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EN AFRICA, LA TRESARROYENSE MARIA ZANGONI
AYUDO A HACER "EL MILAGRO DEL AGUA"
Agua ardiente
Desde 2004, la tresarroyense María Zangoni
vive en Kenya, Africa. Llegó junto a su esposo, como miembros de
una ONG italiana, para concluir un proyecto de desarrollo en una zona
rural. Concretamente, hicieron "el milagro" de llevar agua a
una comunidad, cuyos miembros perdían hasta cien días al
año en la búsqueda del vital líquido, cargando para
su transporte bidones de hasta 15 litros en las espaldas. Hoy asentada
en Nairobi, la capital, y tras cuatro años de experiencia, la vecina
no deja de sorprenderse por "las desigualdades entre la gente, por
el solo hecho de haber nacido en un determinado lugar", y por "la
infinidad de maneras en que se puede vivir con dignidad". Entrevista
exclusiva de "El Periodista"
Desde que llegó a Kenya, hace ya cuatro años,
no deja de impresionarle la desigualdad de oportunidades que impera en
el mundo, marcada por el único hecho de haber nacido en un determinado
lugar. Las desventajas de desarrollo y oportunidades que aflige a la población
africana a lo largo de toda una vida son el resultado de un complejo engranaje
de múltiples capas de desigualdad. Aún en este contexto,
se sorprende al descubrir las infinitas maneras que el ser humano encuentra
de vivir con dignidad con muchos o escasos recursos. Por eso trabaja,
en el corazón africano, aportando su granito de arena para que
la desigualdad no sea un destino, sino que pueda enfrentarse mediante
el esfuerzo colectivo.
La tresarroyense María Zangoni arribó a Kenya en julio de
2004, acompañando a su marido Marco, a quien le propusieron concluir
un proyecto de desarrollo en una zona rural. Se trataba de darle continuidad
al Kathita Kiirua Water Project, un plan del Comité Europeo para
la Formación y el desarrollo de la Agricultura. El proyecto consistía
en la construcción de un acueducto en una zona seca del Meru, una
región en el centro de Kenia donde el agua potable siempre fue
un bien escaso. Hace unos años un misionero italiano, Giuseppe
Argese, siguiendo las huellas de los elefantes, encontró un río
en la selva del monte Kenya, una verdadera fuente de vida que durante
siglos estuvo oculta en la mitad de la selva. Comprobó que había
agua que podía canalizarse excavando túneles. Y puso manos
a la obra. A partir de ese momento empezó el trabajo del CEFA (Comitato
Europeo para la Formación y la Agricultura) con el Kathita Kiirua
Water Project, con la misión de alcanzar a la población
el elemento indispensable para la vida y acompañar a la gente en
un proceso de desarrollo sostenible. No disfrutar del derecho a acceder
al agua potable, condicionaba radicalmente el disfrute de todos los demás
derechos. La falta de agua provocaba que las poblaciones sean más
vulnerables a otros problemas: higiene, deficiencias de salud, educación
o agravamiento de la desnutrición. En Meru, las mujeres e incluso
los niños, perdían cerca de cien días al año
en la tarea de buscar agua en las escasas fuentes donde se encontraba,
recorriendo kilómetros con los bidones a sus espaldas.
Fueron las propias familias, desde los ancianos hasta los niños,
quienes ayudaron en la construcción de una represa, tanques y toda
la línea de conducción del agua para lograr lo que consideran
"el milagro": que el agua del Monte Kenya llegara cerca de sus
casas. El proyecto de compromiso social cambió la vida de la zona
y sus habitantes: mejoró las condiciones de higiene sanitaria,
disminuyeron enfermedades y, sobre todo las mujeres, recuperaron su tiempo
y con él la posibilidad de dedicarse a sus hijos, su educación
y participación en la comunidad. En una entrevista exclusiva con
"El Periodista", María Zangoni contó desde Nairobi,
donde habita junto a su marido y su hijo Giovanni, los alcances de una
experiencia que promueve la esperanza, pero por sobre todo la vida.
¿Cómo se compone tu familia?
Mi familia está compuesta por Marco, mi marido; Giovanni, mi hijo
de casi 2 años; y estoy esperando una nena que nacerá en
junio
¿Cuál es tu profesión? ¿Dónde estudiaste?
Hice la primaria y la secundaria en el Instituto Nuestra Señora
de Luján. Estudié Letras en la Universidad Nacional del
Sur, en Bahía Blanca, y cuando me fui a vivir a Italia, obtuve
el título de Licenciada en Lenguas Extranjeras, en la Universitá
degli Studi di Ferrara.
