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NATALIA D'ANNUNZIO, LA TRESARROYENSE QUE
BRILLA EN EL CIRCO FELE DE VALENCIA, ESPAÑA
Pan y circo
Si alguien buscó su destino, no cabe duda, es
Natalia D'Annunzio. Con solo cien dólares en el bolsillo y muchas
ilusiones en la mochila viajó a España. Quería ser
actriz, estudiar danzas, bucear en el universo del arte y crecer en lo
que le gusta. Caminando tras ese objetivo, hizo de todo: desde lavar platos
hasta ser obrero de la construcción. Hoy, pasados cuatro años,
brilla en el Circo Fele, de Valencia. El Viejo Mundo la convirtió
en trapecista, en clown, en profesora de acrobacias de la Escuela Circense.
Ante "El Periodista", dejó entrever que los aplausos,
el reconocimiento, le permiten disfrutar del presente y olvidar por un
momento la eterna nostalgia, esa que le provoca estar tan lejos de casa
Dicen que si al franquear una montaña en la dirección
de una estrella uno se deja absorber por los problemas de la escalada,
se arriesga a olvidar cuál es la estrella que lo guía. Y
puede entonces que no la alcance nunca. En su escalada, Natalia D´Annunzio
siempre tuvo presente la estrella que seguía. Desde chica tenía
una certeza: quería ser actriz, estudiar danzas, bucear en el universo
del arte y crecer en lo que le gusta. Y no pararía hasta ver cristalizada
su aspiración. Tal convencimiento la llevó hasta España
a abrirse camino exponiendo su sensibilidad y su sonrisa hasta llegar
lejos en los derroteros del destino aunque no pueda evitar la eterna nostalgia.
Antes de ser artista, antes de convertirse en trapecista, antes de ser
el clown del circo Fele de Valencia, antes de ser profesora de acrobacia
en la escuela circense, Natalia se define como una chica de aquí,
que vive poniéndole pasión a lo que sabe hacer. Aunque ansía
volver cerca de los suyos, disfruta su presente y sabe que todo el sacrificio
vale la pena para seguir escalando hasta su estrella. El circo de Valencia
le abrió las puertas a un mundo anhelado. Y de ahí las cosas
le van saliendo y la llevan de acá para allá. Como toda
su historia, desde que decidió partir a la Madre Patria en busca
de oportunidades.
Salir al mundo
No había pensando en irse hasta que la atraparon las emociones
del viajero. De vacaciones en el norte, mochila a cuestas, se dejó
tentar por el camino. "Me había ido a Tucumán con un
amigo de teatro y dos chicas, de mochila. Luego me corté del grupo
sola y me gustó la idea de andar viajando. Una vez que agarrás
la carretera te gusta", confesó a "El Periodista"
días antes de partir hacia Valencia donde reside hace cuatro años.
En ese tiempo estudiaba teatro a distancia en Tandil. No estaba preparada
para dar clases ni para continuar la experiencia académica alejada
de las tablas: ella quería actuar. Lo hacía ensayando obras
y personajes con el grupo de teatro Media Res con el que aprendió
los gajes del oficio. Sabía que acá era difícil vivir
de lo que le gusta y quería ir por más. "Estaba en
segundo año pero veía a mis compañeros que terminaban
y no hacían nada. A mis viejos les costaba un montón mantener
la carrera, iba a terminar y me iba a poner a dar clases. Entonces digo
me voy y si quiero estudiar teatro o danzas me lo pago yo".
Fue una amiga de su madre quien sin querer le sugirió un destino.
Una mujer en Italia buscaba una compañera de viaje y ella se ofreció.
Tenía el pasaporte listo cuando el proyecto se derrumbó,
pero las ganas permanecían. Entonces por su cuenta decidió
dejar su ciudad atrás y salir al mundo a ver que pasaba. "A
los 22 años dije puedo ir y si me va mal me vuelvo. La idea no
era ir a hacer dinero, era empezar a hacer un poco lo que a mi me gustaba,
danza y teatro".
Sobreviviendo
Con Adriana Aranegui, compañera del grupo de teatro con la que
se reunían a hacer acrobacias en la plaza Torre Tanque apostaron
en esa dirección: la de abrirse camino con el espíritu abierto
a las sorpresas. Durante tres meses ayudó a su padre en la cosecha
de miel y en mayo partió hacia España con apenas cien dólares
en el bolsillo y una maleta repleta de sueños por cumplir.
