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Ilustración:
Griselda Collazos

 

 


MANUAL PARA INCAUTOS: LOS ENGAÑOS MAS FRECUENTES COMETIDOS POR DELINCUENTES EN TRES ARROYOS

Te cuento un cuento

Protegidos tras rejas y cuidados por perros y alarmas electrónicas, los tresarroyenses creen estar a salvo del delito. Nada menos cierto. Cuando crecen las barreras que separan al malviviente de su presa, más se aguza su ingenio. Así, secuestros telefónicos, dispositivos colocados en los cajeros automáticos y falsos operarios son la nueva pesadilla de la inseguridad urbana. "El Periodista", en un informe especial para no caer (otra vez), recrea las cinco modalidades más frecuentes del "cuento del tío" usadas en Tres Arroyos

Viejos como su denominación, los cuentos del tío parecen dispuestos a sobrevivir mientras alguna víctima inocente caiga en las redes de un tramposo. Pero además, en su versión actual, se han instalado como una forma de burlar las medidas que la población se esfuerza en tomar para evitar la confrontación con la creciente inseguridad. Sustitutas o compañeras de ruta de otras modalidades delictivas, como el asalto, el escruche o el arrebato, estas múltiples caras de la estafa son con frecuencia un despojo en sí mismas, o bien constituyen la puerta de acceso de un malviviente a un daño mayor para el incauto.
Cuando alarmas, códigos de identificación personal, rejas o fieros perros son la barrera que impide al malhechor hacerse del botín, es el ingenio el que se transforma en protagonista de la situación. El vecino, ocupado en sobrevivir de manera honesta en una lucha durante la que suele perder por goleada, poco conoce acerca de las tretas de quien seguramente logrará sorprenderlo. Entonces, no por viejas, algunas triquiñuelas dejan de ser efectivas.
En su versión callejera, los cuenteros simulan encontrar dinero perdido para terminar despojando a un transeúnte desprevenido del propio, o se aprovechan de la distracción de una mujer que hace sus compras para "birlarle" la cartera y, con convincentes argumentos, utilizar sus tarjetas hasta hacerlas "de goma" en un par de minutos. Todo antes de que la víctima, sorprendida en su buena fe o simplemente atareada en lo suyo, alcance a darse cuenta del despojo al que la sometieron. Ya a las puertas de una vivienda, un "disfraz" de operario de servicios suele ser suficiente para hacer "caer" al elegido. Y últimamente, también la línea telefónica puede deparar una sorpresa y un susto. En esta suerte de guía, "El Periodista" comparte con sus lectores características de los cuentos del tío que la crónica periodística -ya que muchos no se denuncian oficialmente-, ha registrado en los últimos tiempos en Tres Arroyos.

1.- "Un paquete de guita"
El cuento del timador que encuentra dinero en la calle y lo quiere compartir con el primero que pasa es tan antiguo como el mundo. Como ya se sabe, el engañado "custodiará" por un breve lapso la importante suma hallada por el desconocido, hasta que consumado el truco pierda esa plata (inexistente) y la propia, la que llevaba encima. En el medio, pases de manos y confusos encuentros con terceras personas harán que el incauto pierda el detalle de lo que ocurre a su alrededor y es en ese momento en que se consuma la estafa. Así, cuando el "generoso" desaparece, su víctima se encontrará con una bolsa en las manos que sólo contiene prolijos recortes de diario.
Es difícil, o al menos no ha pasado en Tres Arroyos, que los autores de estas maniobras sean convecinos. En general, se trata de personas oriundas de otras ciudades que aprovechan el desconocimiento de sus víctimas para lograr el éxito. De hecho, hace un par de meses un marplatense fue atrapado por la policía local en inmediaciones de una sucursal bancaria, cuando fue reconocido por una de sus presas y se disponía a perpetrar otro engaño.
Pero no fue el único. El año pasado, un tresarroyense perdió su jubilación y su preciado reloj en manos de un hombre que le pidió que lo acompañase a encontrar al dueño de un "paquete de plata" que había encontrado en la calle. Con ese argumento, el damnificado fue llevado por el embaucador desde una sucursal bancaria hasta la plazoleta ubicada detrás de la municipalidad. Por razones de "seguridad", el vecino debía guardar el dinero encontrado junto con el suyo. En el trayecto se produjo un encuentro con otras personas, y algunas situaciones que finalmente lo encontraron sentado en un banco de la plazoleta esperando al dueño de…¡Una bolsa con papeles de diario con forma y tamaño de billetes! Su jubilación y su reloj, en tanto, quedaron a disposición del solidario desconocido que minutos antes había vuelto a partir en busca del supuesto dueño del dinero encontrado en la calle. Hechos similares se registraron en varias oportunidades en la ciudad.

