ROBERTO GENISIO Y UN DESAFÍO A SU CONDICION DE VIAJERO FRECUENTE
Se hace Camino al andar
El tresarroyense hizo el “Camino de Santiago” en tres oportunidades, y en la última se hospedó en un monasterio medieval. Tras esta experiencia se convirtió en hospitalero, un rol central para la atención de los peregrinos en ese tipo de albergues. Pero además, la residencia de su hija en Dubai y su pasión por los viajes lo han llevado a otros lugares fascinantes
Nuestros lectores habrán escuchado hablar de la peregrinación por el Camino de Santiago, una experiencia única y un viaje fascinante en la vida de muchos que lo sueñan, se lo proponen y lo hacen.
Son varios los tresarroyenses que lo han realizado a través de las diferentes rutas oficializadas, aunque el denominado “Camino Francés” sigue siendo el trazado más famoso y difundido, que comienza en Sarría, Galicia y llega al objetivo a través de 100 kilómetros de caminata. Un 90 por ciento realiza la proeza a pie y en la muy menor medida están quienes prefieren el tramo en bicicleta. Se estima que llegan personas de casi dos centenares de países y de todas las edades que acuden por motivaciones religiosas, espirituales, por promesas y hasta por la prueba física.
Y en esta aventura, los caminantes se hacen amigos, comparten su experiencia, se ayudan entre sí y disfrutan de paisajes, monumentos históricos, gastronomía y mucho más.
Nos cuenta lo que vivió y nos sorprende luego con lo que decidió, un conocido tresarroyense, Roberto Genisio quien con su esposa Soledad Stefanini disfrutaron mucho la decisión que tomaron. Hablamos de este viaje y de muchos otros que realizaron.
“Ya son varios los que conocen mi fanatismo por el Camino de Santiago. La primera vez salí cerca de Barcelona, hice Cataluña y Asturias por todo el norte, León y llegué a la catedral después de caminar 700 kilómetros en 35 días a unos 20 kilómetros de promedio por jornada. En la segunda realicé lo que se llama el Camino Primitivo, que va desde Oviedo hasta Santiago, en este caso a través de 340 kilómetros, aunque en un trazado montañoso que hacía subir y bajar lomadas permanentemente y con la particularidad de que fueron 15 días de los cuales 11 transcurrieron con lluvia”.
Todo un desafío en este caso, con menos extensión, pero más sacrificado.
Sí. Pero yo digo que es como aquel que le gusta pescar y un domingo de julio con tres grados bajo cero está al lado del mar con la caña o al que le gusta el fútbol y está toda una tarde sentado sobre el cemento con el frío. En realidad, cuando estaba por cumplir 60 años quería hacer algo que fuera para mí y no una fiesta que fuera para los demás. Empecé a buscar cosas y surgió esto del Camino de Santiago. Averigüé todo lo que pude y me di el gusto. El tercer camino fue distinto a todos porque paré en el Monasterio de Samos, uno de los albergues que aún conservan la vieja tradición. Por eso en mi WhatsApp vas a ver escrito “techo y fuego” que era lo mínimo que se brindaba en la Edad Media, cuando lo más importante era llegar a un techo y un fuego para que te hospedaran. Es un lugar muy modesto fundado en el siglo VI, perteneciente a la orden de los benedictinos, con casi 200 camas, baño mixto compartido y nada más porque es solo para dormir. En esa oportunidad conversé mucho con la persona encargada y me picó la idea de trabajar de hospitalero. Por casualidad unos meses después se dictó por primera vez el curso de hospitaleros en Argentina. Me enteré, tomé las clases y al año siguiente me fui a trabajar en esa tarea por 15 días a Ponferrada.
¿Qué función cumple el hospitalero?