"Nos quedamos un mes en la casa de un amigo, en la Puebla de Fernal,
una playa en Valencia. El nos dijo que fuéramos al puerto y pidamos
trabajo a alguien para limpiar barcos. Dimos con el jefe, nos dijo que
nos podía conseguir trabajo en Valencia y nos fuimos. Conseguimos
una habitación super pequeña para las dos que compartíamos
con un abuelo y un pibe de Ecuador que trabajaba en el Océano Grafic
que es un lugar como mundo Marino. Empezamos a trabajar limpiando ollas
en la cocina de ese lugar". Los comienzos no fueron fáciles
y en un año hicieron de todo para sobrevivir: fue empleada de limpieza
en el Palau de la Música, trabajó de camarera en un bar
y se ofreció como modelo de artistas. "Conocí a una
chica que tenía un taller de pintura. Fui y le dije que era modelo.
Me dijo que necesitaba para figura humana y empecé a trabajar como
modelo en ese taller".
Sin papeles, buscando un contrato de trabajo que le asegurara la residencia,
siguió empleada en una casa de fotografía, en otro bar,
de ayudante de cocina los fines de semana y terminó como albañil
en una empresa de construcción. "Adriana estaba trabajando
en otro bar y conoce a una familia que tenía una empresa de construcción.
Nos propusieron que nos daban los papeles si trabajábamos ahí.
No le hago asco a nada porque estoy acostumbrada a que aquí escasea
el trabajo. Empezamos a trabajar en la obra, una vez levantamos un piso,
otra vez una pared, hacíamos revoque fino, pintábamos. Estuve
un tiempo, al principio era duro, eran todos inmigrantes y nosotras las
únicas dos mujeres". En esas jornadas de trabajo duro alguna
vez pensó en retornar. Entonces se refugiaba en su solaz, las clases
de danzas y flamenco que había empezado en una academia. "Algunas
veces dije, joder, me vengo de allá, estoy dejando todo, porque
para mí es muy importante mi familia, estoy trabajando en esto
que no me genera nada. En ese momento me planteé volverme pero
siempre seguía haciendo clases de danzas, de flamenco y eso me
llenaba. Yo acababa de trabajar en la obra y me iba llena de tierra a
las clases".
El circo
Después de dos años a la deriva, apareció el circo
por casualidad. Una compañera nueva del grupo de danzas le indicó
la huella de un nuevo destino. "Allá nadie te va a decir que
hay casting. Cuando entra esta chica me acerco y ella me dijo que había
hecho un casting en el circo Fele hacía un mes, donde estaban buscando
chicas". Llamó por teléfono y le dijeron que el casting
estaba cerrado. Sabía que dentro de las fórmulas para alcanzar
lo que uno quiere, además de la pasión, sacrificio y talento
estaba la insistencia. Entonces insistió y consiguió la
prueba con el director y el profesor del Circo Nacional de Cuba. "El
profesor me tomó una prueba, sacó una colchoneta larga y
me hizo hacer acrobacias, luego a la cama elástica y luego al trapecio.
Yo en la vida me había colgado de un trapecio, porque impone, tenía
vértigo, me sentía fatal. Me dijeron que si aceptaba las
condiciones me podía quedar. Estuve un mes más en la obra
hasta que los del circo me pidieron que largara porque salía de
la obra a las dos de la tarde y no me daba el cuerpo para hacerlo todo".
Vida nómade
El circo donde trabaja hace dos años no es un circo convencional.
Es pequeño, con catorce personas en escena, muy cerca de los espectadores,
donde priman los espectáculos acrobáticos, no hay animales
ni presentador que anuncie el siguiente número sino que los números
componen una historia. Actúan 14 artistas de nacionalidades distintas
y Natalia es la única argentina. Empezó haciendo un número
de transición, experimentando acrobacias en un caballo de madera.
Al poco tiempo empezó a actuar y a adueñarse de las alturas.
"En la vida me había imaginado en un circo. Es más,
nunca me llamó la atención. Pero este circo era diferente
porque era pequeño, muy cerca de los espectadores. Había
mucho personaje, mucho teatro y mucha danza. Ahí me empezaron a
entrenar, aprendí a hacer trapecio, aro aéreo más
acrobacia. Desde niña había hecho gimnasia artística
con Silvia Thostrup y le agradezco porque ella es la que me dio la base
y es otro lenguaje que tengo". Se adaptó a una vida nomade
recorriendo España y le gustó. Le gustó eso de comprimir
sus pertenencias en valijas que se arman y desarman como si nada. Hasta
viajó a Brasil a participar de un festival internacional de Circo.
