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Islote Barry, donde se asienta la base San Martín, visto desde el continente. Este está separado del islote por un canal de unos 20 metros que se cruza mediante un puente con cables, o caminando por el hielo en invierno, cuando el mar está congelado
Vista de la Bahía Margarita con algunas de las instalaciones de la base en primer plano
Témpanos varados cerca de la base. Una foca de Weddell descansa sobre uno de ellos
Foca de Weddell. Muy mansas, se acercan al islote y durante la primavera paren sobre el mar congelado
Marcelo Mammana en la Base San Martín, Antártida Argentina

 

 


DESDE LA ANTARTIDA ARGENTINA, ENTREVISTA AL
MEDICO Y FOTOGRAFO TRESARROYENSE MARCELO MAMMANA

Imágenes congeladas

Marcelo Mammana vivió desde los cinco años hasta finalizar el secundario en Tres Arroyos, donde aún reside una parte importante de su familia. Radicado en Buenos Aires, estudió medicina, se especializó en cirugía y se hizo experto en fotografía submarina. Tras bucear en aguas del Caribe, la Patagonia y otros atractivos puntos de la geografía, comenzó a soñar con la Antártida. Desde el 9 de marzo pasado, su aspiración se cristalizó y forma parte de la dotación permanente de la base San Martín, en Bahía Margarita. Desde este gélido e inhóspito lugar, en el que vivirá un año, le contó a "El Periodista" su increíble experiencia. Exclusivo

Marcelo Mammana pudo cumplir un sueño a través de una experiencia tan fascinante como extrema: vivir en la Antártida. Por un año, del que lleva poco más de cuatro meses, este médico y profesional de la fotografía submarina cuyos trabajos en este aspecto han recorrido las páginas de las publicaciones más importantes de la Argentina, comenzará y finalizará cada día en la Base San Martín, en medio de un islote con toda la magia y el rigor de la naturaleza helada.
A través de una comunicación con "El Periodista", Marcelo repasó las razones que lo llevaron a trasladarse hasta la base, el proceso de selección y la preparación previa a su participación en el grupo que partió hacia suelo antártico argentino en marzo último; y también dio curiosos detalles de la vida en aquel lugar tan distante y desconocido.
La llegada de Mammana a la Antártida comenzó a partir de una inquietud personal, y encontró su cauce en una necesidad puntual del equipo que se formaría con destino a la base. "Para este año necesitaban un médico, no había médicos militares disponibles y se abrió como una especie de concurso", relató. Hoy, su función en San Martín es la de médico de base, enfocada hacia una tarea especialmente preventiva. "Sobre todo en lo que tiene que ver con traumatismos, que es lo más frecuente. Las condiciones no permiten una buena evacuación, las posibilidades son limitadas, de manera que hay que evitar inconvenientes", explicó.

Dos pasiones
Marcelo nació en Buenos Aires y a los 5 años se radicó con su familia en Tres Arroyos. Apenas terminó la secundaria volvió a la capital federal, donde estudió medicina y aún reside. Se recibió en 1987, y desde entonces su vínculo con la ciudad en la que pasó su infancia y adolescencia se remite a la visita periódica a sus familiares.
Temprano aparecieron en su vida la idea de ser médico y una de sus pasiones, la fotografía; más tarde llegaría la curiosidad por la Antártida. "Siempre me pareció un lugar apasionante, pero sabía que no era fácil llegar. Me gustan además la medicina de urgencia y la fotografía, dos cosas que se pueden hacer aquí, y la verdad es que cuando surgió la posibilidad, no pensé que se iba a dar tan rápido", admitió.
Pero el contacto apareció, y finalmente Marcelo tuvo frente a sus ojos la posibilidad de concretar ese sueño. "Como pasa con la mayoría de las cosas que uno quiere, hay que estar preparado para esperar la oportunidad. Yo había hablado con unos amigos de mi interés por la Antártida, y justo uno de ellos está invernando, pasando el año en la base Belgrano, así que me contactó con el Comando Antártico del Ejército. Esto fue en mayo o junio del año pasado, y ya en agosto estábamos tratando de confirmar mi partida", recordó.
Aunque había que meditar bien la decisión de embarcarse, el profesional no tuvo mucho tiempo para pensar. "Los grupos para las bases se van armando bien temprano en el año. En agosto di el okey y a partir de ese momento me fui preparando en todo sentido. Al principio uno se entusiasma, pero cuando la cosa se ve venir más cerca surgen los miedos lógicos y las dudas por lo que no se conoce", confió.