2.- Las "mecheras"
Conocidas desde siempre como "mecheras", en general son mujeres las expertas en distraer a un vendedor y hasta a ocasionales clientes para hacerse de prendas de vestir u otros elementos en un local comercial. Las dificultades, en estos últimos tiempos, no suelen ser pocas. Muchos propietarios han decidido colocar controles electrónicos con dispositivos adheridos a la mercadería, que emiten señales sonoras cuando el objeto atraviesa la salida sin pasar previamente por caja.
Estas barreras, ahora infranqueables para las "mecheras" que han causado dolores de cabeza a más de un comerciante del centro de Tres Arroyos, han obligado a las descuidistas a elegir otros métodos.
Así, una mujer que fue atrapada cerca del final del verano luego de cometer un ilícito, en la esquina de Moreno y 1810, había llevado la actividad delictiva a cierta "sofisticación", aún con mayor riesgo ya que la acompañaba una niña de unos 11 años. Convertida en ocasional cliente en un local de muebles y juguetes infantiles, una tarde distrajo a la vendedora y le robó la cartera.
De inmediato, y antes que su víctima advirtiera la maniobra, caminó una cuadra, dobló la esquina de Colón y 9 de Julio y se introdujo en un comercio de indumentaria. Allí, con singular habilidad y desparpajo, pidió varias prendas de vestir para ella, para la nena y hasta para un hombre. Gastó alrededor de 600 pesos, y tuvo tiempo de conversar con las simpáticas vendedoras. Les contó que su esposo trabajaba en la industria del petróleo, lejos de Tres Arroyos, y que aunque no le gustaba que ella gastara tanto en ropa, recién se iba a enterar de la importante compra que acababa de hacer cuando volviera de viaje, unos 20 días más tarde.
Pagó con la tarjeta de débito de su inocente víctima, que vio disminuido su saldo bancario en la abultada cifra, y hasta exhibió un poco a lo lejos el documento de la damnificada, en una maniobra que de tan rápida no fue advertida por las chicas del local.
La misma mujer, identificada como Elba Alvarez, oriunda de Bahía Blanca, fue la autora de una treta similar en la secretaría de la Escuela Nº1, donde la víctima fue una docente. Cuando cayó en manos de la policía, que fue en su búsqueda con los datos aportados tanto por la damnificada como por las empleadas del negocio donde había adquirido la ropa, todavía tenía consigo las prendas. Las pruebas fueron suficientes como para que en un fallo a conocer días atrás, Alvarez fuera condenada por el juez correccional Gabriel Giuliani a la pena de un mes y diez días de prisión de efectivo cumplimiento, en orden a los delitos de hurto calificado por la participación de un menor de edad, y hurto en concurso real.

