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CASA QUINTELA ES, CON 104 AÑOS, EL COMERCIO EN ACTIVIDAD MAS ANTIGUO
El tiempo pasa, las joyas quedan
Cuando Francisco Quintela inauguró su joyería,
el 19 de marzo de 1897 -¡leyó bien, 1897-, de seguro no imaginó
que, 104 años después, apenas iniciado el 2001, su creación
sería considerada el comercio en actividad más antiguo de
Tres Arroyos, largamente merecedor de la declaración de patrimonio
histórico de la ciudad. La firma, que surgió bajo el nombre
de "La Argentina", fue continuada en el tiempo por los descendientes
de Don Francisco y explotada como una empresa familiar. Hoy, detrás
del mostrador, hay una verdadera dama. Angélica Esther Quintela,
más conocida como "Cala", nacida el 24 de febrero de
un año que se negó a revelar, habló largamente con
"El Periodista" sobre el legado que recibió de su padre,
narrando anécdotas y hechos curiosos. Las joyas, esta vez, son
el negocio y su dueña
Dicen que nada es para siempre, y más que un simple
dicho esta es una inexorable realidad. Sin embargo, los seres humanos
nos hemos ingeniado para procurar que nuestra vida se extienda cada día
un poco más. Como aún no encontramos la fórmula que
nos convierta en inmortales, buscamos otras formas de trascender, otras
maneras de quedar grabados a fuego en la historia o la memoria del mundo,
que es lo mismo que decir: en la memoria de las personas que vendrán.
Todos auspiciamos esta necesidad de perdurar que tenemos los hombres y
mujeres que transitamos por esta efímera vida, y por ellos nos
produce admiración ver que hay quienes pueden lograr esto a partir
de su obra, sea jugando al fútbol, escribiendo libros o concretando
empresas de cualquier naturaleza que puedan, al menos, superar un poco
lo que entendemos es el tiempo promedio que las cosas duran en la vida.
Aunque semejante planteo metafísico parezca exagerado para empezar
una nota referida a un comercio, por más antiguo que sea, en realidad
no lo es. Ningún emprendimiento comercial puede durar más
de un siglo si no nació como una necesidad que estuviera más
allá del simple hecho de ganar dinero. Un comercio, así
como cualquier otra obra humana, permanece en el tiempo si fue concebido
esencialmente como una forma de vida y no solamente como una forma de
ganarse la vida.
Este es el caso de Joyería Quintela, la casa comercial más
antigua de Tres Arroyos, que fue inaugurada por Francisco Quintela allá
por el 19 de marzo de 1897. Sí, leyó bien: Casa Quintela
comenzó a trabajar el 19 de marzo de 1897, lo que equivale a decir
que hace casi 104 años que el comercio abre sus puertas ininterrumpidamente,
o también que esta joyería existe desde el siglo XIX.
"La Argentina"
Cuando Francisco Quintela inició esta actividad
comercial decidió que el negocio se llamaría "La Argentina",
el local era más pequeño que lo que es hoy día y
la edificación solo tenía una planta. Las reformas que ampliaron
el local y la construcción del piso superior se realizaron cerca
del año 1930.
Quintela estaba unido en matrimonio con María Penedo, con quien
tuvo nada menos que 12 hijos, de los cuales Angélica Esther, más
conocida como "Cala", es quien en la actualidad está
al frente de la joyería, aunque desde siempre se trató de
un negocio familiar.
"Cala" Quintela, con la coquetería que se supone le es
propia a quien vende joyas, confesó a "El Periodista"
que nació un 24 de febrero, pero no quiso decir mucho más.
Con una amplia sonrisa en los labios solo se permitió agregar que
"es una indiscreción preguntarle a una mujer su edad. Tengo
la edad que represento", dijo con mucha simpatía.
Más allá de la cuestión, "Cala" tiene una
enorme experiencia en la atención del negocio ya que comenzó
a trabajar en él en 1938.
