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MANUAL PARA INCAUTOS: LOS ENGAÑOS MAS FRECUENTES COMETIDOS POR
DELINCUENTES EN TRES ARROYOS
Te cuento un cuento
Protegidos tras rejas y cuidados por perros y alarmas
electrónicas, los tresarroyenses creen estar a salvo del delito.
Nada menos cierto. Cuando crecen las barreras que separan al malviviente
de su presa, más se aguza su ingenio. Así, secuestros telefónicos,
dispositivos colocados en los cajeros automáticos y falsos operarios
son la nueva pesadilla de la inseguridad urbana. "El Periodista",
en un informe especial para no caer (otra vez), recrea las cinco modalidades
más frecuentes del "cuento del tío" usadas en
Tres Arroyos
Viejos como su denominación, los cuentos del tío parecen
dispuestos a sobrevivir mientras alguna víctima inocente caiga
en las redes de un tramposo. Pero además, en su versión
actual, se han instalado como una forma de burlar las medidas que la población
se esfuerza en tomar para evitar la confrontación con la creciente
inseguridad. Sustitutas o compañeras de ruta de otras modalidades
delictivas, como el asalto, el escruche o el arrebato, estas múltiples
caras de la estafa son con frecuencia un despojo en sí mismas,
o bien constituyen la puerta de acceso de un malviviente a un daño
mayor para el incauto.
Cuando alarmas, códigos de identificación personal, rejas
o fieros perros son la barrera que impide al malhechor hacerse del botín,
es el ingenio el que se transforma en protagonista de la situación.
El vecino, ocupado en sobrevivir de manera honesta en una lucha durante
la que suele perder por goleada, poco conoce acerca de las tretas de quien
seguramente logrará sorprenderlo. Entonces, no por viejas, algunas
triquiñuelas dejan de ser efectivas.
En su versión callejera, los cuenteros simulan encontrar dinero
perdido para terminar despojando a un transeúnte desprevenido del
propio, o se aprovechan de la distracción de una mujer que hace
sus compras para "birlarle" la cartera y, con convincentes argumentos,
utilizar sus tarjetas hasta hacerlas "de goma" en un par de
minutos. Todo antes de que la víctima, sorprendida en su buena
fe o simplemente atareada en lo suyo, alcance a darse cuenta del despojo
al que la sometieron. Ya a las puertas de una vivienda, un "disfraz"
de operario de servicios suele ser suficiente para hacer "caer"
al elegido. Y últimamente, también la línea telefónica
puede deparar una sorpresa y un susto. En esta suerte de guía,
"El Periodista" comparte con sus lectores características
de los cuentos del tío que la crónica periodística
-ya que muchos no se denuncian oficialmente-, ha registrado en los últimos
tiempos en Tres Arroyos.
1.- "Un paquete de guita"
El cuento del timador que encuentra dinero en la calle y lo quiere compartir
con el primero que pasa es tan antiguo como el mundo. Como ya se sabe,
el engañado "custodiará" por un breve lapso la
importante suma hallada por el desconocido, hasta que consumado el truco
pierda esa plata (inexistente) y la propia, la que llevaba encima. En
el medio, pases de manos y confusos encuentros con terceras personas harán
que el incauto pierda el detalle de lo que ocurre a su alrededor y es
en ese momento en que se consuma la estafa. Así, cuando el "generoso"
desaparece, su víctima se encontrará con una bolsa en las
manos que sólo contiene prolijos recortes de diario.
Es difícil, o al menos no ha pasado en Tres Arroyos, que los autores
de estas maniobras sean convecinos. En general, se trata de personas oriundas
de otras ciudades que aprovechan el desconocimiento de sus víctimas
para lograr el éxito. De hecho, hace un par de meses un marplatense
fue atrapado por la policía local en inmediaciones de una sucursal
bancaria, cuando fue reconocido por una de sus presas y se disponía
a perpetrar otro engaño.
Pero no fue el único. El año pasado, un tresarroyense perdió
su jubilación y su preciado reloj en manos de un hombre que le
pidió que lo acompañase a encontrar al dueño de un
"paquete de plata" que había encontrado en la calle.
