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"DE FRANCESCO", EL UNICO VINO QUE PRODUJO TRES ARROYOS
EN SU HISTORIA, LLEGO A VENDER 200.000 LITROS POR MES
Días de vino y rosas
En un tiempo en que el vino está de moda en el
mundo entero, sirve recordar que Tres Arroyos tuvo su propia marca. Se
producían aquí, y se vendían solamente en la ciudad
y la región, alrededor de 200.000 litros por mes. Blancos y tintos
con sello tresarroyense se servían en casas y comercios del sudeste
bonaerense. "De Francesco" era el nombre estampado en la etiqueta.
A 17 años del cierre de la bodega, "El Periodista" alza
la copa y brinda en homenaje a su memoria. Exclusivo
En 1929, en un terreno situado en la intersección
de las avenidas Güemes y Rivadavia que había adquirido poco
antes, Vicente De Francesco construyó un local e inauguró
un almacén de ramos generales que llevaba por nombre su propio
apellido. El negocio ofrecía diversos productos y tenía
como principales clientes a los trabajadores rurales y los propietarios
de los campos situados al sudoeste de la ciudad, ya que en aquellos tiempos
la esquina mencionada era lugar de paso para la gente que iba rumbo a
las zonas de Casacallares, Dorrego y Pringles.
De Francesco era un inmigrante italiano llegado a nuestro país
en 1920 que había comenzado su vida aquí desarrollando el
oficio de carpintero.
Sin saberlo en aquel momento -en verdad nunca lo supo-, con la apertura
de aquel comercio, Don Vicente colocó la piedra basal de lo que
algunos años más tarde sería la sede de la única
firma local que produjo vinos en la historia de nuestra ciudad.
Ya por aquel entonces el almacén vendía vino suelto en damajuanas
de 10 litros. La bebida provenía generalmente de la provincia de
Río Negro, aunque la magnitud de los pedidos difícilmente
superaba uno o dos cascos (barriles) por mes.
Vicente, que falleció cuando tenía tan sólo 48 años,
tuvo cinco hijos: dos mujeres, Herminda y Carmen, y tres varones, Nicolás,
Victorio y Osvaldo. Estos últimos serían quienes al faltar
su padre se harían cargo del negocio familiar y lo reconvertirían
en la exitosa empresa que fue.
La muerte de De Francesco, ocurrida en 1940, sorprendió a todos
y obligó a sus descendientes a tomar las riendas del almacén
con el fin de proveerse la subsistencia. Inicialmente fueron los dos hijos
varones mayores, Nicolás y Victorio, quienes tomaron la responsabilidad
de manejar el comercio.
Si bien el almacén brindaba el sustento a la familia, los hermanos
resolvieron darle un cambio de rumbo que consideraron iba a mejorar sus
ingresos. Muy poco tiempo después de haberse puesto al frente de
la empresa resolvieron convertirla exclusivamente en un comercio mayorista.
Esta fue la primera modificación importante que tuvo el antiguo
negocio familiar, pero no fue la última ni tampoco la más
importante.
En 1945 se sumó a la firma el menor de los hermanos varones, Osvaldo,
y entre los tres resolvieron que era tiempo de volver a cambiar el rumbo
comercial. Para ello invitaron a sus hermanas a conformar una sociedad
pero éstas prefirieron mantenerse al margen, aunque les permitieron
hacer uso de la parte de la empresa que les correspondía para encarar
la nueva etapa.
Así fue como los hijos de Vicente hicieron nacer la sociedad De
Francesco Hermanos, que se dedicaría con exclusividad a la venta
de vinos fraccionados en su propia planta.
Cabe decir que desde que el negocio se inició, el subproducto de
la uva siempre estuvo entre las bebidas más vendidas por la firma,
lo cual no sólo los había convertido en conocedores del
tema sino que también resultó ser el impulso que necesitaron
para que se produjera el nacimiento de vinos De Francesco.
En los comienzos el producto llegaba desde donde casi siempre había
provenido: la provincia de Río Negro. Los De Francesco compraban
el vino en la bodega Cooperativa Ingeniero Huergo y en una modesta planta
instalada en un local ubicado en Güemes 45, a media cuadra del sitio
donde todavía funcionaba su local de ventas, fraccionaban la bebida
en forma artesanal introduciéndola en botellas de vidrio de un
litro. Allí mismo encorchaban, etiquetaban y disponían los
envases en los cajones de madera que se empleaban para el transporte.
Paulatinamente, De Francesco Hermanos fue creciendo, y con la evolución
llegaron más cambios. El vino comenzó a comprarse con exclusividad
en bodegas de Mendoza y San Juan, donde el producto era de mejor calidad;
la infraestructura de la planta se modernizó y pasó a ocupar
más metros cuadrados, lo que se logró adquiriendo terrenos
en los alrededores; y también fueron sumando más personal.