Tres siglos, un solo lugar
Ingresar en Joyería Quintela permite tomar contacto
con dos épocas bien diferentes. Elementos de finales del siglo
XIX y principios del XX comparten el mismo espacio con tecnologías
y artículos mucho más modernos, algunos de los cuales ya
son del siglo XXI. Es sorprendente advertir que varios de los objetos
que tiene el local pueden lucir armónicamente a pesar de que entre
muchos de ellos hay 100 años de diferencia.
Dentro del negocio están instalados, en impecable estado, los mismos
escaparates con los que Francisco comenzó la actividad. También
se puede ver la antigua caja fuerte que acompañó al comercio
desde el primer día y, colgada en una de sus paredes, una aparentemente
pesada placa de bronce con el primitivo nombre del comercio: "La
Argentina".
Contó "Cala" que en los años en que la joyería
llevaba aquel nombre, dicha placa, que fue el primer cartel que tuvo la
casa, se colgaba en la fachada del local todas las mañanas cuando
se abrían las puertas y a la hora del cierre se la descolgaba para
guardarla en el interior del establecimiento.
El antiguo comercio debiera ser declarado patrimonio histórico
de la ciudad y de hecho la propuesta les fue acercada a los Quintela,
quienes por el momento, según relató "Cala", decidieron
no adherir a esta iniciativa. No obstante, la mujer está de acuerdo
con que el negocio se merece tal declaración, pero no es una decisión
que pueda tomar ella sola, sino el conjunto de la familia.
De alumnos y maestros
Esta joyera de larga trayectoria y conocimiento aprendió
el oficio con la misma práctica, ya que creció viendo a
sus hermanos trabajar como les había enseñado su padre,
quien murió cuando ella era muy pequeña, razón por
la que no le pudo transmitir sus conocimientos directamente. Además,
"Cala" tomó cursos en Buenos Aires sobre el cultivo de
perlas.
"Siempre me interesó mucho este negocio. Estudié durante
meses en Buenos Aires todo lo relacionado a las perlas con un señor
que tenía cultivos. El me enseñó todo lo que sé
sobre ellas. El trabajo que se hace con las perlas es impresionante. Una
perla de cultivo cuesta mucha plata, pero con toda la razón del
mundo", dijo.
A pesar de sus conocimientos, ella nunca le ha enseñado a nadie
el oficio. "He dado algunos consejos, he transmitido algunas pocas
cosas, pero nunca le enseñé a nadie en forma más
o menos seria".
Aunque se manifestó muy interesada en las perlas, Quintela elige
el oro como el metal de su preferencia. No obstante, a pesar de ser joyera,
se mostró como una persona no muy interesada en lucir alhajas.
"Me gusta el oro porque me parece un metal muy fiel, pero la única
joya que llevo conmigo es el anillo de compromiso. Mi madre era igual
que yo, tenía muchísimas joyas, pero jamás las lucía",
comentó.
"Dios dirá"
Sostenerse tanto tiempo en el negocio ha significado
también una permanente adaptación a las diversas situaciones
que se han producido durante estos casi 104 años.
"Cala" recordó que cuando su padre falleció había
en el negocio una gran cantidad de joyas y metales que sumaban una verdadera
fortuna. "Mi padre era importador, las joyas que nosotros vendíamos
antes venían directamente de Dinamarca, Inglaterra y Alemania".
La mujer consideró que hoy sería imposible vender piezas
de la calidad de aquellas que su padre importaba, y que el comercio se
ha tenido que ir adaptando a un mercado muy manoseado. El rubro ha sido
invadido por casas que venden artículos a muy bajo precio, pero
de dudosa calidad, esto produce una competencia que Quintela no dudó
en calificar de desleal.
Cuando se la consultó sobre el futuro de la joyería, la
mujer lo definió en dos palabras y simplemente pronunció:
"Dios dirá".
Fecha de publicación
Marzo del 2001
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