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LOS SECRETOS QUE ENCIERRA LA PLAZA SAN MARTIN,
EL PRINCIPAL PASEO PUBLICO TRESARROYENSE
Plaza de almas
En el corazón de la ciudad, la Plaza San Martín
esconde sus secretos. Entre ellos, una piedra basal enterrada en 1910
y que nunca fue encontrada; una carta dirigida al intendente del 2034
y un obelisco que llevó al suicidio al paisajista. "El Periodista"
revela los misterios que encierra el principal paseo público tresarroyense
La familiaridad con la que se suele ver aquello
que nos es conocido no siempre posibilita descubrir todos sus detalles.
Esto nos anima a creer que es posible que muchos tresarroyenses ignoren
aspectos del entorno inmediato y que uno de los sitios que quizás
guarden innumerables secretos para los pobladores de este suelo sea la
histórica y céntrica Plaza San Martín, que justamente
por resultarnos tan cotidiana es probable que no sea observada con detenimiento.
En 1887, cuando la plaza aún no se llamaba San Martín y
tenía cuatro manzanas -las actuales, más las que hoy ocupan
la Iglesia Nuestra Señora del Carmen, la comisaría, el palacio
municipal y la Escuela Media 2-, Teófilo Gomila y otros vecinos
de la zona se preocuparon por la gran cantidad de caballos que eran dejados
allí por los propietarios de los carruajes que se usaban en la
época. Así fue como nació la idea de alambrar su
perímetro.
En aquellos años también era común que los comerciantes
radicados en el área cercana publicitaran su negocio estableciendo
como punto de referencia el incipiente paseo público. Normalmente,
los anuncios señalaban la distancia o la posición del comercio
respecto de lo que en aquel tiempo llamaban la Plaza Principal de la ciudad,
ya que la misma no tuvo nombre hasta el año 1889.
Precisamente, el 16 de enero de dicho año la plaza recibió
oficialmente el nombre de Máximo Paz, en homenaje al ex gobernador
de la provincia y amigo de Gomila y se la dotó de su primer alumbrado
público.
El nombre de San Martín no tardó mucho en llegar. Una ordenanza
municipal del 23 de noviembre de 1893 establecía, entre otras cosas,
la denominación actual del paseo.
El siguiente cambio importante que tuvo el lugar se produjo unos años
después, en ocasión de decidirse que los terrenos que hoy
ocupan los edificios públicos nombrados antes serían utilizados
justamente para la construcción de organismos oficiales. De este
modo, el perímetro que ocupa la plaza quedó reducido a su
actual extensión. Junto con esta modificación llegaron obras
muy importantes, como la apertura de caminos internos y la plantación
de varios árboles.
El 25 de mayo de 1910 la plaza fue el epicentro de los festejos del 100º
aniversario de la Revolución de Mayo y en la oportunidad se dejó
inaugurada la pirámide que lleva en su cúspide la estatua
de la Libertad, la misma que hoy está emplazada en la intersección
de Moreno, Libertad y Constituyentes.
A mediados de la década del '20 dicha pirámide fue quitada
para colocar la famosa logia, que además de haberse concebido con
un criterio muy artístico se emplazó allí con el
fin de utilizarla en actos oficiales y para conciertos públicos.
En 1944 la plaza tuvo nuevas modificaciones. Se quitó la logia
para darle lugar al monumento a San Martín, cuya piedra basal se
había colocado en ocasión del 50º aniversario de la
ciudad, celebrado en julio de 1935. Las remodelaciones incluyeron el rediseño
de los canteros, caminos internos y la apertura de los pasajes que sirven
para unir las avenidas Moreno y San Martín. Sin embargo, el monumento
al Padre de la Patria no fue colocado hasta el año 1952.
El aspecto actual de la plaza y su variada vegetación fue obra
del botánico paisajista Luis Meister, quien también tuvo
a su cargo el diseño del Parque Municipal Ángel Cabañas
y el recordado Parque Miedan, que fue motivo de una nota de este periódico
en septiembre pasado.
Pero además de lo dicho, la plaza principal de Tres Arroyos esconde
verdaderos secretos y alberga una gran cantidad de monumentos, monolitos
y placas con historia propia.
¿Dónde está
la piedra?