La llegada
La preparación previa a la partida movilizó tanto aspectos profesionales como personales de la vida de Mammana. "Desde el punto de vista médico, soy cirujano general y hago cirugía de la mano, así que tuve que prepararme en todo aquello que había quedado un poco olvidado. Y en cuanto a lo personal, hay que prepararse uno mismo y a la familia, a los chicos, porque se piensa que es fácil y cuando llega el momento después uno se da cuenta de que no es tan así", admitió.
El viaje comenzó el 1 de marzo pasado, y el arribo a la base San Martín del equipo se produjo apenas 3 o 4 días después, aunque el clima recién les permitió desembarcar en la base el 9 de marzo. Allí, Marcelo formará durante un año parte de la dotación permanente de San Martín, una de las cinco bases donde la permanencia de los grupos es anual, junto a las de Jubany, Belgrano, Marambio y Esperanza. "Hay otras bases temporarias, que sólo abren en verano y están dedicadas especialmente a la investigación científica, mientras que en otras también se recibe a contingentes de investigadores que pasan unos tres meses para luego dejar a la dotación permanente", puntualizó Mammana.

Sin regreso
De estas bases anuales, el regreso es imposible hasta que se cumple el período de permanencia. "Es mucho el esfuerzo que se hace desde todo punto de vista, y tendría que haber una razón muy fuerte para volver al país. Además, únicamente las bases que tienen ciertas características desde el punto de vista geográfico y climático tienen posibilidades de evacuación, son las que están más cerca de la punta de la península. Las de grado 2, que están más al sur, y nosotros, que estamos a unos 67 grados sur no tenemos posibilidad de evacuación después de determinado tiempo por la gran cantidad de témpanos que hay, y porque el mar se congela durante el invierno. Hay que pensarlo bien antes de partir", sostuvo el médico.

Un día en la base
Desde su llegada a la Antártida, el cirujano cumple con una rutina laboral que en los primeros meses se extendía desde las 8 a las 13 y desde las 15 a las 18. Hoy, la extrema rigurosidad del clima y las características del día en suelo antártico modificaron esas pautas. "Ahora amanece a eso de las 10 de la mañana y el sol se pone a las 16, así que las actividades, que básicamente son de mantenimiento, se han limitado bastante. El horario a cumplir como trabajo es de 10 a 14, pero de todas maneras yo soy el médico así que si pasa algo tengo que estar dispuesto en cualquier momento", advirtió.
Además de la atención que eventualmente puedan requerir sus compañeros de equipo, en la actualidad Mammana cumple con tareas que tienen que ver con la organización de los aspectos sanitarios para cubrir cualquier tipo de accidente o siniestro que pueda ocurrir en la base. "Sobre todo incendios, que son los accidentes más frecuentes por la sequedad del clima, los materiales que se utilizan y la cantidad de combustible que se usa para la calefacción. Hemos preparado botiquines, elementos de campaña, básicamente", puntualizó.
Pero también desarrolla actividades comunes al resto de la dotación. "Hay tareas que se realizan desde el jefe hasta el último suboficial, como el turno 'de María', que es el de ayudante de cocina y limpieza de la base, que lo hace una persona por vez y para el que nos turnamos entre los 20 integrantes de la base. Otra de las actividades la llamamos 'hacer agua', y consiste en controlar los derretidores de hielo. Se disponen bateas con trozos de hielo, que se van derritiendo y con bombas se cargan los tanques de agua. Esto también se lleva a cabo por turnos y todo el mundo participa", explicó.

