PASAPORTE - GUILLERMO ORFANO, EN AUTO POR EUROPA
Otra cosa es vivirlo
“Una cosa es que te cuenten cómo es el primer mundo…”, concluye Guillermo Orfanó, pero la vivencia de recorrerlo es inolvidable. Lo hizo en auto, y en esta charla con “El Periodista” cuenta desde su empeño por conocer a La Gioconda hasta una completa radiografía de Holanda
Una travesía en auto por las rutas europeas, en la que el viaje entre ciudades como Amsterdam, Bruselas y París está impregnado por el color de los pequeños tesoros que esconde el viejo continente, le dejó al tresarroyense Guillermo Orfanó una reciente experiencia inolvidable que lo invita a volver.
Es que allí el paisaje cerquita de un pequeño pueblo cualquiera alberga un monasterio milenario, el camino menos pensado lleva a un castillo medieval; junto a un insignificante arroyos se levanta un acueducto y en la más anónima de las colinas se esconde un restaurante 3 estrellas Michelin. Son cosas que no se aprecian desde el avión, sino a ras del suelo.
Aprovechando la extensa e impecable red de carreteras y autopistas que une a todos los países del Viejo Continente, nuestro entrevistado – ingeniero químico – junto a su hijo recorrieron un itinerario si se quiere breve, pero intenso en sensaciones que nos contó para estas páginas de “El Periodista”, en éste, que fue su primer viaje al territorio europeo.
“La decisión surgió con el deseo de visitar a mi hijo y mis nietos que viven en los Países Bajos. Allí llegué y ya de entrada te recibe Amsterdam cuando te bajás del avión en el Aeropuerto de Schipol, uno de los principales del mundo. Y cuando transcurren apenas unas horas a partir de los trámites de ingreso vas observando el orden, la limpieza y el respeto. Después te encontrás con la cantidad de transportes y vehículos eléctricos, con cargadores en los shoppings, supermercados y estaciones, lo que implica bajísima contaminación e imperceptible ruido. Además bicicletas eléctricas de la forma, tamaño y color que quieras. Es que en Holanda la energía eléctrica y solar se utiliza a full. Todas las casas tienen energía solar, pero si vos inyectás energía en la red pública te multan porque sobresaturás la red y genera problemas, al contrario de lo que ocurre en Argentina. Es solamente para consumo propio en los hogares que tienen en cada caso sus paneles solares en el techo. Los autos eléctricos tienen una autonomía de 300 kilómetros aunque para cargarlos nuevamente necesitás ocho horas. Por eso no son aptos para grandes distancias o sea que se usan mucho en la ciudad. Están los híbridos que funcionan con electricidad y nafta. Los autos pagan una vez impuestos al año en cada caso, pero hay un auto inteligente que funciona a la vez con nafta, electricidad e híbrido. A ese le cobran los tres impuestos. Lo que aquí se llama alumbrado, barrido y limpieza allá se paga 800 euros una vez al año y tenés derecho a sacar hasta 30 kilogramos de basura por mes, si no es reciclable. Los contenedores tienen un chip y una balanza con lo que controlan el sistema. Si te pasás de los 30 kilos te ganás una multa”.
Agua y familia
La formación personal llevó a Orfanó a una especialización en los últimos años de su carrera al tratamiento y potabilización del agua para consumo humano. Sin embargo, por más que le interesaba observar el manejo de ese líquido no hubo tiempo suficiente porque el cariño de su hijo y sus nietos ocupó buena parte de su estada.
“Países Bajos está precisamente por debajo del nivel del mar y todas las viviendas de uno o dos pisos tienen sus habitaciones en la planta alta. Mi hijo Matías vive en Middelburg, provincia de Zelanda, en el sudoeste del país, donde hace unos 25 años se rompieron las compuertas, se inundó la ciudad y murieron más de cien personas que estaban durmiendo en las plantas bajas. Esa localidad está un metro y medio debajo del nivel del mar, Con esa experiencia dolorosa los vecinos decidieron obtener lugares para su descanso prolongado en algún piso superior. Me interesé especialmente por conocer un poco el programa de crecimiento edilicio donde no se puede construir cuando uno quiera. Por ejemplo, para este año tienen un proyecto de levantar veinte mil viviendas de dos, tres y hasta cuatro pisos, al que hay que ajustarse estrictamente. Los valores inmobiliarios son altísimos, por los precios que tiene un terreno. Muy pocas son las casas con garaje porque el metro cuadrado es muy caro y hacer una cochera de veinte metros cuadrados puede significar un costo de cuatrocientos mil dólares. Los autos quedan en la calle, donde hay mucha seguridad o en la entrada de las propiedades y aprovechan la noche para cargarlos eléctricamente. El transporte público es en su mayoría eléctrico o híbrido, con contaminación y polución muy baja”.
¿La mantención de las rutas está acorde con esa calidad de vida?