En 1910, como parte de los homenajes por el centenario de la Revolución
de Mayo, los italianos residentes en la ciudad decidieron construir
en la Plaza San Martín un monumento del que actualmente no
se tienen precisiones con relación a sus características
ya que el mismo nunca fue erigido, también por causas desconocidas.
Lo cierto es que durante los actos por los cien años de la
gesta de Mayo de 1810, la colectividad italiana colocó en
algún punto del paseo público la piedra basal del
monumento, enterrando allí varios elementos.
Según registros fotográficos de la época, dicha
piedra podría haber sido colocada en línea con la
segunda ventana del edificio de La Previsión y el mural que
exhibe una obra del artista plástico Raúl Soldi, pero
nunca se pudo establecer a qué profundidad. Lo concreto es
que en 1984, cuando la ciudad estaba llegando a su centenario, las
personas encargadas de organizar los recordados festejos que incluyeron
la visita del entonces presidente Raúl Alfonsín, realizaron
excavaciones en el lugar en la búsqueda de este verdadero
tesoro histórico y misterioso, pero no fue posible dar con
él.
No hace mucho tiempo se realizaron nuevas investigaciones en documentos
de la época procurando establecer el sitio exacto en el que
fue colocada la piedra fundamental del monumento que no fue, pero
tampoco se llegó a resultados satisfactorios.
La Sociedad Italiana, que posee un archivo histórico perfectamente
conservado, tampoco encuentra registros sobre aquel acto.
Lo cierto es que lo único que existe es el conocimiento certero
de que la piedra fue enterrada y una antigua fotografía algo
desdibujada, que hasta el momento no ha servido más que para
confirmar que la plaza sabe guardar muy bien sus secretos.
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Carta al intendente del
2034
Bajo el busto a Dardo Rocha también hay algo enterrado, pero
en este caso la memoria se preserva con exactitud.
Como parte de los festejos del centenario de Tres Arroyos se colocó
bajo tierra, al pié del monumento que recuerda la figura
del fundador de la ciudad, un cofre perfectamente sellado que contiene
varios objetos y que sólo debe ser abierto el 24 de abril
de 2034, cuando la ciudad llegue a sus ciento cincuenta años.
En el interior de esta estructura, que fue confeccionada con chapa
galvanizada por la firma Burattini, hay una gran cantidad de elementos
que dentro de 30 años seguramente serán vistos con
curiosidad y sorpresa.
Entre otras cosas, dentro del cofre enterrado en 1984 hay firmas
y datos personales de centenares de vecinos que llegaron allí
gracias a una convocatoria en tal sentido que promovieron los encargados
de los festejos del centenario. Esperando ser descubiertas por nuevos
ojos, también hay fotografías y diarios de la época,
un ejemplar de la guía telefónica de 1984, medallas
conmemorativas del centenario y una carta del ex intendente Jorge
Foulkes dirigida a su colega de cinco décadas más
tarde. Todo el contenido del arca está cubierto por la bandera
nacional.
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Por culpa del obelisco
El obelisco cubierto casi en su totalidad por placas que se encuentra
en uno de los canteros próximo a la calle Colón fue
emplazado allí en el año 1959, al celebrarse el 75º
aniversario de la fundación de la ciudad. La idea de sus
impulsores fue que el mismo sirviese como espacio para la realización
de futuros homenajes que implicaran la colocación de algún
tipo de placa.
Pero detrás de este monumento hay una historia triste que
sin dudas puede formar parte de otro de los secretos del paseo público.
Luis Meister, el paisajista que tuvo un rol destacadísimo
en darle a la Plaza San Martín su actual aspecto, estaba
muy disconforme con la erección de dicho monolito por considerar
que no armonizaba con el diseño del espacio. Tal fue su decepción
al no poder evitar que fuera construido que, entre otras causas,
atribuyen a esto su decisión de quitarse la vida en los días
en que se celebraba el nuevo cumpleaños de Tres Arroyos.
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Un pino único
Es el único de su especie en toda la plaza. Se trata de un
pino que fue plantado en el año 1952 en el marco de los homenajes
que se le rindieron al General Don José de San Martín,
que incluyeron la inauguración del monumento que lo recuerda.
La particularidad de este árbol es que nació de uno
de los únicos cuatro retoños que se obtuvieron del
famoso pino de San Lorenzo, cuya sombra sirvió de descanso
y lugar de meditación al Padre de la Patria.
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