Todo esto lo consiguieron abasteciendo solamente a Tres Arroyos y las
localidades más próximas de la región, hecho que
demuestra la aceptación que tenía la marca entre la gente
de la ciudad y la zona.
El mecanismo de venta en esta localidad era simple, se tomaban pedidos
y se realizaba el reparto en transportes propios. Por su parte, la región
era atendida por distribuidores, pero con el tiempo también se
hicieron cargo de trasladar el producto en sus propios vehículos.
Cabe decir que en ninguna etapa de su vida comercial la firma De Francesco
Hermanos comercializó sus vinos mucho más allá de
la zona de influencia de nuestra ciudad. Este no es un dato menor a la
hora de medir la importancia de los logros de la empresa, ya que es inimaginable
la expansión que pudiera haber alcanzado si hubiese intentado llegar
a lugares más distantes dentro y fuera de la provincia de Buenos
Aires.
En 1960 la compañía vivió otro momento importante
de su evolución al concluir la obra de una moderna planta de fraccionamiento,
cuya estructura, a más de 15 años de la desaparición
de la firma, aún ocupa gran parte de la primera cuadra de la Avenida
Güemes.
En los comienzos de la década en la que nacieron la píldora
anticonceptiva, la minifalda, el amor libre y el psicoanálisis
se hacía cada vez más respetado, la familia De Francesco
había logrado expandir sus posesiones de una forma quizás
nunca imaginada por Don Vicente cuando descendió del barco que
lo trajo de Europa. Eran propietarios de los terrenos y edificaciones
cuyo frente ocupaban los primeros 100 metros de Güemes, los primeros
50 metros de Rivadavia y el mismo espacio de Betolaza. Vale decir que
eran dueños de media manzana. Pero irían por más.
Si bien las ventas nunca habían descendido, hacia el año
1965 advirtieron que sus clientes comenzaban a quejarse por las diferencias
en el sabor y el color que tenían los vinos. Es decir, el producto
no era parejo y los hermanos sabían cuál era la causa. Dado
que nunca se compraba a una misma bodega, sino a aquella que tuviera disponibilidad,
la marca no podía mantener una línea, cosa que comenzaba
a volverse importante ante un público cada vez más exigente.
Ese mismo año Victorio, Nicolás y Osvaldo, a quienes ya
les ayudaban sus hijos, decidieron que había que dar otro paso
importante para el mejoramiento de la empresa. Y no vacilaron. Viajaron
a San Juan con el propósito de adquirir una bodega. O sea, tan
sólo 20 años después de haber iniciado una empresa
dedicada a fraccionar vinos, los hermanos se habían convertido
en bodegueros.
Sin embargo, las inversiones no se detuvieron allí. El Estado Nacional
obligaba a todas las bodegas del país a ser titulares de un viñedo,
de manera que también compraron una viña de 40 hectáreas
en la localidad de Caucete.
Así, durante el resto de la vida de la empresa, los vinos De Francesco
se cortaban en bodega propia y se enviaban a Tres Arroyos por tren en
tanques de 45.000 litros que también eran propiedad de la firma.
De esta forma garantizaron a los consumidores un producto de calidad uniforme.
La bodega sanjuanina propiedad de la familia tresarroyense tenía
una capacidad de depósito de un millón de litros. Estaba
emplazada en la Calle Abraham Tapia 537, de la capital de aquella provincia.
En esta etapa, la empresa contó con 22 empleados en nuestra ciudad,
dos o tres en la bodega y contrataba tanteros en Caucete durante las épocas
de cosecha. Pero estos no son los únicos números interesantes
que pueden mencionarse. En promedio, de la planta de Güemes 45 salían
todos los meses unos 200.000 litros de vino que se consumían exclusivamente
en la localidad y los alrededores.
En su apogeo como compañía vitivinícola, De Francesco
Hermanos también creó marcas alternativas para comerciar
a costos más bajos, como por ejemplo "El Local" y "Topacio".
Además, lanzó al mercado un vino de edición limitada
que se llamó "80 Años" debido a que ésa
era precisamente la antigüedad que tenía.
A ese ritmo nadie podría suponer que esta importante empresa local
desaparecería de la noche a la mañana, pero lamentablemente
así fue.
En el año 1986 se sancionó una ley que procuraba poner límites
a las adulteraciones que cometían los fraccionadores del Gran Buenos
Aires. Y pagaron justos por pecadores. La normativa estableció
que en un plazo de algo más de un año, todas las empresas
que embotellaban vinos debían instalar sus plantas en el mismo
sitio donde estaba emplazada la bodega. En otras palabras, el vino debía
ser envasado en origen.
Muy pocos empresarios del sector fueron capaces de adaptarse a la medida
y poco a poco fueron cerrando sus establecimientos. De Francesco Hermanos
estuvo dentro de este grupo. Así, entre 1987 y 1988 los 200.000
litros de vino que mes a mes salían del edificio de la avenida
Güemes se secaron para siempre.
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