PASAPORTE - EL PRIMER VIAJE AL EXTERIOR DE EUGENIA CARDOZO
Un mundo de sensaciones
Cantante reconocida en la región, Eugenia fue invitada al casamiento de una amiga de la adolescencia, en España. Con sus ahorros tomó la decisión de ir, y lo que sigue es un delicioso relato de su anecdotario de viaje, que incluye temores y algún que otro malestar, pero sobre todo la satisfacción de una linda e inesperada experiencia
Eugenia Cardozo, una reconocida cantante, es nuestra entrevistada en esta edición de “Pasaporte” y acaba de vivir lo que fue la experiencia de su primer viaje al exterior, que significó toda una travesía llena de temores y sorpresas gratas.
Se casaba una amiga de su primera juventud en España y le llegó la invitación. Tenía un dinero ahorrado que alcanzaba para pagar el ticket aéreo y sobraba algo para la estadía, aunque sabiendo que sería alojada en casa de su anfitriona. Se dijo para sí que era la oportunidad de tomar una decisión sin antecedentes en su vida. ¿Por qué?
“Porque se casaba Marilin Madsen, una compañera de escuela en Orense que se radicó hace varios años en España con sus padres. Era una odisea para mí, porque nunca había viajado, más allá de conocer unos pocos pueblos de esta zona. Pero Ana Amat y si hija Eufemia me ayudaron y asesoraron para que dé el paso. Inicialmente llegué a Buenos Aires, ciudad que no conocía y donde me esperaba Eufe en la terminal. Durante los 3 días allí me hizo un tour por la capital donde conocí varios lugares muy lindos. Visité algunos shoppings muy grandes y me fui amigando con las escaleras mecánicas y los ascensores, que no conocía. Me hubiera gustado estar allí más tiempo. En las tardes solía pasar un momento de relax sentada en el banco de una plaza sobre la Avenida 9 de Julio, cerca de la casa de mi amiga. Disfruté mucho, menos la molestia de las palomas que se acercaban a cada momento. Después me enteré de que lo que buscaban era que les alcanzara comida, como hace mucha gente”.
Eugenia nació en Mar del Plata y su familia se vino para Orense cuando ella tenía 9 años. Allí le vio condiciones para el canto el recordado Daniel “Membrillo” González y la hizo subir por primera vez a un escenario con 4 amigas más. Anduvo por la zona con ellas y como solista. A los 14 años se fue a San Francisco de Bellocq donde vive actualmente. Despliega su talento en varios lugares, mientras que en verano es estable en el Hotel “Punta Desnudez” del Balneario Orense, donde Ana Amat le da toda su confianza para que anime las noches de los turistas que acuden al lugar.
Un desafío
Llegó el día de irse. La oportunidad de asumir sola el gran viaje al extranjero. Dejar atrás por un mes y medio a sus hijos, su pequeño pueblo rural, su país y comenzar con el desafío de inseguridades que da lo desconocido. Mientras preparaba su equipaje era un manojo de nervios, con miedos, angustias y algunas lágrimas que rodaban por su rostro.
“Eufemia me aportaba dosis de tranquilidad y me acompañó hasta último momento. Ella me había explicado todo lo relacionado a los movimientos internos en el aeropuerto hasta abordar y lo que resumió en dos conceptos: “ante cualquier duda preguntá y siempre seguí la manada”. Así todo, por momentos preguntaba, pero me contestaba algún pasajero en inglés o en otro idioma y me desorientaba aún más. Pero por sobre todo venía con los pensamientos de lo que me habían dicho muchos sobre el vuelo y me preocupaba eso. Me ayudaban las pantallas con los datos de todo tipo y ahora veo que si tuviera que hacer otro viaje lo asumiría más tranquila. Hice un primer trayecto hasta San Pablo donde aprendí un poco de cómo manejarme en el avión, a partir de cómo prenderme el cinturón y otras cosas. Era una aeronave más pequeña de la que me tocaría después de Brasil y se movía un poco. Grabé con mi teléfono la partida de Aeroparque, pero al poco rato comencé a descomponerme. Hubo una escala de hora y media en San Pablo y entendía muy bien el portugués, de manera que hice bien el recorrido interno para subir a otro avión mucho más grande. En los dos tramos hice trabajar bastante a las azafatas por mis angustias y pasos por el baño. Ya era conocida por la tripulación y cuando bajaba del avión el piloto me invitó a sacarme una foto en la cabina de comando, como recuerdo de mi primer viaje. Fueron todos muy amables conmigo y estuvieron siempre atentos a mis angustias temporarias”.
Definitivamente no fue fácil el primer viaje de Eugenia hacia otro mundo. Rompió la burbuja en la que vivía, pero también aprendió que hay otros paisajes y otras sensaciones más allá de los miedos.
