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EL AUGE Y LA CAIDA DEL PARQUE MIEDAN, UN ESPACIO
TRESARROYENSE QUE NUNCA DEBIO PERDERSE
El jardín de las delicias
El Parque Miedan fue un orgullo para Tres Arroyos. Tierras
pobladas de árboles de todas partes del mundo, con un zoológico,
un lago artificial y un paisaje imponente donde acudían los vecinos
los fines de semana para disfrutar del paseo. Hasta que un día
cayó en la desidia y el olvido. Ahora sólo quedan restos,
recuerdos de aquel oasis, a la espera de que alguien le tienda una mano.
"El Periodista" recrea el auge y la caída del paraíso
perdido
El Parque Miedan está en silencio. Hace
tiempo que comenzó su letargo, a la espera de que alguien lo reviva.
Aquel trozo de paraíso que se erguía con orgullo en la ciudad
cayó, como tantas otras cosas, en la desidia y el olvido de quienes
pueden poner manos a la obra para que vuelva a formar parte de las tradiciones
de un pueblo que los fines de semana se acercaba a disfrutar del paisaje.
Hoy sólo quedan restos, no ruinas, y recuerdos nostálgicos
que se acumulan en el sentir de cualquier alma permeable que haya sentido
la dicha de conocer esas tierras.
El parque fue una suerte de oasis verde que la mano de Amadeo Miedan creó
sobre dos hectáreas de terrenos repletos de pastizales frente a
los últimos chalets de Villa del Parque, al lado del arroyo Claromecó.
Junto a Luis Meister, un ingeniero agrónomo alemán que se
desempeñó como Director de Paseos Públicos de la
municipalidad, no dejó nada del diseño librado al azar y
lo diagramaron de la forma más perfecta. La casa principal se levantaba
imponente entre un jardín con glorietas y rosedales que inundaban
el aire con su perfume, en un entorno de tierras pobladas de árboles
que se convertían en el hogar transitorio de una multitudinaria
legión de churrinches que atiborraban sus ramas.
Frente a la casa se levantaba una pérgola de hormigón blanca
como una gaviota y cerca de ella una fuente, una gran taza de mármol
que terminaba en una fina figura de bronce. Un lago artificial circundaba
una loma salpicada de piedras, pobladas de cactus, donde los cisnes parecían
danzar a gusto como si fuese su hábitat natural.
El parque contaba con plantas de todas las especies, adaptando microclimas,
principalmente para los árboles tropicales que no soportaban la
luz intensa del sol, por lo que se habían cultivado especies alrededor
que formaban cuevas para albergarlos. También había frutales
y vegetación que no existían en Sudamérica y que
habían sido traídas desde lejos, como una higuera de la
India que formaba una sombrilla perfecta con sus ramas. Además
de la cautivante variedad de árboles y pinos, el parque tenía
también su zoológico de animales silvestres, con guanacos,
chajás, pavos reales, patos y hasta una mona que tenía su
propia casa en miniatura.
Cuando se inauguró un 6 de enero de 1934, su fundador Amadeo Miedan,
en ese entonces gerente del Banco Comercial, lo había pensado como
un refugio para los fines de semana, aunque desde siempre abrió
las puertas para compartir aquel pequeño paraíso con los
tresarroyenses, permitiendo el ingreso de la gente que los domingos llegaba
a tomar mate o a realizar paseos guiados para descubrir las bellezas del
parque.
Su nieta, Laura Miedan, nació en aquel lugar y ahí fue donde
aprendió a nadar, a andar a caballo y trepar a los árboles
más altos. Es por eso que los recuerdos le brotan como si no hubiese
pasado el tiempo. "Toda mi historia se vincula con el parque, desde
mi infancia hasta mi adolescencia, donde todas las tardes veníamos
con las chicas del internado del Colegio Holandés y cuando el director
tocaba la campana a las 18 volvíamos", dice en su casa cercana
al lugar que la vio nacer, donde se instaló ya de grande para aunque
sea poder contemplar cada mañana los árboles del parque
desde su ventana.
Al fallecer su abuelo, su familia vivió en el Parque Miedan hasta
que un año de inundaciones los alejó del lugar. "Tenía
12 años en ese entonces, y hubo ocho inundaciones y terminó
sacándonos el agua. Fue en el '55, después de la revolución
de Perón, porque me acuerdo que la pasamos ahí y que las
bombas que tiraban sobre los puentes nos rompieron los vidrios de la casa",
rememora.
Desde la ausencia del fundador y cuando la familia debió dejar
su casa, la historia dejó de ser lo que era y hoy solo quedan viejas
fotografías como elocuente testimonio del esfuerzo por mantener
aquel oasis natural. "Mi padre donó su parte a los Boy Scout
y como era un hombre muy derecho y de palabra no hizo nada por escritura.