Con ese argumento, el damnificado fue llevado por el embaucador desde
una sucursal bancaria hasta la plazoleta ubicada detrás de la municipalidad.
Por razones de "seguridad", el vecino debía guardar el
dinero encontrado junto con el suyo. En el trayecto se produjo un encuentro
con otras personas, y algunas situaciones que finalmente lo encontraron
sentado en un banco de la plazoleta esperando al dueño de
¡Una
bolsa con papeles de diario con forma y tamaño de billetes! Su
jubilación y su reloj, en tanto, quedaron a disposición
del solidario desconocido que minutos antes había vuelto a partir
en busca del supuesto dueño del dinero encontrado en la calle.
Hechos similares se registraron en varias oportunidades en la ciudad.
2.- Las "mecheras"
Conocidas desde siempre como "mecheras", en general son mujeres
las expertas en distraer a un vendedor y hasta a ocasionales clientes
para hacerse de prendas de vestir u otros elementos en un local comercial.
Las dificultades, en estos últimos tiempos, no suelen ser pocas.
Muchos propietarios han decidido colocar controles electrónicos
con dispositivos adheridos a la mercadería, que emiten señales
sonoras cuando el objeto atraviesa la salida sin pasar previamente por
caja.
Estas barreras, ahora infranqueables para las "mecheras" que
han causado dolores de cabeza a más de un comerciante del centro
de Tres Arroyos, han obligado a las descuidistas a elegir otros métodos.
Así, una mujer que fue atrapada cerca del final del verano luego
de cometer un ilícito, en la esquina de Moreno y 1810, había
llevado la actividad delictiva a cierta "sofisticación",
aún con mayor riesgo ya que la acompañaba una niña
de unos 11 años. Convertida en ocasional cliente en un local de
muebles y juguetes infantiles, una tarde distrajo a la vendedora y le
robó la cartera.
De inmediato, y antes que su víctima advirtiera la maniobra, caminó
una cuadra, dobló la esquina de Colón y 9 de Julio y se
introdujo en un comercio de indumentaria. Allí, con singular habilidad
y desparpajo, pidió varias prendas de vestir para ella, para la
nena y hasta para un hombre. Gastó alrededor de 600 pesos, y tuvo
tiempo de conversar con las simpáticas vendedoras. Les contó
que su esposo trabajaba en la industria del petróleo, lejos de
Tres Arroyos, y que aunque no le gustaba que ella gastara tanto en ropa,
recién se iba a enterar de la importante compra que acababa de
hacer cuando volviera de viaje, unos 20 días más tarde.
Pagó con la tarjeta de débito de su inocente víctima,
que vio disminuido su saldo bancario en la abultada cifra, y hasta exhibió
un poco a lo lejos el documento de la damnificada, en una maniobra que
de tan rápida no fue advertida por las chicas del local.
La misma mujer, identificada como Elba Alvarez, oriunda de Bahía
Blanca, fue la autora de una treta similar en la secretaría de
la Escuela Nº1, donde la víctima fue una docente. Cuando cayó
en manos de la policía, que fue en su búsqueda con los datos
aportados tanto por la damnificada como por las empleadas del negocio
donde había adquirido la ropa, todavía tenía consigo
las prendas. Las pruebas fueron suficientes como para que en un fallo
a conocer días atrás, Alvarez fuera condenada por el juez
correccional Gabriel Giuliani a la pena de un mes y diez días de
prisión de efectivo cumplimiento, en orden a los delitos de hurto
calificado por la participación de un menor de edad, y hurto en
concurso real.
3.- El "pescador"
El fiscal Gabriel Lopazzo investigó hace ya tiempo los primeros
casos de uso del "pescador" en cajeros automáticos de
esta ciudad. En aquella oportunidad, varios de los hechos coincidían
con la presencia de hinchas de equipos visitantes que jugaban contra Huracán,
por lo que se presumía que los estafadores eran foráneos.
