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El Periodista



Marcelo Mammana: “Ya no sé si buceo para fotografiar o si mi primer interés es bucear. Sólo sé que necesito estar bajo el agua, y cuando lo estoy, necesito mostrar lo que veo. A veces cierro los ojos y me dejo estar, flotando a media agua, sintiendo la falta de gravedad. Respirando lentamente, totalmente relajado. Me siento... tranquilo”

 

 


BUZO Y FOTOGRAFO, EL TRESARROYENSE MARCELO MAMMANA
NOS SUMERGE EN LA BELLEZA DE LA VIDA SUBMARINA

Mundo Marino

Buzo y fotógrafo, el tresarroyense Marcelo Mammana se sumergió en costas y ríos patagónicos, en Brasil y en el Caribe, retratando con su cámara la belleza de la vida submarina. ¿Qué siente cuando está bajo el agua? ¿Qué se ve en las profundidades del mar? "El Periodista" y una entrevista para salir a flote a este ex vecino, cuyos relatos e imágenes se han publicado en relevantes revistas a nivel nacional e internacional. Exclusivo

"Cuando no necesitamos mostrar colores, y el sol es suficiente para descubrir luces y sombras, una nueva sensación de libertad nos invade". La frase pertenece al fotógrafo, buzo y médico Marcelo Mammana, quien vivió entre los 5 y los 18 años en Tres Arroyos. Está en su sitio de Internet www.light-underwater.com. Entrevistado por "El Periodista", Marcelo develó los secretos más íntimos de esta vinculación indisoluble que ha elegido disfrutar: el buceo y la fotografía. O al revés…

¿Desde cuándo buceás? ¿La fotografía ya había aparecido antes en tus gustos?
Buceo desde más o menos los 13 años. Nunca había hecho fotografía. De hecho, aprendí a fotografiar bajo el agua. Recién empecé a hacerlo en superficie cuando de las revistas me empezaron a pedir ese tipo de fotografías, para complementar las subacuáticas que aparecían en los artículos.
Desde que bajé por primera vez con una cámara, nunca dejé de hacerlo, salvo un día en Ushuaia en que se me inundó una (a todos nos pasa alguna vez). Ya se sabe, cuando no se tiene la cámara, aparece todo lo que se quería fotografiar. Lo mismo pasa cuando se termina el rollo. Mi primer rollo fueron 36 fotos azules, todas azules. Decepción total. Tengo alguna de esas guardadas. No sabía qué decirle al del laboratorio. Aprendí leyendo, mirando a otros fotógrafos, preguntando y fotografiando. En definitiva, es la única forma de aprender: equivocándose

¿Cuáles han sido tus lugares elegidos? ¿Y los favoritos?
Buceé en las costas y ríos patagónicos, en Brasil, en el Caribe. Cada lugar tiene su encanto. Desde las escolleras en Mar del Plata y Necochea, hasta los naufragios y arrecifes del Caribe. Desde las ballenas en Patagonia, hasta la Costa Verde de Brasil

Imaginamos que lo que se ve "allí abajo" debe generar una atracción irresistible para un fotógrafo…
Aunque uno esté acostumbrado a ver fotos subacuáticas muy coloridas, la realidad es que bajo el mar sólo se ven tonos de azul o verde. Bajo el mar, todo es monocromático. Sólo la luz del flash devuelve los colores que el agua absorbe. Siempre me gustó el blanco y negro. En casa había un par de libros sobre caza submarina, de la década del '30 o '40. Esas imágenes, en blanco y negro, con grano bien marcado, quedaron en mi memoria. Uso blanco y negro para grandes mamíferos marinos o para naufragios. Les da un tono dramático que a mi juicio las hace más interesantes. Por otro lado, hay criaturas muy pequeñas en las que su encanto reside en su colorido. Y en esto no hay límites geográficos. Es tan colorido un nudibranquio de la Patagonia, como un coral blando en el Caribe. Y para eso sí, uso película color. Ya no sé si buceo para fotografiar o si mi primer interés es bucear. Sólo sé que necesito estar bajo el agua, y cuando lo estoy, necesito mostrar lo que veo. A veces cierro los ojos y me dejo estar, flotando a media agua, sintiendo la falta de gravedad. Respirando lentamente, totalmente relajado. Me siento... tranquilo. Como si ese fuera el lugar más lógico donde estar, donde todos los problemas quedan atrás. Es como volver a un lugar del que no quiero apartarme nunca, o al que siempre quisiera volver

¿Buceás sólo o en equipo?
Me gusta bucear solo. Aunque compartir es una de las experiencias más enriquecedoras del buceo -como de cualquier aspecto en la vida-, disfruto mucho cuando estoy solo. Me gusta bucear de noche. El silencio es absoluto, sólo interrumpido por las burbujas que salen del regulador. La oscuridad es absoluta. Sólo se ve lo que la linterna nos muestra. Elimina lo que distrae y ayuda a concentrarnos, abstrayéndonos del resto. La vida no se detiene de noche. Es un ciclo. Los animales que descansan o se esconden de día, salen a la noche, y viceversa. El color es increíble, y los corales que durante las luces del día parecían piedras, aparecen de golpe cubiertos de delicadas criaturas que se mecen suavemente

De las expediciones que hiciste, ¿cuál fue la más impactante? Contanos algo de los atractivos, tanto de la fauna y flora submarina como de los elementos extraños al mar…
Me gustan los hierros retorcidos de los naufragios, que lejos de ser tumbas son los refugios perfectos para miles de animales. Explotan de vida. El contraste entre luces y sombras es abrumador. Las claraboyas iluminan pequeños ojos rojos que nos miran desde la oscuridad de una bodega. Un barco o un avión hundido están llenos de peces, corales, esponjas. No te cansas nunca de bucearlos. Los lugares de aguas cálidas tienen el encanto de la abundancia de color y luz, que todo lo inunda. Bucear en aguas frías es diferente. El peso del equipo necesario, complica las cosas. El frío en las manos nos vuelve torpes. Pero bucear en un bosque de algas es una experiencia casi mística. Uno se desliza sin esfuerzo entre grandes algas verdes, mientras los rayos del sol se filtran entre sus hojas. Como en una tarde en un bosque de pinos. Como los vitrales de una catedral. Bucear con ballenas nos muestra lo insignificantes y frágiles que somos frente a un gigante que nos puede eliminar con sólo mover unos centímetros sus aletas o su cola. Acercarnos y ver que nos sigue con la mirada, tocar su piel suave, nadar a su lado lentamente, es algo que no se olvida fácilmente. Jugar con lobos marinos hasta cansarnos de sus mordiscos y empujones. Todo eso tiene su encanto y a pesar de la incomodidad del traje y el clima, vale la pena

Finalmente, ¿el saldo es siempre positivo?
Cada una de estas cosas tiene también su lado no tan apasionante. El cansancio, las náuseas por el movimiento del barco o la lancha, la frustración de ver que la imagen perfecta que pensábamos habíamos obtenido, está fuera de foco o mal expuesta. En fin, como en todo, lo que importa es el camino y cómo uno disfruta del mismo. Con sus cosas maravillosas y sus sinsabores. Lo único que uno lamenta es lo que no ha hecho. Pero siempre hay tiempo...".

 
 
El Periodista de Tres Arroyos.
Tres Arroyos, Pcia. de Buenos Aires, República Argentina