Lo que hacés es ofrecer una quincena de tu tiempo a esos albergues donde los caminantes no están obligados a pagar nada y cada uno deja lo que quiere. Lo atienden voluntarios que estamos asociados a una entidad que se llama Hosvol (Hospitaleros Voluntarios). Yo propuse anotarme para la primera quincena de octubre y en ese momento me designaron para trabajar en Ponferrada, uno de los albergues más grandes que conozco. Eramos 3 hospitaleros, un español, un alemán y yo y llegamos a atender 1300 personas en una noche. Ninguno de los que trabajamos recibimos un pago por la tarea. Te dan la comida y la cama. Atendemos a los caminantes, que no pueden quedarse más de una noche, salvo por enfermedad. En esa hospedería no se da comida y se les ofrece cocina, heladera y lo necesario para que cada uno se prepare lo que tiene. Nuestra rutina es bastante simple ya que aproximadamente a las 2 de la tarde empiezan a llegar los peregrinos a los que les tomamos los datos completos y se les designa una cama. Al día siguiente a la mañana ordenamos todo una vez que se van, para recibir a los que siguen. A cada persona se le completa lo que se llama un pasaporte, donde se le pone un sello y es la constancia que certifica que pasó por el lugar. Eso lo hice en 2019. El año pasado la gente de Grado, un pueblo en medio de la montaña cercano a Oviedo, decidió festejar la argentinidad e invitaron a todos los hospitaleros de nuestro país a ocuparnos del albergue durante todo el mes de abril. Nos anotamos varios y yo fui uno de los designados. Esa era una casa de descanso de sólo 16 camas, la que atendimos con una bioquímica de Buenos Aires y en ese caso dimos también el desayuno a las 6 de la mañana, porque a las 8 tenían que dejar el alojamiento.
De otro planeta
Te gusta mucho viajar. ¿Qué países conoces en América?
Estuve en Brasil, Uruguay, Chile, Perú y en Paraguay solamente en Ciudad del Este. De Estados Unidos conocí Texas y Florida. Pero a raíz de que tengo mis hijos más lejos voy con más frecuencia a Europa. Este año permanecí en Valencia donde están un hijo mío y una hija de mi señora. Hasta allí me fue a buscar mi hija, que vive en Dubai y me convenció para que fuera por primera vez a ese país árabe. De África solo conocí Egipto, donde no me gustaron mucho las ciudades, pero la historia se te cae encima. El templo de Luxor es fantástico. De los países árabes también estuve en Turquía, con una estada de una semana en Estambul y otras ciudades cercanas, donde incluso mi mujer hizo una excursión en globo. Estambul es fantástica, con un turismo muy bien organizado. Por ejemplo, me llamó la atención el trabajo de los micros que trasladan a los visitantes, porque en los lugares más preciados caen 4 o 5 ómnibus con 50 personas cada uno y en unos minutos ya están todos comiendo. Mientras eso pasa hay gente esperando para lavar las unidades y cuando volvés a los vehículos está todo impecable. Para mí fue un shock de historia, con la tradición del cristianismo que está siempre presente allí.
¿Y qué impresiones te dejó Dubai?
Es una ciudad de otro planeta. No conozco Disneyworld, pero imagino que es parecido, pero para gente grande. Y tengo el orgullo de decir que me hice un asado en Dubai. El edificio donde vive Nadia tiene en planta baja un parque para los niños con juegos infantiles. Pero también hay 3 parrillas, lo que me permitió darle el gusto a mi hija para que invite a sus amigos a degustar la tradición gastronómica argentina. Compramos leña y carbón. Fuimos a una carnicería y descubrimos que la tira de asado de origen australiano la cortaban igual que nosotros. Salió tierno y muy bueno. Es una ciudad de otra dimensión porque todo funciona, todo es ordenado y limpio. No encontrás en la verdulería una manzana golpeada y menos picada. Son caras, pero impecables. Está la famosa palmera construida en terreno ganado al mar, en archipiélagos artificiales con una visión sorprendente desde lo alto y sobre ella han levantado grandes edificios y hoteles muy lujosos. Me contaban que simboliza los orígenes de Dubai, que nació casi en un desierto hace poco más de 30 años. Eso era una aldea con muy pocos habitantes que vivían de sacar perlas de las ostras en el agua. Luego apareció el petróleo, pero ya se les terminó. Fue una idea de un jeque que la tuvo muy clara para crear un desarrollo espectacular. Los habitantes son muy hábiles comerciantes. Tienen muy bien organizado el sistema impositivo donde nadie paga nada. Pero si vos querés poner una empresa tenés que tener un socio árabe. Allá no hay sistema jubilatorio y te tenés que hacer vos mismo los ahorros o inversiones para cuando te retires. Pero tampoco pagás bienes personales ni ganancias. Es otra concepción de la cosa. En la calle es muy común ver autos Lamborghini, Maserati, shopping y edificios muy lujosos. Yo volví impactado, aunque soy hombre de un pueblo y no viviría en un lugar de esos, donde por otra parte el clima es muy duro en los meses de verano con temperaturas que alcanzan hasta los 48 grados.