Esta maniobra consiste en trabar la tarjeta en el cajero mediante la colocación
de un hilo, un trozo de radiografía doblado o una falsa entrada
adosada a la ranura por donde se introduce el plástico. Cuando
el legítimo usuario advierte que el cajero ha retenido su tarjeta,
un desconocido se ofrece a ayudarlo y le sugiere ingresar su código
de identificación (PIN). Como el cliente vuelve a fracasar en su
intento por recuperar el plástico, opta por retirarse del cajero
y consultar al banco en el horario habitual. Mientras tanto, el "solidario"
personaje simula también alejarse del lugar, aunque en realidad
lo que hace es volver al cajero, recuperar la tarjeta enganchada en el
"pescador", usar el PIN que retuvo en su memoria y saquear la
cuenta del damnificado.
La detención de una pareja oriunda del conurbano, en el verano
último, demostró -aunque no fueran los autores de los primeros
hechos mencionados-, que la presunción del fiscal Lopazzo en torno
a que los autores de estos trucos no eran tresarroyenses, no estaba errada.
La joven, embarazada, se ofrecía a ayudar a los usuarios en los
cajeros y su aspecto estaba lejos de toda sospecha. Y luego entre los
dos consumaban la estafa. Mal no les había ido: viajaban en un
impecable Audi negro.
4.- Falsos operarios y vendedores
Bastó el alerta ante un caso -aunque no se descarta que hayan existido
otros-, para que, rápida de reflejos, la Comisión Amigos
del Hospital Pirovano avisara a través de los medios de qué
forma se comercializaba la tarjeta solidaria especial, aquella que puso
en manos de una afortunada vecina nada menos que un "Escarabajo".
A caballo de un verdadero éxito que la gente ha coronado con su
solidaridad y las ganas de tentar a la suerte, al menos un "avivado"
quiso hacerse de algunos datos para, quizá más tarde, perpetrar
hechos delictivos eligiendo como blanco a personas mayores.
Así, en la primera cuadra de la calle 25 de Mayo, y días
después de lanzarse a la venta la "solidaria especial",
un desconocido golpeó la puerta de la casa de un familiar de un
integrante del Foro de Seguridad, para ofrecerle la tarjeta. Lo que a
simple vista podía parecer un simple vendedor, se convirtió
en un interrogador que no resultó ser del todo hábil porque
la mujer que lo atendió advirtió el truco. Con engaños,
para venderle el bono para el sorteo del auto pretendió conocer
hasta la fecha en que la anciana cobraba la jubilación.
Mecanismos similares en la venta de otro tipo de elementos, o incluso
pedidos de dinero para instituciones de dudosa existencia, son denunciados
con frecuencia en la ciudad. Los autores de estas maniobras suelen elegir,
como también ocurre a menudo con otros cuentos del tío,
a ancianos que viven solos. Pero no siempre sus víctimas logran
eludirlos.
A Alicia Colombo, de 90 años, no se le cruzó por la cabeza
la posibilidad de que los simpáticos jóvenes que llamaron
aquella tarde a su puerta no fueran los técnicos en electricidad
que decían ser. Con la excusa de arreglar un desperfecto que no
existía, lograron ingresar en su casa de 9 de Julio 582 y en pocos
minutos revisaron algunos lugares hasta que finalmente se llevaron la
plata que Alicia tenía en el monedero.
Apenas unos días antes, Alfredo Roteta, de 88 años; y Josefina
Fernández, de 83, fueron damnificados por hechos parecidos. Al
primero de los nombrados lo engañaron para que abriera la puerta
de su vivienda, en Pueyrredón 1154. Cuando lo hizo, lo sorprendieron
con un arma y lo despojaron de 100 pesos. A la mujer, los malvivientes
también le mintieron, luego la sometieron a malos tratos y finalmente
le sustrajeron 150 pesos.
Lamentablemente, este tipo de cuentos del tío son los que se usan
en Tres Arroyos con mayor frecuencia. Quedan en la memoria de los vecinos
varios relatos de ancianos que fueron obligados a permanecer fuera de
sus casas tocando el timbre, por ejemplo, mientras los malhechores hacían
de las suyas; o sosteniendo un foco o vigilando una supuesta fuga de electricidad
despojados hasta de sus anillos y alhajas por los falsos electricistas
"para no correr peligro"; casos en los que las víctimas
franquearon la entrada de delincuentes que conocían algún
dato clave como la existencia de una propiedad o un garaje en alquiler,
y terminaron maltratadas y asaltadas.