Son impecables. Hay señalización aérea y lineal en el piso en todos lados y no vas a encontrar un pozo. Hay muchísimos coches automáticos y en esto pongo de ejemplo que mi hijo me llevó desde Amsterdam a Middelburg en su vehículo y en las dos horas de trayecto no tocó los pedales en todo el viaje porque el coche es semiautómata y reconoce los carriles, las zonas de máxima y mínima velocidad, semáforos y peligros del tránsito. Cada vez que frenaba, aceleraba o cambiaba la velocidad, lo hacía el automóvil solo. Hay muy poca accidentología por las buenas condiciones de las rutas y porque en ellas no hay carteles de publicidad que puedan distraer al conductor. Solamente te cobran peajes cuando están arreglando el pavimento. Una vez que finalizan la tarea es de libre tránsito para todos. Hay un túnel que pasa por debajo del mar y en ese caso hay un cobro permanente de peaje. En las ciudades los semáforos son casi todos inteligentes por demanda. O sea que si venís por la calle y no viene ningún otro vehículo en la transversal, automáticamente pasa a color verde. Y algo importante: el nivel de alcoholemia es cero, aunque sin controles policiales. Solo que si vos provocás un accidente y estás alcoholizado te sacan el registro y no manejás nunca más en tu vida.
¿Cuál es el perfil típico del holandés?
Es una persona por lo general muy seria, muy responsable, muy trabajadora, muy culta... Y poco sociable. Una vez le comenté a uno sobre nuestras costumbres y que un argentino empleaba 5 horas de su día para cocinar un cordero. No podía creer cómo se destinaba todo ese tiempo para hacer una comida. “Yo preparo y como rapidito y después me pongo a leer”, me respondió. Las costumbres socio culturales son absolutamente distintas a las nuestras. Por ejemplo, después de algunos meses de residencia mi hijo consiguió que un vecino lo invitara a tomar un café, aunque con horario de llegada y retiro. Otro detalle es que a ellos no se les ocurre cruzar de vereda por la mitad de la calle. Y no por las multas, sino porque aprendieron de pequeños no se debe hacer.
¿En qué ocupan su tiempo un fin de semana?
Por lo general descansan. Hacen deportes; no se dedican a organizar grandes temas sociales salvo algunas fiestas puntuales de calendario, como por ejemplo salones navideños y exposiciones. El fútbol ha disminuido su popularidad internacional, más allá que tienen centros de entrenamiento de alto nivel con todos los recursos para los niños y jóvenes. Aun así, creo que es el deporte más practicado como el hockey femenino.
¿Qué predomina en la alimentación?
Muchos productos lácteos, carne de cerdo y de cordero. Carne de vaca muy poco y se consiguen cortes argentinos pero carísimos, a un valor de 45 euros el kilo. Toman preferentemente cerveza y en los supermercados se ven muchos vinos argentinos, chilenos y australianos.
¿La religión?
Es totalmente libre y privada. Tenés que estar asociado a una iglesia de tu preferencia. Obviamente que las del rito protestante son mayoría, aunque también se ven templos católicos, ortodoxos y de otras creencias, No tienen aportes del Estado y para pertenecer hay que pagar una contribución para el sostenimiento. Están teniendo algunos problemas con la inmigración musulmana que no consigue empleos y exige subsidios del gobierno. Algunos lo logran, pero después no cumplen con la tarea a la que se comprometen o lo que es peor es que mandan a trabajar a sus mujeres a limpiar o cuidar enfermos. Además tratan de imponer su cultura, cosa que a mí me molestó porque si sos invitado tendrías que adaptarte a la casa donde te reciben.
La sociedad, la gente y el Estado
Cuando le preguntamos sobre el sistema educativo, Guillermo nos contaba que “todos los colegios son bilingües con el idioma natural de los Países Bajos y el inglés, ya que el holandés se utiliza solamente allí y no en otros países de Europa. Desde Jardín de Infantes los niños estudian inglés en establecimientos escolares donde no falta nada. Las escuelas funcionan de 8 a 14 horas en todo el país. Si por algún motivo necesitas dejar a tus hijos más tiempo tenés que pagar aparte. Las mujeres con niños en edad escolar tienen un régimen especial de tareas. Se trabaja de lunes a jueves y los viernes son opcionales. Hay mucha tecnología aplicada en todos los rubros”.
¿Qué observaste en la relación de la gente con el reinado?
El Estado ocupa un rol fundamental en la vida de los Países Bajos. No hay sindicatos y el Estado es el que defiende a los trabajadores. La monarquía juega un papel fundamental en un país donde el índice de pobreza es del 0,3 %, donde casi todo anda bien, salvo la deficiencia de falta en el número de médicos. Por ejemplo en el territorio hace veinticinco años que no se corta la luz. Mi hijo trabaja en una fábrica donde hay ingenieros de 24 años que no saben lo que es un corte de luz, porque sobra energía. El reinado no es solamente una institución de relaciones públicas con el mundo, sino que se mete a gobernar, está muy bien visto y la gente está contenta. Ya para ellos Máxima es holandesa. Por ejemplo los rollos para pasto es un negocio manejado exclusivamente por el Estado para obtener recursos. Se siembra mucho, con preferencia girasol y maíz. El fuerte es la industria de leche y quesos que exportan a todo el mundo.