La experiencia más fuerte
Para Marcelo Mammana, habituado a los viajes, al buceo, a los lugares donde la naturaleza se expresa con su mayor fuerza, no hay dudas de que su vida en la Antártida es la experiencia más fuerte que le ha tocado atravesar. "He viajado, buceado, me gusta mucho el buceo nocturno, en naufragios, con ballenas, pero el lugar, el paisaje, las circunstancias y el hecho de que no es frecuente poder acceder y permanecer tanto tiempo, hacen que esta experiencia no sea comparable con ninguna otra", aseguró a "El Periodista".
Lo más difícil, algo de lo que Mammana ya había sido advertido, es la convivencia en la base. "Es un Gran Hermano sin posibilidad de salida. Somos 20 personas con su idiosincrasia. Y supongo, porque me lo han dicho, que la parte más difícil todavía no ha llegado, porque todavía estamos en la etapa de descubrir cosas, y los problemas llegan con la rutina diaria. Así salen a la luz ese tipo de dificultades, pero hay que ser tolerante y tener paciencia, y si se tiene un día malo, que cualquiera puede tenerlo, se trata de no compartirlo con los demás", admitió.
En San Martín no hay televisión satelital, una posibilidad de entretenimiento con la que cuentan otros destacamentos. "Pero el tiempo libre es realmente libre. Se miran películas, se navega por Internet, hay comunicación con la familia…Yo hago ejercicios, y con otros compañeros a veces salimos a correr, aún con vientos de hasta 70 kilómetros por hora. Y por supuesto está la fotografía, que es mi pasión y no me canso de practicarla. La base está en un islote, así que ahora que se congela el mar, podemos salir a caminar y ampliar un poco los paseos, porque hasta hace poco recorríamos todo en apenas una hora", relató.
La alimentación, otro de los aspectos que despierta curiosidad acerca de la vida en la base, es -al menos en este caso-, variada y, al parecer, muy rica en todos los sentidos. "Tenemos un cocinero que me gustaría llevarme a mi casa. Excelente, que prepara platos muy variados. Lo primero que se termina son las frutas y verduras, por las características de estos alimentos. Eso dura unas pocas semanas, pero de todas maneras se come de todo. Uno gasta mucha energía por el sólo hecho de estar en un ambiente muy frío, y si bien la ingesta calórica parece muy importante, el aumento del metabolismo por el frío -aunque no haya una gran actividad física-, hace que se compense el aumento de las calorías", comentó Marcelo.
Casado con otra médica, Pía, Marcelo Mammana se comunica a diario con su familia por teléfono -cuando la nieve no cubre las antenas-, por Internet, a través del mail o del programa Skype que le permite hablar y verse con los suyos, y de esta manera comparte su cotidianeidad, a pesar de la distancia, con Milagros, de 10 años, y Lucas, de 5, sus hijos.
Durante unos 8 meses más, un paisaje helado y el desafío de construir un día a día en condiciones más bien extremas le permitirán no sólo cumplir un sueño. También le abrirán las puertas a nuevos proyectos para los que sin duda estará más que preparado.

Fotografía submarina
Marcelo Mammana, según dice su sitio web Light- Underwater, comenzó a bucear a los 13 años. Nunca dejaría de hacerlo, pero sumergirse cobraría una especial magia cuando sumó esa pasión a la de la fotografía. De esta manera, las imágenes que ha captado de especies, naufragios y otros atractivos de las costas patagónicas, brasileñas y del Caribe han recorrido las páginas de las revistas de interés general más importantes de la Argentina, y por supuesto de publicaciones especializadas en buceo y turismo en general a nivel internacional.
Marcelo, que incluso supo dirigir una revista de buceo en los '90 llamada Easy Diver, se llevó su equipo fotográfico a la Antártida aunque las condiciones del lugar no le han permitido hasta el momento la fotografía submarina. Aún así, experimenta con tomas todo el tiempo dentro y fuera de la base San Martín. "Tengo la esperanza de poder hacer algo más adelante", confió a "El Periodista".


PUEDEN ESCRIBIRLE
Contacto en el Año Polar

A través de "El Periodista", Marcelo Mammana invita a quienes quieran escribirle a la base San Martín, a hacerlo al correo electrónico mmammana@yahoo.com. La invitación es especial para chicos de colegios tresarroyenses que, en el Año Polar Internacional, quieran emular a sus pares de otras escuelas del país estableciendo comunicación con la base para conocer las actividades que allí se llevan a cabo. No tienen más que escribirle, y seguro obtendrán respuesta.


 
 
El Periodista de Tres Arroyos.
Tres Arroyos, Pcia. de Buenos Aires, República Argentina