¿Cómo llegás a Africa?
A Kenya llegué en julio del 2004, cuando a Marco le propusieron
venir para concluir un proyecto de desarrollo en una zona rural. El proyecto
consistía en la construcción de un acueducto en una zona
seca del Meru, donde el agua se recogía solo durante las dos estaciones
de las lluvias. Las mujeres, y a veces los chicos, perdían unos
100 días al año en la tarea de buscar agua en las pocas
fuentes donde se encontraba., cargando en sus espaldas los bidones de
más de 15 litros, recorriendo kilómetros y kilómetros.
Hace unos años un misionero italiano, luego de haber hecho muchos
estudios en el terreno, siguiendo las huellas de los elefantes encontró
un río escondido en la selva del Monte Kenya. Allí empezó
el trabajo del CEFA (Comitato Europeo para la Formación y la Agricultura)
con el Kathita Kiirua Water Project.
¿Qué trabajo estás realizando
allí? ¿Con qué te encontraste cuando llegaste y cómo
han avanzado?
Cuando llegamos a Kenya nuestro trabajo en el Kathita Kiirua Water Project
consistía en dirigir las últimas obras de construcción
del acueducto y en formar a la gente sobre su uso, aspectos sanitarios
y la gestión de la sociedad del agua que se creó. El trabajo
en el KKWP estaba prácticamente terminado. Las personas que nos
habían precedido habían convencido a la gente que lograrían
llevar el agua desde la selva, por caminos impenetrables, hasta zonas
casi desérticas, y les habían pedido que contribuyeran en
el trabajo de colocar los tubos. Para ser miembro del Kathita Kiirua Water
Project cada familia excavó como mínimo 40 días (y
lo hacían todos, desde ancianos hasta chicos) Con la ayuda de técnicos
construyeron una represa, los tanques y toda la línea de conducción
del agua. Y por último establecieron el reglamento del funcionamiento
de la nueva cooperativa del agua con la formulación de una constitución.
En cada comunidad eligieron 5 representantes (de los cuales uno al menos
debe ser un joven y otro debe ser una mujer) y se establecieron las leyes,
precios, gestión del acueducto, etcétera. Cada ley se aprobó
después de discutirla en cada una de las comunidades, bajo el sol
o bajo un árbol. También los cursos de formación
eran al aire libre, sin ninguna tecnología. Y para transmitir ciertos
mensajes se inventaban dramatizaciones y juegos. Si bien aún ahora
el agua no ha llegado hasta las casas, las distancias que recorren para
ir a buscarla son menores; los chicos no faltan tanto a la escuela y las
mujeres tienen más tiempo para otras tareas del hogar; los animales
no mueren de sed y las vacas producen más leche; algunas personas
han iniciado el huerto con la irrigación gota a gota y ya no hay
conflictos entre vecinos por el agua. La "cooperativa" del agua
logra mantenerse sin ayuda de fondos extranjeros y el sistema participativo
se mantiene vigorosamente. Este último aspecto es importante, ya
que muchos proyectos de desarrollo fracasan porque la gente no los siente
como propios. En una de las últimas reuniones me conmovió
un anciano, padre de 10 hijos, preocupado por saber cuál de sus
hijos heredaría la tarjeta del Kathita Kiirua Water Project que
le permite pagar el agua a un precio menor y ser miembro de la cooperativa.
Persiste todavía el miedo que no haya agua para todos.
¿Cuál es el objetivo de la labor?
El objetivo de nuestro trabajo es acompañar a la gente en un proceso
de desarrollo sostenible, ayudarlos a resolver un problema o una necesidad
utilizando los recursos locales, teniendo en cuenta sus costumbres, y
con la ayuda de fondos internacionales que permiten llevar a cabo algunas
intervenciones de carácter técnico o formativo. La organización
para la que trabajamos se llama CEFA (Comitato europeo per la formazione
e l' agricoltura) que es una ONG de Bologna que nació de un grupo
de cooperativas agrícolas que sostienen que solo con el desarrollo
de la agricultura se puede iniciar un proceso de desarrollo en los pueblos.
Esta ONG también trabaja en Argentina, en Jujuy, con la participación
del INTA y de la Diócesis de Jujuy. Los fondos provienen fundamentalmente
del gobierno italiano, de la Unión Europea y de privados.
¿Cómo fueron los primeros tiempos?
¿De qué manera te insertaste?
Al inicio, e inclusive ahora, sigo teniendo las dificultades de la lengua.
