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FUNEBREROS, UNA PARTICULAR MANERA DE GANARSE LA VIDA

Hombres de negro

Horacio Oldano, funebrero desde 1983, no le esquiva el bulto a la muerte. Tampoco a los prejuicios y temores que giran en torno a ella. Entrevistado por "El Periodista", a quién le contó detalles de la actividad, dijo que se siente "muy cómodo en su labor". Los pormenores de un trabajo para el que no sobran postulantes

¿Alguien tiene verdaderamente asumido el hecho de que algún día nos llegará la muerte?. Quizás como una idea de algo lejano todos lo pensamos, pero jamás como algo que irremediablemente nos ocurrirá, y sin previo aviso.
La muerte, esa paradoja de la vida, es injusta. Nos arrebatará todo lo bueno y malo que conocemos y nos dejará vacíos frente a lo desconocido que vendrá con ella. Nos asusta no saber de que se trata, la asociamos al dolor y el sufrimiento, por eso preferimos no tenerla cerca, ni siquiera en conversaciones. Todos simulamos que no está, que nadie nos avisó que existe, pero igualmente llegará, es inevitable.
Algunas personas aprenden a vivir con este karma, otras miran para otro lado y silban. Pero también están quienes no tienen más opciones que acostumbrarse a la muerte, simplemente porque se trata de su trabajo, de su manera de ganarse la vida.
La empresa fúnebre "Cereijo Sepelios" está herida de muerte. Desde que CELTA incorporó su división sepelios el negocio empezó a perder rentabilidad, hace unos meses despidió a buena parte de sus empleados y los que quedaron, que se han hecho cargo del control de la misma, no creen poder seguir mucho más. Más allá de esto, Horacio Oldano, uno de los trabajadores que sobrevivió al despido, conversó con "El Periodista" acerca del oficio de funebrero, una tarea que realiza desde 1983 y que seguramente casi nadie le envidia.
No es un trabajo que todo el mundo quiera hacer, es bastante difícil adaptarse a trabajar con muertos y no todos los que lo intentaron han podido soportarlo. "El primer tiempo es el más difícil, pero a lo que nunca te adaptás es a ver criaturas muertas. También es muy duro cuando se trata de personas accidentadas, porque a veces te encontrás con cada cosa...".
Horacio tenía 23 años cuando comenzó en la empresa Cerrini de Adolfo Gonzáles Chaves, allí aprendió el oficio y en 1987 empezó en Cereijo. Para él lo más importante en este trabajo es saber atender a la gente, dado que por tratarse de una situación traumática, es fundamental hacer que todo el trámite que implica un fallecimiento se resuelva de la forma menos tortuosa posible para los deudos.
Oldano fue encargado de la cochería chavense, de manera que conoce todos los secretos del oficio, a lo que deben sumársele los años de experiencia. "Es necesario conocer las cuestiones de papelería de las obras sociales y los trámites de defunción. También hay que aprender a conocer todos los tipos de ataúdes, porque tenés el estándar, el bueno y el muy bueno, y cada uno presenta más de 40 o 50 variedades".
La cuestión de los ataúdes no es menor, la calidad de la madera elegida por los familiares del fallecido tiene que estar en directa relación con el sitio donde irán los restos mortales. En este sentido, el empleado de la casa de sepelios debe saber sugerir qué tipo de madera ofrece mejores resultados en una bóveda o en la tierra.
Los féretros que serán alojados en una bóveda llevan una caja metálica en su interior en la cual hay "válvulas en las que se vierte un litro de formol, esto evita las emanaciones de olores".
Cuando el paso del tiempo deteriora un ataúd alojado en una bóveda, éste debe ser cambiado. En ese sentido las experiencias que podría narrar un funebrero son diversas y bastante desagradables, pero lo interesante es que "nada de todo lo que dicen con respecto al crecimiento del pelo o de las uñas es verdad. Eso es un mito. Además, cuando he tenido que hacer ese trabajo lo único que quiero es terminar de una vez e irme".
El cementerio municipal no cuenta con un espacio apropiado para realizar un cambio de ataúd, lo cual motivó que un encargado del lugar prohibiera por un tiempo que esa tarea fuera efectuada por el personal de la necrópolis. Como consecuencia, los empleados de las salas velatorias pasaron a ser los responsables del trabajo. Dicha orden fue levantada y en la actualidad todas las tareas que se realizan en el cementerio son llevadas a cabo por su personal. No obstante, los trabajadores de las empresas fúnebres tienen a su cargo la reparación de ataúdes y la soldadura de las cajas metálicas.
El costo de un sepelio está en directa relación con el valor del ataúd elegido. "Tenemos servicios desde $ 1000, pero se puede llegar hasta los $ 15.000. Hay ataúdes muy finos que valen una fortuna".
El ritual del velorio es interpretado de diferentes maneras por las personas. No obstante, la tendencia es que cada vez duran menos tiempo, no se realizan las agotadoras vigilias nocturnas y en muchos casos se procede directamente con el entierro. Otra costumbre que se va perdiendo es la de enviar flores.
"Cuando traemos una persona fallecida lo primero que hacemos es preparar el cadáver. Esto depende del pedido de los familiares. Algunos nos piden que lo vistamos, otros nos solicitan que lo dejemos con la ropa que traía puesta, que generalmente es el pijama o la ropa de cama. A veces, si se trata de un hombre, nos piden que lo afeitemos y, si es una mujer, que la maquillemos y la peinemos", dijo Oldano. Acto seguido se coloca al muerto en el ataúd, se pone la mortaja y luego se lo lleva a la sala velatoria.
"Al principio es difícil tocar a una persona muerta, por ejemplo para afeitar o maquillar, pero te acostumbrás, es tu trabajo y lo tenés que hacer, no te queda otra alternativa". Desde la irrupción del HIV y otras enfermedades infecto contagiosas, las personas que trabajan en empresas fúnebres están obligadas a utilizar guantes y hasta barbijos si fuera necesario.
Tal vez las mayores dificultades para adaptarse a un trabajo como el de Horacio se presenten al momento de tomar contacto con el dolor de los familiares. "Es muy duro ver sufrir a la gente, a veces he intentado consolarlos y en otros oportunidades me he quedado mudo, sin saber que decir, y en esos casos es preferible no decir nada".
En medio de tanta referencia permanente a la parca, el cronista de "El Periodista" no pudo evitar alguna carraspera que ponía de manifiesto cierta incomodidad. Además, la recorrida por el lugar donde están los féretros no podría decirse que fue un paseo digno de repetir. Pero, viendo los hechos desde el monitor de la computadora, es posible repensar la cuestión de la muerte y tal vez comprender que todos nuestros temores y terrores no son con ella, sino con lo que nuestra cultura ha hecho de ella.
Horacio narró una de las pocas anécdotas en torno de su trabajo que pueden ser contadas: "Habían asesinado a un hombre, cuyo cuerpo apareció varios días después. Al velatorio se presentó una mujer que lloraba desconsoladamente. La señora estaba tan mal que la tuvieron que sacar entre varias personas porque no podía ni caminar. Dos días después esa mujer y su marido fueron presos por ser los responsables del crimen".


Fecha de publicación
Junio del 2000

 
 
El Periodista de Tres Arroyos.
Tres Arroyos, Pcia. de Buenos Aires, República Argentina