimonio tuvo siete hijos, uno de los cuales, Máximo Alejandro Paz, siguiendo con la vocación política familiar, fue designado en 1884 diputado del Congreso de la Nación. Su labor legislativa culminó en abril de 1887, año en que renunció para ocupar la gobernación de Buenos Aires, desde donde encomendó la creación de la colonia que finalmente fundó Castillo, aceptando la denominación como un homenaje a su amistad con la familia Paz.
Un 2 de diciembre de 1891, el trazado de las vías de Tres Arroyos a Bahía Blanca, se transformó en el cimiente definitivo de la estación ferroviaria Micaela Cascallares, y a su alrededor se fue gestando el pueblo que en poco tiempo alcanzó un próspero nivel de crecimiento y cuyas épocas de esplendor fueron extinguiéndose a la par de los rieles y del humo del ferrocarril que lo vio nacer.

BARROW

"Las estaciones ferroviarias crearon vida en torno, con la misma fuerza progenitora de un puerto de aguas mansas", manifestaba Scalabrini Ortiz en la "Historia de los Ferrocarriles Argentinos", aunque también aclaraba que "como toda creación humana el ferrocarril tuvo su reverso antipático y pernicioso", casi como una premonición de estos días.
El paraje Barrow, que tuvo su punto de partida en la estación, fue uno de los tantos que sufrió este revés una vez que las locomotoras dejaron de circular, dejando un par de recuerdos, algunas pocas viviendas y muchos sueños que quedaron truncos, como el de crecer a la vera de los rieles.
Desde 1886, cuando los caminos de hierro se extendían en la provincia como un elemento indispensable de subsistencia del país, las líneas férreas ya cruzaban la zona en la que hoy se levanta la localidad de Barrow, que por ese entonces se denominaba Empalme.
La estación se creó recién dos décadas después, en 1907, como consecuencia del tendido de la línea férrea a Lobería. Su bautismo fue un homenaje a M.W. Barrow, quien fuera gerente de la empresa Ferrocarril del Sud (actualmente Ferrocarril Roca), entre 1890-1892 y que sin proponérselo se había convertido en el artífice de tantos pueblos de la provincia. La distinción le llegó en la época en que los ingleses habían decidido reconocer los servicios prestados por los miembros de esa colectividad relacionados con el grandioso desarrollo de los rieles en la República Argentina. Así, bregaron para que el gobierno nacional decretara en la fecha del cincuentenario del primer ferrocarril argentino, el 30 de agosto de 1907, el cambio de nombre de algunas estaciones, como la de Barrow, reconociendo al hombre que alcanzó un poder ilimitado como gerente del Ferrocarril, ocupando infinidad de funciones y cargos, siguiendo un espíritu visionario que llevó al crecimiento del país. Durante su gerencia, M.W. Barrow había estudiado la idea de instalar nuevos y modernos talleres para las operaciones del Ferrocarril del Sud que tomaban cada día mayor incremento. En las frecuentes visitas que realizaba a los talleres notaba que las operaciones se realizaban en un estrecho círculo y en instalaciones completamente inadecuadas que hasta cierto punto imposibilitaban la libre tarea de los mil operarios que trabajaban en pos del crecimiento de las vías férreas. Y desde entonces dedicó toda su energía a procurar la formación de instalaciones modernas que se ajustaran a la época de esplendor y avance de los trenes que, como postulaba Alberdi, unieron al país más que la Constitución Nacional y permitió la aparición de núcleos urbanos integrados, que fueron punto de reunión, de encuentro social y de vida.

RETA

Hay ciudadanos que perduran para siempre en la memoria popular, por haber transitado su vida con el ideal de forjar un destino de progreso para la región. Y Martín Reta fue uno de los que luchó por el sueño de forjar un espacio turístico para aquellos que deseaban disfrutar de las bellezas de un paisaje natural y virgen. Fueron sus metas y el afán de crecimiento lo que le valió el homenaje urbano. Porque si algo ambicionó este hombre, fue fundar un pueblo turístico que sirviera también de puerto marítimo para el partido de Tres Arroyos.
Aquel hijo de inmigrantes españoles se había instalado en esas tierras recostadas sobre el Atlántico, donde pergeñó la idea de colonizar la región. Tras ese objetivo, en enero de 1927 se asoció con Claudio Rodríguez Otero, quien asumió la representación de la Sociedad Pueblo Balneario Reta. Fue Martín quien puso sus terrenos a disposición para que el proyecto se hiciera realidad. El interés que había despertado en los lugareños la fundación de un nuevo casco urbano, se había consolidado cuando Emilio de la Calle concretó, el 24 de enero de 1928, la instalación de la colonia turística Bartolomé Mitre, destinada a albergar estudiantes, maestros y periodistas que llegaban deslumbrados por las bellezas naturales de estas playas. A principios del año siguiente se terminaron las obras del primer hotel del balneario, el Hotel Plaza, edificado sobre los terrenos de Domingo Rago, quien realizó las tareas de forestación en la villa. En su aspiración, Martín Reta no había dejado nada librado al azar y dio forma a los espacios, con sus parques y avenidas para responder a las necesidades del turismo y de sus habitantes. Fue el 28 de noviembre de 1929, cuando el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Vergara, inauguró oficialmente el balneario Reta, en homenaje a este hombre que había acariciado el deseo de que las playas se transformaran en un centro turístico que atrajera a visitantes de todo el país.