“El segundo avión para el trayecto largo desde San Pablo a la capital española era mucho más grande y todo un lujo. Te daban manta, auriculares, una buena comida y pantallas en los asientos donde mirar películas o escuchar música y podías cargar tu celular. Fue un tramo más relajado y más entretenido. Pero en un momento, cuando toqueteaba todo como los chicos, descubro el itinerario del avión y veo que estábamos volando en medio del Atlántico y otra vez a descompuse y fui al baño con vómitos. Estaba con hambre cuando volví a mi asiento y al poco tiempo pasó la azafata con la cena, pero con tanto infortunio para mí que faltando dos filas para que nos tocara la comida a nosotros, se escuchó un mensaje del comandante anunciando que íbamos a entrar en una turbulencia, así fue como volvió el reparto de la cena para atrás y sólo pude cenar un rato más tarde cuando se normalizó la estabilidad del vuelo”.
Llegó la calma
El relato se dio con distintos momentos de abiertas carcajadas por las particularidades y anécdotas de la historia con visos tragicómicos.
“El viaje de vuelta fue mucho más grato. Ya me lo tomé con calma, volví de día y lo disfruté viendo las distintas imágenes de las nubes y los pequeños poblados desde lo alto”.
Llegó a Madrid muchos días antes del casamiento y pudo conocer la capital española. Se alojó en casa de su amiga, en la de sus padres ubicada en Fuencarral y en la de unos amigos argentinos que la contrataron para cantar en uno de los últimos 4 días de su estada en una parrilla argentina que tienen exitosamente en el Casal Guadalajara a unos 70 kilómetros de Madrid. En el casamiento de Marilin cantó el “Aleluya” durante la entrega de los anillos en un lugar parquizado llamado Finca “Llaves del Carmen”, donde se hizo la fiesta para numerosos invitados. Y unos días después probó cantar con una guitarra prestada, a la gorra en el Parque del Retiro, donde asisten pintores, caricaturistas, fotógrafos y cantantes para mostrarse ante los turistas, frente a un gran lago y el famoso Palacio de Cristal. Visitó también la Plaza de Toros, La Cibeles, El Oso y el Madroño, la Puerta del Sol donde está el kilómetro cero, el Escorial y mucho más.
“Me gustó mucho Madrid y me encantaría volver. Los habitantes son muy amables, pero más parcos que nosotros. Los argentinos nos destacamos por ser más extrovertidos y “amigueros”. Ellos cuidan mucho el consumo de agua, reciclan mucho en las casas particulares lo que son cartones, vidrio y demás, que depositan en contenedores que hay en las calles y no vas a ver ni un papel tirado en las aceras. Baldean diariamente las veredas, que se ven impecables. Los perros tienen chips en el cuello, correa y collar y los que no los poseen son trasladados a una perrera, donde son mantenidos. Otra cosa que despertó mi atención es que la policía trabaja en las calles, pero es asistida desde helicópteros que tienen cámaras infrarrojas para detectar irregularidades. Si bien la carne no es de la calidad de la nuestra, se come muy bien en España, aunque con horarios distintos. Tienen muy buenos fiambres, especialmente los jamones y su lucen con aceitunas de gran tamaño y sabor. Hay mucha variedad de pescados, mariscos y conejo. También son buenos los vinos y las tapas de varios platitos que se comparten generalmente con cerveza y papas fritas. Lo particular es que solo te cobran lo que tomas y las tapas van como un complemento sin costo. Lo que no me gustó fue la tortilla española porque la comen casi cruda y me quedo con la nuestra”.
¿Cómo encontraste la economía?
Con una moneda de ellos comprás un paquete de pollo, porque su plata vale, aunque en general no se si están tan bien. Los alquileres en muchos casos con compartidos por dos personas que pagan 400 euros cada uno por mes. El sueldo básico es de 1.080 o sea que no está fácil.
En definitiva y más allá de los miedos al avión fue un viaje muy grato.
Totalmente. Me quedé con ganas de permanecer más tiempo y conocer la parte de las playas y Barcelona, donde estuve a punto de ir, pero finalmente no me animé a viajar sola por si tenía inconvenientes. En el viaje de vuelta volví muy relajada en el avión, viendo películas y tarareando por lo bajo. Pude grabar el despegue y mucho más que subí a mis redes. Ahora, otra vez en mi medio, con mi gente y los deseos de seguir cantando para volver a viajar algún día.
Aun se nota un cierto acento castizo que se le pegó en su estadía española. Y atrás quedó la rutina pueblerina de toda su vida que ahora alterna con los bellos recuerdos que le significó viajar sola y tan lejos por primera vez. Salió de su zona de confort, venció sus miedos e inseguridades y el recuerdo de ese bello viaje le sigue produciendo emoción y mariposas en el estómago.