En Kenya las lenguas oficiales son el Swahili y el Inglés, pero
cada región tiene su dialecto y en el área del Meru se habla
el Kimeru. Con las personas que vivían más cerca de la ciudad
o que habían estudiado lograba comunicarme en un inglés
básico. En las comunidades más alejadas, donde había
gente que no se había movido nunca del lugar, el único medio
era el kimeru. De todas formas, nos movemos siempre con asistentes sociales
que traducen nuestros diálogos. Otra de las dificultades que tuve
que afrontar fue el aislamiento. Eramos los únicos blancos en una
zona bastante alejada y es difícil hacerse de grandes amigos cuando
las diferencias sociales y culturales son tan amplias. Eramos privilegiados
que vivíamos en una casa con electricidad y agua, con todas las
comodidades, que nos movíamos en coche cuando la gente recorre
grandes distancias a pie. Y aunque parezca extraño, el color de
la piel también puede ser un condicionamiento. El hecho de ser
blanco en medio de una población negra es bastante intimidante.
Todos te miran. La gente en el interior quiere sacarse fotos con mi hijo
porque el "bicho raro" es él, y a veces sucede que los
nenes del lugar se largan a llorar cuando nos ven "tan blancos".
De todas formas, nos invitan a los eventos locales y a muchas celebraciones
de carácter privado (desde casamientos a funerales) y compartimos
con la gente local muchos momentos. La gente en el interior nos trata
siempre bien porque conocen el objetivo de nuestro trabajo, porque en
todos estos años han visto que los otros voluntarios que trabajaron
para el CEFA lograban lo que ellos consideran un "milagro",
que el agua del Monte Kenya llegara cerca de sus casas.
¿En qué ciudad estás viviendo?
¿Cómo es el lugar? ¿Cuánta gente vive allí?
Ahora que este proyecto ha terminado, vivimos en Nairobi, desde donde
seguimos otros proyectos relacionados con el agua (distribución
de tanques para la recolección de agua potable un pequeño
acueducto) y la agricultura (el cultivo y proceso de maníes y girasol)
en distintas regiones de Kenya. Cada tanto volvemos a Meru para controlar
el funcionamiento de la cooperativa del agua. Otras veces vamos a otra
zona de Kenya, cerca del lago Victoria, donde este año se produjeron
los episodios de violencia post-electoral que algunos diarios argentinos
contaron. Allí el gran problema es el SIDA, que incide en el promedio
de vida de las personas en Kenya, que es alrededor de 45 años.
Pero habitualmente estamos en Nairobi, la capital, una gran ciudad, con
grandes contrastes. El 80% por ciento de su población vive en los
slums o villas miserias con menos de un dólar al día. Y
por otro lado, existen lujosos centros comerciales e infinidad de actividades
y posibilidades si uno tiene dinero. En Nairobi se ve gente de todas las
razas, de todos los colores, de todas las religiones. La ciudad surgió
como una colonia inglesa, pero posteriormente muchísimos hindúes
inmigraron para dedicarse al comercio. Y uno puede encontrar personas
de todos los continentes, ya que aquí tienen la sede las Naciones
Unidas para el Africa, Unicef, embajadas de todo el mundo y tantas ONG
que operan en Somalia, Sudán y Kenya. En el paisaje urbano se mezclan
templos hindúes, iglesias católicas, protestantes, animistas,
de cultos locales y mezquitas. Vivir en Nairobi es tan riesgoso como vivir
en cualquier gran ciudad: grandes aglomeraciones de personas, tanta contaminación,
tráfico y mucha delincuencia.
¿De qué vive la mayoría de
la población? ¿Cuál es la principal fuente de ingresos?