Para evitar el uso de estos ardides, desde las empresas de servicios públicos
se ha alertado en varias oportunidades a la población acerca de
las modalidades de trabajo de sus operarios, que bajo ningún concepto
se desarrollan dentro de casas particulares. Al cierre de esta edición,
un trabajador de prensa relató a "El Periodista" que
un desconocido intentó ingresar, a mediados de mayo, en la vivienda
de sus padres ya mayores. Simulando querer arreglar la línea telefónica,
intentó incluso impedir con su pie que el hombre que lo atendió
pudiera cerrar la puerta. Fue expulsado de inmediato, en un ejemplo de
cómo se debe actuar frente a este tipo de engaños.
5.- Secuestros virtuales
En los últimos dos meses, son muchos los tresarroyenses que han
recibido en su casa o en el trabajo una llamada telefónica por
cobro revertido. Una voz pregrabada anuncia que se trata de una comunicación
proveniente del Servicio Penitenciario, y una vez que por distintas razones
quien la recibe acepta la llamada, comienza el engaño.
El caso de mayor repercusión en la ciudad lo sufrió Estela
Ubiría, esposa de un trabajador gráfico del diario local.
La mujer aceptó la comunicación porque sus hijos estaban
fuera de la casa, y fue entonces cuando una voz masculina le dijo que
su esposo había sufrido un accidente. El desconocido se presentó
como oficial de policía, y le aseveró que había dos
choques de importancia, uno de ellos cerca del diario, y le pidió
que le diera detalles de la apariencia de su marido para confirmar que
se trataba de uno de los heridos.
La confusión de la víctima se acrecentó cuando llegó
a su casa uno de sus hijos, y desesperada insistió en preguntarle
a su interlocutor cómo estaba su esposo. Fue entonces cuando el
falso accidente de tránsito pasó a ser un secuestro, del
cual el trabajador gráfico era víctima al parecer por haber
visto involuntariamente cómo sus captores cometían otro
rapto. Como "rescate", la infortunada mujer fue obligada a comprar
unas 30 tarjetas de teléfono, para lo que tuvo que dejar en línea
a su hijo -de esta manera, los falsos secuestradores mantenían
a la familia en vilo y sin posibilidades de comunicarse con el presunto
cautivo-, trasladarse al centro de la ciudad, retirar dinero de un banco
y hacer la compra. Todo en 20 eternos minutos durante los cuales sólo
quería hacer lo que le ordenaban y volver a ver a su esposo con
vida.
Tras dictarle a su interlocutor los números de las tarjetas, Ubiría
cumplió con la instrucción de quemarlas en una olla de agua
hirviendo y así comenzó a descubrir la trama oculta de aquella
comunicación. Todo terminó cuando del otro lado del teléfono
le aseguraron que dejarían al hombre en San Cayetano, y hasta allí
debía ir a buscarlo. Cuando Estela se dio cuenta de que había
caído en una trampa, ya era tarde, el susto todavía la hacía
temblar.
En la Estación de Policía Comunal reciben casi a diario,
desde hace meses, denuncias sobre este tipo de casos. Todos responden
a una modalidad similar. Los llamados son recibidos en viviendas, oficinas,
empresas, y en general los autores -aparentemente presos de las cárceles
más cercanas-, intentan engañar a sus víctimas usando
los datos que, en la confusión, ellas mismas les suministran. Es
difícil que cuenten con información de antemano, aunque
su manejo de las conversaciones suele hacer que quienes las reciben crean
que sí la tienen. Con respecto a las denuncias, en las dependencias
policiales se cumple con informar a los damnificados que es poco lo que
se puede hacer para evitar este tipo de trucos. Basta con cortar la llamada
cuando se anuncia que pertenece a una dependencia del Servicio Penitenciario
-todas las comunicaciones que proceden de una cárcel de la provincia
lo aclaran mediante una grabación al inicio-, y no aceptar cobros
revertidos salvo que la persona que llama se identifique con claridad.
Mientras tanto, las únicas formas de prevenir los cuentos del tío,
que suelen avergonzar a quienes "caen" en la trampa y por eso
casi no se denuncian, son la desconfianza y la cautela. Dos cuestiones
que, en los tiempos que corren, parecen ser lamentablemente una constante
de cada vez más vínculos humanos.
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