3.- El "pescador"
El fiscal Gabriel Lopazzo investigó hace ya tiempo los primeros casos de uso del "pescador" en cajeros automáticos de esta ciudad. En aquella oportunidad, varios de los hechos coincidían con la presencia de hinchas de equipos visitantes que jugaban contra Huracán, por lo que se presumía que los estafadores eran foráneos.
Esta maniobra consiste en trabar la tarjeta en el cajero mediante la colocación de un hilo, un trozo de radiografía doblado o una falsa entrada adosada a la ranura por donde se introduce el plástico. Cuando el legítimo usuario advierte que el cajero ha retenido su tarjeta, un desconocido se ofrece a ayudarlo y le sugiere ingresar su código de identificación (PIN). Como el cliente vuelve a fracasar en su intento por recuperar el plástico, opta por retirarse del cajero y consultar al banco en el horario habitual. Mientras tanto, el "solidario" personaje simula también alejarse del lugar, aunque en realidad lo que hace es volver al cajero, recuperar la tarjeta enganchada en el "pescador", usar el PIN que retuvo en su memoria y saquear la cuenta del damnificado.
La detención de una pareja oriunda del conurbano, en el verano último, demostró -aunque no fueran los autores de los primeros hechos mencionados-, que la presunción del fiscal Lopazzo en torno a que los autores de estos trucos no eran tresarroyenses, no estaba errada. La joven, embarazada, se ofrecía a ayudar a los usuarios en los cajeros y su aspecto estaba lejos de toda sospecha. Y luego entre los dos consumaban la estafa. Mal no les había ido: viajaban en un impecable Audi negro.

4.- Falsos operarios y vendedores
Bastó el alerta ante un caso -aunque no se descarta que hayan existido otros-, para que, rápida de reflejos, la Comisión Amigos del Hospital Pirovano avisara a través de los medios de qué forma se comercializaba la tarjeta solidaria especial, aquella que puso en manos de una afortunada vecina nada menos que un "Escarabajo".
A caballo de un verdadero éxito que la gente ha coronado con su solidaridad y las ganas de tentar a la suerte, al menos un "avivado" quiso hacerse de algunos datos para, quizá más tarde, perpetrar hechos delictivos eligiendo como blanco a personas mayores.
Así, en la primera cuadra de la calle 25 de Mayo, y días después de lanzarse a la venta la "solidaria especial", un desconocido golpeó la puerta de la casa de un familiar de un integrante del Foro de Seguridad, para ofrecerle la tarjeta. Lo que a simple vista podía parecer un simple vendedor, se convirtió en un interrogador que no resultó ser del todo hábil porque la mujer que lo atendió advirtió el truco. Con engaños, para venderle el bono para el sorteo del auto pretendió conocer hasta la fecha en que la anciana cobraba la jubilación.
Mecanismos similares en la venta de otro tipo de elementos, o incluso pedidos de dinero para instituciones de dudosa existencia, son denunciados con frecuencia en la ciudad. Los autores de estas maniobras suelen elegir, como también ocurre a menudo con otros cuentos del tío, a ancianos que viven solos. Pero no siempre sus víctimas logran eludirlos.
A Alicia Colombo, de 90 años, no se le cruzó por la cabeza la posibilidad de que los simpáticos jóvenes que llamaron aquella tarde a su puerta no fueran los técnicos en electricidad que decían ser. Con la excusa de arreglar un desperfecto que no existía, lograron ingresar en su casa de 9 de Julio 582 y en pocos minutos revisaron algunos lugares hasta que finalmente se llevaron la plata que Alicia tenía en el monedero.
Apenas unos días antes, Alfredo Roteta, de 88 años; y Josefina Fernández, de 83, fueron damnificados por hechos parecidos. Al primero de los nombrados lo engañaron para que abriera la puerta de su vivienda, en Pueyrredón 1154. Cuando lo hizo, lo sorprendieron con un arma y lo despojaron de 100 pesos. A la mujer, los malvivientes también le mintieron, luego la sometieron a malos tratos y finalmente le sustrajeron 150 pesos.
Lamentablemente, este tipo de cuentos del tío son los que se usan en Tres Arroyos con mayor frecuencia. Quedan en la memoria de los vecinos varios relatos de ancianos que fueron obligados a permanecer fuera de sus casas tocando el timbre, por ejemplo, mientras los malhechores hacían de las suyas; o sosteniendo un foco o vigilando una supuesta fuga de electricidad despojados hasta de sus anillos y alhajas por los falsos electricistas "para no correr peligro"; casos en los que las víctimas franquearon la entrada de delincuentes que conocían algún dato clave como la existencia de una propiedad o un garaje en alquiler, y terminaron maltratadas y asaltadas.
Para evitar el uso de estos ardides, desde las empresas de servicios públicos se ha alertado en varias oportunidades a la población acerca de las modalidades de trabajo de sus operarios, que bajo ningún concepto se desarrollan dentro de casas particulares. Al cierre de esta edición, un trabajador de prensa relató a "El Periodista" que un desconocido intentó ingresar, a mediados de mayo, en la vivienda de sus padres ya mayores. Simulando querer arreglar la línea telefónica, intentó incluso impedir con su pie que el hombre que lo atendió pudiera cerrar la puerta. Fue expulsado de inmediato, en un ejemplo de cómo se debe actuar frente a este tipo de engaños.