Cuando lo donó impuso la obligación de que continuara llamándose
Parque Miedan y que se siguiera manteniendo en el estado en que lo recibían.
Pasaron muchos años y nunca tomaron posesión del parque,
las cláusulas no se cumplieron, se destruyeron las casas, hubo
robo, abandono y se llevaron hasta la fuente de mármol", dice
Laura, quien durante un tiempo luchó por recuperar aquello que
sentimentalmente le fue imposible abandonar.
Su idea era movilizarse para salvar aquel trazo de naturaleza que había
perdido su esencia originaria, y reconquistar el objetivo que desde su
creación había acariciado su abuelo. "El tenía
locura porque eso fuera algo lindo y sano y era una barbaridad lo que
estaba ocurriendo", expresa Laura, quien inició un largo peregrinar
para hacerse nuevamente de las tierras familiares, sueño que no
llegó a cumplir por obstáculos burocráticos y legales
que terminaron venciéndola. "Vivimos historias hermosas ahí,
y lo fundamental es que se hizo para algo lindo, se invirtió mucho
tiempo y amor. Cuando luchamos por recuperarlo, muchos chicos se ofrecieron,
uno con el tractor, otro con otra cosa, para trabajar y revivirlo, pero
no se pudo lograr", cuenta con cierta impotencia y confiesa que ya
no le quedan fuerzas para volver ahí. "Estoy en una etapa
distinta de mi vida y cierro los ojos y me dedico a esto que tengo. Ya
soy grande y no me puedo ocupar de todo. Lo que han hecho con el parque
es dramático, es terrible, acá se dejan perder las cosas
porque sí", lamenta, y en su mirada se entremezcla sin remedio
la resignación y la tristeza, aunque en el fondo alberga una llama
de esperanza de que alguien haga algo para recuperar aquel patrimonio
de la ciudad.
Es que el Parque está en silencio en el mismo lugar, inundado de
pastizales y malezas. Ya no conserva intactos sus recuerdos, pero se resiste
a abandonar el olor perfumado de los rosales. Sólo quedan restos,
no ruinas, a la espera de que alguien lo resucite de su abandono y vuelva
a revivir, como un pequeño paraíso que nunca debió
perderse.
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INICIATIVA DEL SINDICATO DE EMPLEADOS MUNICIPALES
¿Un polideportivo en el Parque?
El Parque Miedan está en manos hoy del Sindicato
de Empleados Municipales, quien proyecta darle una nueva vida con
una esencia quizás distinta a la de antaño, aunque
manteniendo el propósito de que la gente pueda volver a contar
con un espacio de recreación y esparcimiento.
Por estos días gestionan el marco legal de la posesión
del terreno que compartirán con los boy scouts, aunque hasta
que las negociaciones no se concreten la idea de crear en el lugar
un polideportivo avanza de manera lenta, ya que existe el temor
de perder cualquier inversión que puedan realizar. Mientras
tanto los boy scout, aquellos que recibieron el Parque como donación,
seguirán manteniendo un veinticinco por ciento del predio
agreste y natural para organizar allí sus actividades de
campamento.
El Sindicato tendrá posesión del Parque durante un
lapso de veinte años y para esto han elaborado un proyecto
que realizarán en etapas, cuyo objetivo final es convertir
el lugar en un polideportivo que cuente entre otras cosas con cancha
de fútbol, voley, tejo y una pileta de competición.
El proyecto se subsidiará con aportes del gremio y a través
de festivales y rifas que organizan para comprar los elementos que
necesitan. En otra instancia de trabajo se construirán los
fogones y juegos para niños, para que los fines de semana
puedan asistir los empleados y sus familias.
Hace cinco meses integrantes de la subcomisión de deportes,
junto a un grupo de colaboradores, limpiaron el lugar y sembraron
césped con la idea de tener para fin de año una cancha
de fútbol. "Siempre tuvimos en mente hacer un complejo
y la ventaja es que tenemos todo, máquinas, herramientas,
mano de obra, pero faltaba voluntad. Nosotros empezamos con la cancha
porque no tenemos un espacio donde tener los chicos y tenemos pensado
hacer ahí una escuelita de fútbol", dice un integrante
de la subcomisión, quien aclaró que antes de continuar
con los trabajos deberán cercar el lugar para evitar que
personas ajenas se inmiscuyan a destruir como ya lo han hecho en
varias oportunidades. "Es que cuando hicimos la canchita y
preparamos todo se nos metió gente y rompió todo.
Pisaron y tenemos que sembrar todo de nuevo. No hay control, no
tenemos seguridad, incluso se han hachado árboles",
describe como una postal que se ha repetido a lo largo de estos
años y que dio lugar a la pérdida de un patrimonio
que no se pudo recuperar y que ahora puede revivir, aunque con otra
esencia y otra finalidad.
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