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CARLOS DI CROCE REVIVIO LOS AÑOS DORADOS DEL HOTEL CLAROMECO

Claromecó belle époque

El Hotel Claromecó tenía apenas 14 piezas y dos baños cuando lo adquirió la familia Di Croce en 1939. Los Di Croce, que regentearon el lugar hasta 1996, es decir durante 57 años, son los responsables de haber logrado la actual estructura -hoy en nuevas manos-, de 65 habitaciones. Pero el establecimiento no es noticia por ser el más grande que tuvo y tiene el balneario, sino por lo que cobijó a lo largo de sus días. En él se centró, por muchísimos años, la actividad social de la villa. En veranos de "vacas gordas", con huéspedes que tenían como estancia mínima un mes completo, el hotel ofrecía no sólo alojamiento y los clásicos desayuno, almuerzo y cena, sino que incluía merienda, tertulias con copetín a la tardecita y baile posterior a la comida nocturna. Las orquestas tocaban en vivo durante los lunchs y el salón albergaba juegos de diversa índole, donde sobresalían los encuentros de billar. En una época también se proyectaron películas, en que los grandes actores y divas del momento hacían llorar o reír, según las circunstancias. Como es obvio, más de medio siglo de intensa actividad hotelera dejó un sin fin de anécdotas. Carlos Camilo Di Croce, uno de sus ex dueños, que con 81 años constituye la "historia viviente" del lugar, las revivió para "El Periodista"

El Hotel Claromecó es, casi como el faro o las lanchas de pesca, un símbolo más de la historia y el presente del balneario. En él han transcurrido momentos inolvidables para centenares de personas que eligieron Claromecó para sus vacaciones o fines de semana. Podría decirse, utilizando una definición muy de moda para aquellas cosas que alcanzan permanencia con el tiempo, que el lugar es un clásico.
Hacia fines de la década del '30, lo que hoy es una importante estructura ubicada en la esquina de las calles 26 y 7, era apenas un pequeño hotel de una planta con solamente 14 habitaciones rudimentarias y 2 baños pequeños. Fue la familia Di Croce quien a partir de adquirir el alojamiento en el año 1939 hizo de él un espacio donde confluía toda la actividad social de la época, al tiempo que lo transformó en un cómodo hotel de dos plantas que hoy cuenta con 65 habitaciones, 50 baños, 7 habitaciones de servicio, 3 baños de servicio, subsuelo para espectáculos o bailes y comedor.
Desde 1939 hasta 1996 los Di Croce fueron los dueños del Hotel Claromecó, pero en realidad esta familia comenzó en el rubro de la hotelería en 1927, año en el cual el matrimonio formado por Carlos Luis Di Croce y Dosolina Menna se hicieron cargo del Hotel Roma, que en una segunda etapa funcionó en 25 de mayo y 9 de Julio de Tres Arroyos.
El edificio que ocupaba el mencionado hotel pertenecía a los propietarios de El ABC y estaba ubicado en los terrenos que mucho tiempo después se transformarían en el estacionamiento del enorme y recordado local comercial.
Pero ya hacia finales de la década del '30 los dueños de El ABC tenían planes de expandir su negocio, de manera que decidieron no renovar el contrato de alquiler del hotel a la familia Di Croce, razón por la cuál éstos salieron en la búsqueda de un nuevo lugar donde desarrollar el negocio que tanto conocían.
En el nuevo emprendimiento estarían embarcados el matrimonio Di Croce y sus tres hijos menores: Carlos Camilo, Roberto y la única hermana mujer, a quién cariñosamente llamaban "la Chinita" y que falleció muy joven. Los dos mayores habían partido a una localidad cercana para emprender otro negocio.
Inicialmente fueron en la búsqueda de un hotel en Monte Hermoso, pero finalmente se decidieron por el pequeño y algo descuidado Hotel Claromecó. Corría el año 1939 y se avecinaba la temporada de verano '39-'40.