¿Cómo se siente tu hija allí?
Totalmente adaptada al sistema. Ella es abogada y trabaja para una empresa, habla inglés y está estudiando el idioma árabe. Sin embargo, sólo el 18,5 por ciento de la población es nativa del país; el resto son extranjeros residentes. Mucha gente de la India y de otros países que van “a hacerse la América” como muchos europeos que vinieron a Argentina. Hay diferencias de status porque los más bajos en ingresos son los paquistaníes y los hindúes que se dedican al reparto de alimentos o mercaderías. Las filipinas son niñeras o encargadas de viviendas y así se van dando las actividades. Pero en general todos ganan bien. Hay una señora que va a la vivienda de mi hija que con lo que cobra en Dubai se está edificando su casa en la India.
Raíces y gastronomía
Roberto es un gran cocinero, conoce mucho de gastronomía y hasta elabora el vino que toma en su casa siguiendo una receta de sus antepasados italianos. Sobre esos placeres también anduvo la charla.
“Soy muy fanático de la cocina española e italiana. Me fascina especialmente la península ibérica y te digo que si yo me tuviera que ir del país elegiría como lugar de residencia a España. La cocina española es fabulosa y variada. Ni hablar del pulpo gallego, los mariscos, los arroces valencianos...Vos comés una verdadera paella valenciana elaborada con ramas de naranjo como manda la tradición y te puedo asegurar que no te olvidás nunca más. O una fabada asturiana, que bien hecha es antológica. En Italia disfruto mucho, pero ya es más la cocina mía de casi todos los días. Tienen mucha cultura de hongos, en escabeche o con fideos. Hay un plato de la zona nuestra del norte que se llama Arrosto, lo que sería la colita de cuadril que se dora en manteca y aceite y solo se condimenta con ajo, sal, pimienta y romero. A ese aceite con el jugo de la carne que se genera en una cocción de dos horas, echale los fideos al dente arriba y después me contás. Una buena polenta de allá bien hecha, con una estructura final muy cremosa, no tiene nada que ver con la “Mágica” de 5 minutos que algunos suelen hacer acá”, y estallamos en carcajadas.
He visto en aldeas de Italia fachadas de piedra por fuera, pero que te sorprenden cuando ingresás y encontrás casas muy cómodas.
Totalmente. En Pratiglione, un pueblito de 600 habitantes ubicado a 25 kilómetros de Turin, en Piamonte, vive mi tía, y la habitación donde yo duermo cuando la visito tiene 400 años de construida. Está muy bien conservada. pero ella sigue con su cocina de leña. Mi padre italiano me enseñó a elaborar vinos que hago en Tres Arroyos para consumo familiar con la legendaria receta de mi abuelo. Yo soy el primer argentino en la familia y siempre digo que soy materia prima importada, fabricación nacional. A Italia fui varias veces e incluso cuando era un niño viví un año en ese país. Por eso hablo el idioma y sobre todo el dialecto. Con mi tía, que reside allá, cuando yo la llamo nos saludamos en italiano, pero luego no podemos evitar seguir la charla con el dialecto. Yo creo que la lengua oficial está impuesta para los residentes, pero el dialecto es la lengua del afecto. Recorrí bastante, estuve en Roma, Venecia, Milán, Nápoles, Turín, Pompeya y ahí tengo mis raíces.
¿Dónde tomaste el mejor café?
