LA MEDICA TRESARROYENSE ALDANA CAPRISTO Y SU VIDA ENTRE LA RIOJA, CUBA Y CLAROMECO
Cirugía mayor
Se recibió de médica en Cuba e hizo la residencia en Cirugía General en La Rioja, donde vivió desde los 8 años con sus padres también tresarroyenses. Ya con sus pergaminos en la mano decidió prestar servicios en el Hospitalito de Claromecó, así que volvió a hacer las valijas como tantas veces en su corta e intensa vida. Ahora, a sabiendas que tendrá que enfrentarse a una especialidad dominada por hombres, está dispuesta a quedarse. Aldana Capristo y una charla exclusiva con “El Periodista”

Como cirujana, Aldana tendrá que hacerse un lugar en un ámbito dominado por hombres. En ese contexto, y en el mes en que se celebra el Día Internacional de la Mujer, su historia es doblemente válida de reconocimiento
Hoy cumple turnos rotativos como generalista en el llamado “Hospitalito” de Claromecó, pero probablemente al cierre de esta edición de “El Periodista”, Aldana Capristo esté definiendo si su futuro apunta nuevamente a su Tres Arroyos natal donde quizá pueda, con la determinación que se advierte en su charla con este periódico, hacer valer su formación como cirujana y abrirse camino en un mundo que tanto acá como allí en La Rioja, donde vivió desde los 8 años cuando sus padres dejaron esta ciudad por razones laborales, está virtualmente dominado por hombres. Será otra vez el momento de hacer valijas, una cuestión que no la inquieta: lo hizo desde Tres Arroyos a La Rioja con su familia de origen, de nuevo a los 19 a Cuba donde terminó la carrera de Medicina, volvió a la provincia del noroeste, y el año pasado eligió Claromecó para trabajar y completar un nuevo periplo, en esta oportunidad ya acompañada por su marido y su pequeño hijo.
“Con mis padres y mi hermano nos fuimos de Tres Arroyos a un pueblito de La Rioja, y a mis 12, nos trasladamos a la capital provincial donde hice la secundaria y empecé la universidad en 2005. Cuando estaba en segundo año de la carrera, después de haber comentado alguna vez en un almuerzo una propuesta de hacer la especialidad de anestesia en Cuba que había aparecido en un diario, en julio llegó a manos de mi mamá una beca para ir a hacer la carrera de Medicina en Cuba, directamente. Cuando me lo dijo, a mis 19 años y con todas las ganas de comerme el mundo como cualquier adolescente, o quizá adulto joven mejor, le dije que sí. Unos 35 chicos nos presentamos en la delegación de La Rioja, hice los papeles y un 25 de enero de 2007 emprendimos viaje a Buenos Aires; llegamos a Ezeiza el 26 y esa misma noche viajamos a Cuba”, contó.
La medicina cubana
Los seis primeros meses en la isla fueron de nivelación, y en septiembre de 2007 Aldana comenzó la carrera, que cursó hasta la mitad de tercer año en Sandino, municipio de Pinar del Río, y luego finalizó en Camagüey. “Terminé en 2013; cursé la misma cantidad de años que aquí, con la diferencia que aquí los chicos ‘boyan’ mucho, van y vienen, no rinden las materias y allí no está esa opción: das el examen mal, tenés un recuperatorio; te va mal, te dan otro y si no lo aprobás, a tu casa”, recordó Aldana. Los primeros tres años recibió clases prácticamente en medio del campo, en un grupo de alrededor de 500 argentinos de los cuales un alto porcentaje desistió, en una suerte de propuesta de inmersión pensada para la dedicación exclusiva de los estudiantes. “A algunos les servía, a otros no, y a posteriori, ya en la ciudad, era otra cosa. Estábamos más cerca de todo. Pero de cualquier forma, quien iba con sus objetivos firmes, estudiaba. En 2013, después de mucho sacrificio –amo Cuba y le estoy eternamente agradecida pero no es lo mismo que Argentina, no tenemos las mismas posibilidades-, logré recibirme. Fue una experiencia increíble. Tal vez los que desistieron pensaron que iban de vacaciones, pero no era así. Lo cierto es que nos dieron todo y más, jamás nos faltó un plato de comida, nos proveían uniformes, los primeros tres años nos lavaban la ropa, hasta cuarto lo necesario para el aseo personal y un estipendio mensual”, destacó.