Imborrables recuerdos

Carlos Camilo Di Croce, que había nacido el 17 de octubre de 1919, tenía 20 años recién cumplidos cuando llegó a Claromecó con sus padres y hermanos para trabajar en la nueva empresa hotelera familiar.
Hoy, con "81 años y un poquito", como dijo él mismo, Carlos Camilo es la historia viviente del más grande hotel que hasta el momento tuvo y tiene el balneario. Sentado en el amplio living de su casa, este hombre que luce una envidiable lucidez y un estado físico impecable a pesar de la edad, recordó para "El Periodista" diversos hechos y anécdotas del Hotel Claromecó.
Los recuerdos más gratamente guardados en la memoria de Carlos son los referidos a los años '40 y '50, época en la cual Claromecó tenía una fisonomía absolutamente diferente de la actual: era mucho más pequeño, se llegaba solamente por camino de tierra y los turistas eran en su mayoría tresarroyenses que iban solamente por el fin de semana.
Como ya se mencionó, el hotel que habían adquirido los Di Croce contaba con solamente 14 habitaciones que se ocupaban rápidamente, fundamentalmente los sábados y domingos, por lo que Carlos Luis Di Croce, que tenía amplio conocimiento del manejo del negocio, encontró la forma de poder albergar a más gente con el propósito de no dejar ir a nadie y ganar nuevos clientes hasta tanto pudieran ampliarse las instalaciones.
"En principio trabajábamos con gente de Tres Arroyos. Empezaban a llegar en masa los sábados a la tarde temprano. Las poquitas piezas que teníamos se ocupaban todas, entonces decidimos desinfectar y limpiar muy bien un galpón que tenía el hotel. Ahí poníamos unos catres y le dábamos albergue a la gente. La cosa era aprovechar", rememoró Carlos Camilo.
El hotel era el centro de la actividad social de la incipiente villa balnearia y, como tal, en su interior se sucedían la mayoría de las actividades extras a la playa. Los sábados por la tarde la moda en los años '40 era reunirse a tomar cerveza o naranjada y comer sándwichs. "En esa época no había bebidas tan sofisticadas como ahora, no había gaseosas, por ejemplo".
Al finalizar esta suerte de merienda comenzaba la tertulia, la cual consistía en un baile para toda la familia al tiempo que se servía el clásico copetín de la tardecita. "Para nosotros el trabajo era intenso. Antes que termine la tertulia ya estábamos preparando el comedor para la cena, y antes que termine la cena ya teníamos todo organizado para el baile".
Justamente con el baile, que concluía a la madrugada, se cerraba la agitada jornada, mientras que a la mañana siguiente muy temprano los Di Croce ya estaban en pie para servir el desayuno.
También hubo una época en la que el bar y el comedor del hotel servían de improvisada sala cinematográfica. Allí se reunía la gente a llorar o reír con las aventuras y desventuras de los galanes y las divas de la pantalla grande de otros tiempos.
Una de las primeras reformas que introdujo la familia Di Croce en el Hotel Claromecó fue la construcción de seis piletones junto a la entrada para que la gente pudiera asearse un poco al llegar de la playa. En el año 1942 se efectuó la primera ampliación importante: se construyeron 14 habitaciones y 5 baños.
Carlos Camilo Di Croce recuerda aquellos primeros años en el hotel con mucha nostalgia, según dice "porque éramos muy jóvenes". Lo cierto es que cada anécdota que narró para este periódico le dibujaba una sonrisa en su rostro.
"Era tanto el movimiento los fines de semana que, en el afán de darle habitación a la gente, nosotros nos quedábamos sin pieza. Por eso los sábados a la noche poníamos unos colchones arriba de la mesa de billar y dormíamos ahí, pero a las 7 de la mañana teníamos que despertarnos porque ya empezábamos a servir el café con leche".
Luego de la construcción de los piletones y antes de la edificación de las nuevas habitaciones, es decir en el año 1941, Di Croce padre erigió un escenario en el comedor del hotel, con lo cual durante los almuerzos y las cenas siempre había una orquesta tocando en vivo.
Entre los distintos servicios que el hotel prestaba a los turistas en los albores de la década del '40 se encontraba el de ir a buscar pasajeros a la estación de trenes de San Francisco de Bellocq. En esos años todavía funcionaba el ramal ferroviario que unía Bahía Blanca con Necochea, pasando por la localidad mencionada.

Verano de "vacas gordas"

Los veranos de antes no tenían nada que ver con los de estos tiempos de vacas flacas. La gente que salía de vacaciones se tomaba un mes entero. Por ello, cuando el hotel Claromecó alcanzó mayor popularidad, los pasajeros dejaban reservadas sus habitaciones de una temporada para la otra por un mes completo.
Los Di Croce, que con el tiempo formaron la sociedad Di Croce Hermanos, a la cual se incorporaron los dos hijos mayores del matrimonio, empezaron a tener reservas que les permitían saber con una temporada de anticipación quienes iban a ser instalados en prácticamente todas las habitaciones.
En enero el alojamiento estaba cubierto con gente de Buenos Aires o de otras ciudades y en el mes de febrero quienes hacían sus reservas eran los productores agropecuarios de la región.
"Hubo un año que en febrero vinieron de vacaciones los Vassolo y nos llenaron las habitaciones. Era increíble. Por ejemplo, en la habitación 301 estaba la familia Vassolo, en la 302 también estaba la familia Vassolo, y así. Eran como 50 personas con el mismo apellido", recordó con una sonrisa Di Croce.
Dentro de las paredes del Hotel Claromecó están guardadas las historias de verano de generaciones enteras de familias que han elegido al balneario para su descanso. Según contó Carlos Camilo, hay quienes empezaron a venir con sus padres cuando eran chicos en la década del '40. Hoy aquellos niños son adultos -en algunos casos hasta tienen nietos-, y continúan veraneando en Claromecó, parando en el hotel de las calles 26 y 7.


Fecha de publicación
Febrero del 2001

 
 
El Periodista de Tres Arroyos.
Tres Arroyos, Pcia. de Buenos Aires, República Argentina