En Roma. Yo soy muy del café Espresso y me gusta mucho. Ni me digas del café de filtro o el de cápsula. El que más me agrada es el Ristretto, que es pequeño pero concentrado, a la vez suave, aunque que en Argentina hay muy pocos lugares donde lo sirven. Y en Italia es muy común encontrarlo.
¿El plato que más te sorprendió en tus viajes?
Hay algo que me gusta muchísimo y que me tomé el trabajo de aprender a hacerlo y me sale bastante parecido que es el tajine de cordero que hacen los marroquíes. Hay un mercado en París, donde mi hija vivió algo más de 20 años, que se llama Les Enfants Rouges en la Rue de Bretagne, que tiene un puesto de marroquíes con comida al paso y hacen ese plato que es fantástico. Tiene una base de cordero y se le agregan zanahorias, cebollas, boniato, ajo, almendras y dátiles, además del aceite de oliva virgen y los condimentos. Y cerca de la Opera de París hay un restaurante francés que hace un chucrut que es de antología. Tiene la característica que son todas mesas de 4 donde vos podés comer con otros 3 a quienes no conocés. Te traen una factura cuando pagás, pero antes te hacen la cuenta con todo el detalle sobre el mantel, que es de papel blanco.
Y en la extendida pero grata charla sobre sus “andanzas” europeas nos contaba de la linda experiencia en la excursión por el Canal Saint Martin de París, que tiene 9 esclusas al estilo del Canal de Panamá y 5 pasarelas de hierro que lo transforman en un verdadero monumento. “Se inauguró en 1825 y se convirtió en una vía esencial para el transporte de mercancías. Hoy tiene fines turísticos. Vos subís a una barcaza en una punta de la ciudad y vas bajando por las esclusas y cuando terminás salís por un túnel para estar en la Plaza de la Bastilla. El trayecto del paseo en barco es muy bonito porque pasás por edificaciones históricas y cafés con miradores al canal por lo que se ha convertido en un paseo de moda para los parisinos y turistas”.
Destinos pendientes
Y dentro de los sueños posibles, ¿cuáles serían los próximos destinos?
Yo tengo mucha ilusión de conocer Pearl Harbor, en Hawai. Me gustaría visitar el Arizona Memorial, un monumento muy grande conmemorativo que honra a los casi 1200 marineros que murieron en el acorazado USS Arizona hundido en el puerto durante el ataque aéreo japonés en 1941, con grandes bombas que lo destruyeron hasta enviarlo al fondo del mar. Otro lugar que me pude dar el gusto de conocer porque siempre me interesó es la Isla de Pascua, en Chile y me pareció impactante. Los habitantes son de origen polinésico y tienen muy arraigada su cultura. Lamentablemente fueron depredados por los peruanos que llevaron en algún momento a gran parte de los pascuenses a trabajar en las minas de Huano. Unos 111 lograron ser rescatados y devueltos a la isla para conservar la estirpe de los pobladores originarios. Tienen muy arraigadas sus costumbres y por ejemplo nadie pasa de grado si no sabe hablar el idioma propio del lugar. No le venden tierras a quien no sea pascuense, salvo alguien que se case con una mujer originaria y construya una casa para vivir.
Un abuelo de Soledad era originario de Córcega e hicieron un viaje a investigar sus raíces. “Ella es muy decidida y no alcanzo a decirle vamos, que ya está con la valija”.
Terminamos esta excursión virtual por Argentina, cuando le preguntamos cuál es el lugar donde se siente más cómodo más allá de Tres Arroyos. “Sin dudas en Mburucuyá, provincia de Corrientes. El chamamé está incorporado a mi sangre. Tengo glóbulos rojos, glóbulos blancos y chamamé. Ahí está en febrero la Fiesta del Auténtico Chamamé Tradicional y trato de ir siempre que puedo. Allí están los orígenes de ese ritmo que se escucha de día y de noche en las calles de tierra, las casas antiguas y la gente amable”.
La magia del mundo real ha llevado a Roberto y Soledad a vivir los extremos que significan los duros esfuerzos del Camino de Santiago a la magnificencia y el lujo de Dubai. Cada destino con su encanto provoca asombro y admiración. El mundo los espera hacia la próxima aventura paisajística, de esas que siempre propone la vida.