El clown
De tanto salir a escena le fue perdiendo el miedo al público. Se
animó a improvisar, a llevarse al extremo y dar rienda suelta a
una veta graciosa que descubrió arriba de las tablas. "De
pequeña fui muy loquita, de disfrazarme en las fiestas, cuando
sos grande tenés todos los pudores. Cuando empecé a hacer
teatro dije yo no sirvo para esto porque era super tímida. Eso
me lo sacó el circo. Mi trabajo es ir a entrenar y los fines de
semana viajar. Todos los días a las diez vamos a entrenar cuatro
horas diarias y luego hacés lo que quieras. El circo es muy libre,
el director me propuso ahora trabajar un personaje que sea desordenado,
despistado, como una niña caprichosa y tenés que improvisar
en escena ante el público. Ahora estoy con que me gusta un montón
el clown y sé que funciona, porque terminamos el espectáculo
y salimos a un túnel y la gente se me acerca, o luego vuelven los
niños con un dibujo para regalarme y me gusta mucho eso".
La eterna nostalgia
Reconoce que el circo le abrió las puertas hacia otro mundo. Pero
no se conforma con ser artista circense. Quiere ir por más. Sigue
tomando clases de danzas y en el camino descubrió que la docencia
también era lo suyo. "Si no hubiera pasado por el circo no
podría dar clases, mi profesor me enseñó toda la
metodología de la acrobacia y un día una chica me pide que
le de clases de acrobacia. Era una bailarina de clásico, me pidió
que vaya a su escuela. Me gusta enseñar porque me gusta mucho lo
que hago. Me fui a una escuelita de circo en Valencia, enseguida se armó
un grupo, luego me presenté en una escuela de teatro y escuela
musical y me llaman diciendo que tenían que armar Cats el musical
y que había mucha acrobacia y que necesitaba que le dieran una
mano. Empecé a dar un taller intensivo, la gente se enganchó
y ahora ya es una asignatura de la carrera".
En este andar de acá para allá va siguiendo las huellas
que le marca el destino, mechando sus pasiones en nuevas experiencias.
Y le ha salido bien. "Un compañero mío del circo me
propuso presentarnos en un festival de danzas en la escuela donde si ganabas
te podían dar becas. En el currículo le pusimos que éramos
del circo, nos dijeron que la propuesta le gustaba pero que éramos
profesionales. Por eso nos llamaron como compañía invitada
para la gala del cierre y a la gente le encantó. Un hombre nos
propuso presentarnos en el Festival de Burgos. Ahí me alejé
un poco del flamenco y empecé a tomar más clases de contemporáneo
para armar la pieza que presentamos y fue una experiencia increíble.
No sé como voy, las cosas me van saliendo y me van llevando de
acá para allá. Estoy en lo que me gusta, pero está
muy mezclado todo y yo le pongo a todo. También me fui a Suiza
a bailar flamenco con dos compañeras, fue en Ginebra e iba gente
de todas partes a participar. Como era el número de flamenco me
dejaron para el final, a la gente le gustó y fue otra experiencia
nueva".
Ahora intensifica las clases de contemporáneo y antes de regresar
por segunda vez a Argentina buscaban fecha para presentar un espectáculo
de danzas en un teatro en Valencia. Es lo que disfruta y le apasiona hacer
aunque le duela no poder compartirlo con los suyos. "Es la segunda
vez que vengo a Argentina. Tenía necesidad de ver a mi familia.
Allá estoy super bien, pero la gente está acá. Vos
vas evolucionando o no y nadie puede ver eso. Me di cuenta que no te llena
mucho evolucionar en la vida si no tenés a nadie cerca que lo vea
como tu madre, tu hermana o un amigo. Es muy duro eso, me gusta un montón
lo que hago pero estoy sola allá. Y la gente que me conoce de allá
conoce eso y no conoce lo que soy en realidad. Yo soy parte de aquí.
También me dan ganas de volver y hacer cosas aquí, pero
nadie apoya nada. Cuando me fui los chicos de Media Res estaban buscando
un lugar para ensayar y seguir haciendo teatro y dando clases. Vuelvo
después de dos años y están igual, y después
de cuatro siguen buscando lugar porque nadie les da nada. Me doy cuenta
después de haber trabajado en lo que trabajé, no puedo dejar
lo que me gusta, tengo necesidad de expresar". Es esa necesidad de
expresar la que la llevó lejos en los derroteros del destino siguiendo
su estrella. El aplauso, el reconocimiento, saber que crece en lo que
le gusta, corona el sacrificio del tiempo pasado, le permite disfrutar
del presente y olvidar por un momento la eterna nostalgia, esa que le
provoca estar tan lejos de casa.
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