Respecto de la calidad de su formación, a la luz de que Cuba tiene un reconocimiento especial por su medicina, la tresarroyense advirtió que “si te fracturás un hueso, va a estar fracturado acá o en la China y la medicina es la misma. Lo que por ahí cambia es la manera: en Cuba la medicina es más humanitaria, los profesionales son más personas, hay vocación, se pone mucho el corazón y no hay negocio: ahí radica la diferencia. Debido al bloqueo, Cuba estuvo desprovista durante mucho tiempo de muchas cosas, y hubo que volver a antiguos métodos de diagnóstico, a las raíces, y salió a flote esa manera de enseñar. Pero además a nosotros se nos dejaba participar de todo, mientras que aquí los chicos están más restringidos. Hace poco yo terminé mi residencia en Cirugía General en La Rioja, y por el servicio pasaban muchos estudiantes cerca de terminar la carrera, por lo que uno no puede evitar hacer la comparación. Nosotros en Cuba podíamos hacer todo, escribir en las historias clínicas evaluados por los estudiantes más avanzados, residentes y médicos, y eso nos hacía involucrarnos más, interesarnos por saber más, y no se podía no estar a la altura de lo que ellos nos permitían hacer. Aquí no pasa lo mismo”, describió.
Un mundo de cirujanos
Tras rendir su final escrito, y recibir los resultados, un mes después Aldana volvió a su país, a La Rioja, y comenzó a tramitar la convalidación directa de su título, que consiguió unos meses después. En 2014 rindió y aprobó el examen único de residencia pero no logró acceder al cupo existente en el único Hospital Regional de la provincia, el Vera Barros. Trabajó en guardias de Medicina General –como ahora-, y al año siguiente lo volvió a intentar y entró al Servicio de Cirugía. “Fueron años difíciles. Obviamente el Servicio de Cirugía sigue siendo muy machista, y si bien éramos muchas las mujeres, siempre había favoritismo. Aun así hay cirujanos muy buenos en La Rioja y con muchas ganas de enseñar”, recordó Aldana, que en el segundo año como residente transitó un embarazo de alto riesgo y tuvo que volver a su casa hasta cumplida la licencia posparto.
Mamá de un varón, regresó al Servicio, para culminar la Residencia en noviembre de 2019. Fue entonces cuando supo que en Claromecó necesitaban un médico. “Me comuniqué, pregunté cómo era todo, agarré a mi pequeño, hice las maletas y llegué al Hospitalito donde me encontré con un grupo humano increíble, me trataron muy bien, gente muy dedicada, que desde el chofer de la ambulancia hasta las chicas de limpieza están abocados al paciente cuando es necesario”, sostuvo. Su marido, que cumple funciones en la administración pública riojana, tomó una licencia para acompañarla durante este verano en la villa balnearia, junto a uno de sus dos niños de un matrimonio anterior.
El futuro
Cuando esta edición de “El Periodista” se encuentre con sus lectores, estará finalizando el contrato de Aldana para cumplir funciones en Claromecó y es muy largo y firme el “siiii” que responde cuando se le pregunta si está dispuesta a quedarse por estos pagos. “En Claromecó, o en Tres Arroyos, vamos a ver qué ofrecen. Obviamente por mi especialidad no es lo mismo un lugar que otro pero no descarto ninguna posibilidad”, advirtió.
“Entiendo y sé por experiencia que entrar en un círculo quirúrgico no es sencillo, pero espero que nos conozcamos con los colegas, que ellos puedan confiar en mí y en mis capacidades y que tenga la oportunidad de demostrarles que estoy a la altura de lo que ellos hacen”, sostuvo, a sabiendas que incluso aquí se repite el patrón de mayoría masculina en el rubro. Pero no duda en afirmar que siempre fantaseó con la posibilidad de estar cerca de su lugar de origen, y de las playas a las que siempre regresó de vacaciones junto a su familia.
“Cuando terminé mi residencia automáticamente quedé desempleada, y al mismo tiempo estaba formando una familia y tenía que trabajar así que estaba dispuesta a ir al fin del mundo si era necesario. Si yo no trabajo además, lo que no se refuerza en algún momento se va perdiendo. Y eso es lo que no quiero que me pase. El trabajo es trabajo, además; nací en una cultura de trabajo, de padres y abuelos muy laburadores que nos inculcaron que había que trabajar para vivir y nada cae del cielo. Y yo misma desde los 15 años que siempre encontré algo para hacer y ganarme unos pesos, desde el negocio de mis padres hasta un local de ropa o una pescadería”, contó Aldana.
“Mi idea es empezar de a poco; tengo que estar, quizá primero como generalista, luego como ayudante y quién dice que mañana no sea yo la cirujana”, se ilusionó. Ganas y determinación no le faltan.