SAN FRANCISCO DE BELLOCQ

Nada queda de aquella época de esplendor de la estancia San Francisco. El casco está tapera y casi no hay rastros del establecimiento que se había convertido en una verdadera población, con trece puestos de ranchos de adobe techados, despensa, carnicería, quinta, carpintería y todos los servicios indispensables para autoabastecerse. En 1883 había sido Guillermo Rodríguez Larreta quien vendió a Juan Bellocq padre, aquellas tierras a la vera del atlántico que alcanzaban la desembocadura del arroyo Claromecó. Juan, un francés nacido en Domezain y Beraute (Bajos Pirineos), había llegado a la Argentina de pequeño y como tantos inmigrantes, dedicó su vida al desarrollo agropecuario de la zona. Dos años después de erigir la estancia, contrajo una enfermedad y viajó a su país natal donde falleció un 27 de junio de 1885. Su esposa, radicada en Europa, designó a Manuel Durañona como administrador del campo que por testamento le correspondió a los hijos varones, Juan Carlos, Vicente, Toribio, Eduardo, Mariano y Teodoro.
En 1902, los Bellocq regresaron de Francia para instalarse definitivamente en la propiedad que marcaría el origen poblacional de San Francisco de Bellocq, un pueblo que fue sembrado por el ferrocarril, el 16 de agosto de 1929, con la inauguración del ramal Orense-Copetonas.
Fueron dos familias de hacendados las que donaron las tierras que sirvieron de base para la instalación de la localidad: los Echegoyen y los Bellocq. Antes de la habilitación del tramo, un grupo de familias se había radicado en la zona y los Echegoyen habían creado un almacén de ramos generales que concentraba a los parroquianos.
Fue en 1929, poco antes de conformarse la estación, cuando los Bellocq vendieron 19 hectáreas de las 21 mil que ocupaba la estancia San Francisco para que el Ferrocarril Sud construyera las vías que proporcionaban grandes perspectivas de prosperidad y desarrollo económico. Si bien la mayor parte de la estación fue ubicada en esas tierras, los extremos quedaron en el campo de Damacia Jorgelina Figueroa de Echegoyen, quien también había ofrecido una porción de su propiedad para dar cauce a los rieles. Esta mujer fue la que propuso fundar una población sobre la estación y solicitó la aprobación de los planos del pueblo Domingo Echegoyen acompañando las reservas que pretendía donar para el uso público. Sin embargo, la empresa Ferrocarril Sud ya había aprobado la designación para la estación como San Francisco de Bellocq, el nombre que identificará para siempre al pueblo que nació para convertirse en el centro del movimiento agrario del partido de Tres Arroyos durante un período del siglo XX.

SAN MAYOL

San Mayol fue uno de los santos del siglo X más venerados y reconocidos en el territorio francés. Había nacido en 1906 en Valensol, una pequeña aldea de los Bajos Alpes, en un hogar cristiano donde lo habían instruido en el amor a Dios y al prójimo, forjando las virtudes de un hombre de fe. Siendo adolescente, sus padres murieron y fue ahí cuando despertó su vocación sacerdotal e ingresó al seminario de Macon y de Lyon para seguir con sus estudios de filosofía y teología. Una vez ordenado sacerdote retornó a su pueblo a predicar la palabra de Dios. Fieles de todos los rincones de Francia, desde el rey hasta los más humildes, acudían hasta allí para escuchar su testimonio de paz. Su extrema humildad hizo que no aceptara distinciones ni honores, y el día que se le ofreció convertirse en obispo de su región, prefirió entrar al monasterio de los benedictinos en Cluny para consagrar su vida a Dios. Quizás la decisión más trascendental de su camino apostólico, le llegó el día en que falleció el Papa Domus II y le ofrecieron ocupar el cargo de representante de Dios en la Tierra. Después de rezar y reflexionar, rehusó ser elegido jefe de la Iglesia para continuar con su tarea de fe desde el sacerdocio. Con 88 años se internó en el monasterio de Souvigny con la misión de reformar la vida religiosa de los monjes y en aquel lugar pasó sus últimos días hasta su muerte el 11 de mayo del 994.
Como homenaje al hombre que había transitado con intensidad el camino de la fe, los superiores erigieron una Iglesia y un altar sobre su tumba, que se convirtió en el centro de numerosos peregrinos franceses, alemanes e italianos atraídos por los milagros que este santo prodigioso realizó durante su vida y después de la muerte.
Sus virtudes llegaron hasta nuestras tierras de la mano de los descendientes de la familia y en su honor fue bautizado el pueblo que fundó Felipe Mayol de Senillosa, quien donó parcelas de su campo para que el Ferrocarril Sud atravesara la zona. El 1 de octubre de 1907 fue el día que por primera vez pasó el tren por la estación San Mayol, una aldea incipiente que comenzó a poblarse con hacendados y agricultores que se habían establecido en los campos de la región, y que no podía menos que coronarse con el apellido de los precursores. La esposa de Felipe, María Luisa Cramer, fue quien donó la Iglesia Sagrado Corazón de Jesús y su hijo, Jorge Mayol, actuó como urbanista de aquella llanura, diseñando el templo y construyendo frente a la estación una zona de chalet y un hotel donde se fueron asentando los habitantes de aquel pueblo rural, que asistió a su debacle cuando el ramal dejó de funcionar, dejando a su paso sólo algunas casas y un puñado de hombres dispuestos a seguir luchando sin el tren.