5.- Secuestros virtuales
En los últimos dos meses, son muchos los tresarroyenses que han recibido en su casa o en el trabajo una llamada telefónica por cobro revertido. Una voz pregrabada anuncia que se trata de una comunicación proveniente del Servicio Penitenciario, y una vez que por distintas razones quien la recibe acepta la llamada, comienza el engaño.
El caso de mayor repercusión en la ciudad lo sufrió Estela Ubiría, esposa de un trabajador gráfico del diario local. La mujer aceptó la comunicación porque sus hijos estaban fuera de la casa, y fue entonces cuando una voz masculina le dijo que su esposo había sufrido un accidente. El desconocido se presentó como oficial de policía, y le aseveró que había dos choques de importancia, uno de ellos cerca del diario, y le pidió que le diera detalles de la apariencia de su marido para confirmar que se trataba de uno de los heridos.
La confusión de la víctima se acrecentó cuando llegó a su casa uno de sus hijos, y desesperada insistió en preguntarle a su interlocutor cómo estaba su esposo. Fue entonces cuando el falso accidente de tránsito pasó a ser un secuestro, del cual el trabajador gráfico era víctima al parecer por haber visto involuntariamente cómo sus captores cometían otro rapto. Como "rescate", la infortunada mujer fue obligada a comprar unas 30 tarjetas de teléfono, para lo que tuvo que dejar en línea a su hijo -de esta manera, los falsos secuestradores mantenían a la familia en vilo y sin posibilidades de comunicarse con el presunto cautivo-, trasladarse al centro de la ciudad, retirar dinero de un banco y hacer la compra. Todo en 20 eternos minutos durante los cuales sólo quería hacer lo que le ordenaban y volver a ver a su esposo con vida.
Tras dictarle a su interlocutor los números de las tarjetas, Ubiría cumplió con la instrucción de quemarlas en una olla de agua hirviendo y así comenzó a descubrir la trama oculta de aquella comunicación. Todo terminó cuando del otro lado del teléfono le aseguraron que dejarían al hombre en San Cayetano, y hasta allí debía ir a buscarlo. Cuando Estela se dio cuenta de que había caído en una trampa, ya era tarde, el susto todavía la hacía temblar.
En la Estación de Policía Comunal reciben casi a diario, desde hace meses, denuncias sobre este tipo de casos. Todos responden a una modalidad similar. Los llamados son recibidos en viviendas, oficinas, empresas, y en general los autores -aparentemente presos de las cárceles más cercanas-, intentan engañar a sus víctimas usando los datos que, en la confusión, ellas mismas les suministran. Es difícil que cuenten con información de antemano, aunque su manejo de las conversaciones suele hacer que quienes las reciben crean que sí la tienen. Con respecto a las denuncias, en las dependencias policiales se cumple con informar a los damnificados que es poco lo que se puede hacer para evitar este tipo de trucos. Basta con cortar la llamada cuando se anuncia que pertenece a una dependencia del Servicio Penitenciario -todas las comunicaciones que proceden de una cárcel de la provincia lo aclaran mediante una grabación al inicio-, y no aceptar cobros revertidos salvo que la persona que llama se identifique con claridad.
Mientras tanto, las únicas formas de prevenir los cuentos del tío, que suelen avergonzar a quienes "caen" en la trampa y por eso casi no se denuncian, son la desconfianza y la cautela. Dos cuestiones que, en los tiempos que corren, parecen ser lamentablemente una constante de cada vez más vínculos humanos.

 
 
El Periodista de Tres Arroyos.
Tres Arroyos, Pcia. de Buenos Aires, República Argentina