La gente en la capital ocupa puestos administrativos, trabaja en organizaciones
internacionales, en comercios, o son empleados domésticos. En el
interior, según la región, viven de la agricultura o la
pesca o son pastores nómades que se desplazan durante el año
con las majadas de animales y con sus familias. En la costa y en las zonas
de los grandes parques nacionales, mucha gente vive del turismo. Casi
un tercio del producto interno bruto está representado por la agricultura:
té, café, caña de azúcar, sisal, legumbres,
frutas y flores que se exportan a Europa. El problema es que los cultivos
en gran escala y con maquinarias modernas están en manos de ingleses
o extranjeros y la gente local puede plantar maíz, papas, para
la propia subsistencia. En cuanto a las viviendas, varían también
de región en región, según los materiales que se
encuentran en los distintos terrenos y según la situación
económica de las personas. Se pueden ver chozas de pajas, construcciones
de piedra, o madera, o ladrillo. En general constituyen uno o dos espacios
que se usan para dormir y a veces comer, o refugiarse de la lluvia. La
gente cocina al aire libre y hace sus necesidades en las letrinas, cuando
las hay. En las ciudades es más fácil encontrar casas de
estilo occidental con muchas comodidades. Tener un coche es un lujo en
el interior y la gente recorre grandes distancias a pie, en carros tirados
por burros, y en el norte del país, en camello. El medio de transporte
público por excelencia es el llamado "matatu", una especie
de colectivo pequeño o combi hiper poblado de gente, bolsas con
verduras, o hasta alguna gallina y donde nunca falta la música
a todo volumen. La educación también es un privilegio para
pocos. Si bien el acceso a los estudios primarios es gratuito desde hace
pocos años, la familia tiene que pagar una cuota que no siempre
es accesible para todos. Muchas veces eligen que uno de los hijos vaya
a la escuela y el resto se quede en casa. El hijo que ha estudiado o que
tiene un buen trabajo tiene la obligación de ayudar al resto de
la familia. Los hospitales públicos que se encuentran en las ciudades
dan miedo. A Africa en general llegan medicinas que en otros países
del mundo no se producen más porque son dañosas para la
salud. Las industrias multinacionales que tienen que desembarazarse de
las medicinas que no lograron vender las donan a los países subdesarrollados
o realizan sus experimentos aquí.
¿Qué costumbres te llamaron la atención?
En realidad cada región tiene sus costumbres, ligadas a las creencias
de las diferentes tribus. Cuando vivía en la zona del Meru, participé
en una fiesta de iniciación a la vida adulta. A los 14 años,
el varón se construye una casa en el terreno donde viven sus padres
y allí permanece aislado durante un mes luego de su circuncisión.
El día de la fiesta van sus amigos a liberarlo y desde ese momento
el chico no puede entrar más en casa de su madre ni ella puede
entrar en casa del varón porque "ya es un hombre". También
me ha llamado la atención la dote que hay que pagar cuando uno
quiere casarse. Las familias de los novios se reúnen para decidir
el "valor" de la mujer (que se mide en capacidad de trabajo,
belleza, estudios) y el novio debe pagar una suma establecida en dinero
o animales. Otras costumbres que se relacionan con la alimentación
son el beber la sangre de los animales, como en algunas tribus nómades,
o comer insectos.
La visión que tenemos aquí es que
Kenya era un país tranquilo y pujante hasta que se produjeron conflictos
étnicos ¿A qué se deben esos conflictos? ¿Se
perciben en la vida cotidiana?
Es cierto, hasta hace poco Kenya era el país de Africa con mayor
desarrollo y estabilidad desde su independencia de los ingleses en 1963.
En diciembre del año pasado, cuando se efectuaron las elecciones,
comenzó el conflicto porque un grupo relacionado a una etnia y
diversos organismos internacionales denunciaron irregularidades en los
resultados electorales. El problema del Kenya es que cada grupo que llegó
al poder favoreció a su etnia. Sumado a la pobreza en que se vive,
la violencia comenzó entre los distintos grupos rivales y mucha
gente tuvo que escapar de sus casas, solo porque en su ciudad prevalecía
el grupo opositor. Hubo muchos muertos (la cifra oficial es de 1000) y
todavía hay muchos campos de refugiados. Finalmente los dos grupos
opositores llegaron a un acuerdo y ahora un grupo de coalición
gobierna el Kenya. En la vida cotidiana se vivía con miedo y nadie
salía de la casa. Las rutas estaban desiertas y algunos días
hubo desabastecimiento de alimentos de primera necesidad, como leche o
pan. Para los extranjeros, cada embajada tenía previsto un plano
de evacuación. La información que se obtenía era
a través de Internet, porque el gobierno censuraba las noticias.
De todas formas, los medios internacionales exageraron la situación
cuando compararon el Kenya con el genocidio de Rwanda.
Finalmente María, ¿qué fue
lo que más te ha impactado de esta experiencia de vida?
Es difícil responder a esta pregunta porque todavía estoy
viviendo esta experiencia y cuando uno se acostumbra a un espacio, una
circunstancia, es difícil alejarse para analizarla. Seguramente
el tiempo hará que perciba diversamente esta experiencia. Pero
en estos años no deja de sorprenderme la infinidad de maneras en
que se puede vivir con dignidad, con muchos o pocos recursos. Me impactan
las desigualdades entre la gente solo por el hecho de haber nacido en
un determinado lugar. Por último quisiera aprovechar esta oportunidad
para saludar a todos los amigos y ex-colegas de Tres Arroyos, a los que
no escribo nunca pero recuerdo siempre.
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