ESTACION VASQUEZ

Estación Vásquez es la localidad más antigua del partido de Adolfo Gonzáles Chaves, que nació como un pueblo que contraría el trazado típico de las ciudades argentinas heredado de los colonizadores europeos. Es que surgió como un paraje, como todos los hechos por ese entonces por el ferrocarril provincial, sin plaza, sin iglesia, con un galpón de cargas, la casa del jefe de la estación, una arboleda espesa y casas dispersas que aun persisten como recuerdos de un pasado lleno de vida.
La estación que se habilitó en abril de 1886, asomó el día que se tendieron las líneas férreas que unirían a Tres Arroyos con Benito Juárez y Capital Federal. Antes de que aflorara la estación, existían tres grandes estancias en el lugar: San Leonardo que pertenecía a Leonardo Pereyra Iraola, el establecimiento de Margarita Pieres de Berdard y la estancia de Domingo Vásquez, quien fuera presidente de la comisión municipal de Tres Arroyos. Este último, cuando se iniciaba la vida política en nuestra ciudad en 1885, se perfilaba como un eximio dirigente, que fue designado ese mismo año por elecciones directas, como presidente del primer Concejo Deliberante, asumiendo las facultades legislativas conferidas por la ciudadanía y abocándose íntegramente a resolver los problemas que se presentaban en la organización de la estructura política, económica y cultural de la ciudad que comenzaba a delinearse.
Su lucha se extendió también al crecimiento regional y la estación fue bautizada con el nombre de este pionero, quien donó sus tierras para el ferrocarril y para hacer el loteo que permitiera la instalación del pueblo ubicado a 25 kilómetros de Tres Arroyos. A raíz de un error de los ingleses, que en su momento mandaron desde Inglaterra el cartel para identificar a la estación con el apellido mal escrito, muchos creen que Vásquez se escribe las dos veces con zeta. Cuando Domingo advirtió el error mandó a rehacer la identificación que si bien vino desde Birmigham en forma correcta, en los sellos de goma utilizados para la papelería siguió figurando el nombre con las dos zetas.
En su momento de esplendor, Vásquez llegó a tener mil habitantes y durante mucho tiempo fue el paso obligado de camiones y autos, al margen del movimiento que generaba el tren. Aunque lo más curioso de su historia es que se convirtió en un poblado quebrado en dos y por eso se lo conoce como el pueblo "Partido por el Eje". Es que cuando Gonzáles Chaves obtuvo su autonomía en 1916, un agrimensor trazó los límites de tal manera que la línea pasó por el pueblo dividiéndolo en dos: uno que corresponde al distrito de Tres Arroyos y otro al de Gonzáles Chaves. Este singular trazado sigue generando anécdotas populares, como la de aquellos que cruzaban la calle cuando en alguna oportunidad venían inspectores de tránsito de alguna u otra municipalidad a controlar las patentes de los coches.

CLAUDIO MOLINA

En diciembre de 1912 fue habilitada la estación Claudio Molina para transporte de pasajeros y cargas, en el ramal Tres Arroyos-Juan Eulogio Barra. No logró desarrollarse como pueblo, aunque funcionaron en los alrededores almacenes de campaña y una escuela primaria.
Este pequeño paraje rural cuenta con tierras muy productivas e importantes establecimientos agropecuarios. Su nombre recuerda a Claudio Molina, quien fue el donante de los terrenos donde se instaló la estación del Ferrocarril Sud. Este hombre surgió en la escena política de Tres Arroyos en 1892, creando el Partido Provincial que sostenía la candidatura de Roque Sáenz Peña para la presidencia de la Nación, en contraposición a la postulación de su padre Luis Sáenz Peña. Cuando en 1893 estalla una revolución contra el gobierno provincial de Julio Costa, las autoridades municipales fueron depuestas y en su reemplazo se organizó un gobierno provisional presidido por Pedro N. Carrera. Pero la sublevación generó posteriormente la intervención de la provincia y la comuna, formándose un comisionado municipal que tuvo al frente a Claudio Molina, quien dirigió durante un tiempo los destinos de la ciudad. Este productor agropecuario, comprometido con su vocación política fue el que pergeñó un comité disidente a la Unión Provincial, dando origen al Partido Conservador cuyo jefe fue Pedro N. Carrera.

 
 
El Periodista de Tres Arroyos.
Tres Arroyos, Pcia. de Buenos Aires, República Argentina