El viaje tuvo otros matices, como por ejemplo una visita a Bélgica, el pequeño país ubicado entre Países Bajos, Luxemburgo, Alemania y Francia, famosa por sus deliciosos chocolates, sus historietas y más de mil marcas de cerveza. “Lo bueno es que con la comunidad europea ahora las fronteras son libres, sin tanto protocolo de documentación como antes. Pero cambia la situación porque en Bélgica ya observás pasto de las banquinas sin cortar, las rutas con algunas deficiencias, no se respeta tanto el tránsito y no hay tantas indicaciones.
“Conocí la ciudad de Brujas, que parece un cuento de hadas, conocida como “la Venecia del Norte”. Está a una hora por carretera desde donde vive mi hijo. Es una pequeña localidad medieval que conviene recorrer a pie, con una plaza central hermosa , un pasado rico en historia, arte, arquitectura… Y el chocolate. Allí hay mucha gente dando vueltas por la cantidad de turistas y hay una forma infalible de reconocer a simple vista la procedencia. Si ves alguien por la calle comiendo waffles y caminando, ese es de Bélgica. Porque el visitante se detiene a comer y el belga va ganando tiempo. Allí todavía se conservan prácticamente intactas las torres y puertas de la Edad Media por las que se accedía al poblado. Hay un Museo del Chocolate donde se pueden degustar todo tipo de especialidades y experimentar los talleres abiertos para los turistas. A una hora de carretera está Gante, otra ciudad de películas, donde se destacan la Catedral de San Bavón y el Castillo de los Condes de Flandes. Tiene calles muy bonitas y es muy recomendable el paseo en barco por sus canales”.
La Ciudad Luz
Y finalmente había un deseo de siempre para Guillermo que era conocer París, la ciudad de las artes y museos, pero también de la baguette, la moda y el Moulin Rouge. Impresionado por los reconocidos castillos, el Rio Sena, el Louvre, Notre Dame. La Torre Eiffel y tanto más, en una visita de 5 días quedaron cosas por ver y se prometió retornar.
“Yo no conocía París y volví enamorado de la ciudad, hermosísima y más latina por lo que el tránsito es un caos, ruidos, sirenas, bocinas y además mucho más caro que los Países Bajos. Me habían contado algo que pude comprobar totalmente y es el desinterés que tiene el francés por el turista. Un amigo argentino de mi hijo, que vive allí, me contaba que el pensamiento de los locales es que Francia no necesita del turismo. Porque fabrican trenes, aviones, barcos... Y me preguntó sobre cuánta gente va a la Torre Eiffel… Yo escuché que 10 millones personas al año. ¿Cuánto cuesta la entrada? 44 euros y agregaba que si multiplicamos por los 10 millones de visitantes son 440 millones al año, equivalente a 2 vagones de tren de lujo o un Airbus. Vendemos un avión y ya tenemos los 440 millones y no necesitamos que nos compliquen los turistas. Y me seguía diciendo que “una tonelada de soja en Argentina se vende a unos 350 dólares. Mientras que una tonelada de queso roquefort que exporta Francia vale mucho más, sin tocar además la industria láctea en general, la ropa y la cosmética que envían al mundo. Y fue mucho más allá en su poco romántico análisis cuando me dijo que si fuera por el francés, tiraría la Torre Eiffel mañana mismo, porque es el monumento a la chatarra. Y no les hables en inglés a los parisinos porque no te atienden”.
Claro está que es un pensamiento si se quiere mezquino y poco apegado a los elogios a París, que son tan validados en el mundo.
Se podría decir que la torre desentona tal vez con el paisaje y las obras de arte que ofrece la ciudad, pero indudablemente es un símbolo para el turismo del mundo que hacen que París sea visitado por millones de personas de todo el mundo. En realidad mi objetivo era ir a Francia para ver en directo La Gioconda. Después si podía ver el Arco del Triunfo, la Torre y todo lo demás, buenísimo, pero yo no me iba de París sin ver La Gioconda. Justo llegamos el primer viernes de mes, sin saber que ese día el Museo del Louvre tiene entrada gratuita para todos los interesados. Vi todo lo que quería ver porque me llevé una lista con mis obras pictóricas preferidas ya que todo es imposible. El Louvre tiene sesenta mil metros cuadrados en tres plantas. Recorrerlo y pararse solo tres segundos en cada obra llevaría tres meses. Hay 35 mil obras en exposición pero tienen guardadas también 440 mil de propiedad del museo. Y me sorprendió realmente el exterior del lugar donde hay una cantidad de estatuas y obras de arte que reflejan a todos los filósofos, científicos y pensadores de todos los tiempos y es impresionante. Y todo el tesoro artístico que contiene la ciudad en tantos lugares como el Jardín de las Tullerías, Campos Eliseos, los Jardines de Luxemburgo, es algo extraordinario. Lo que me hizo aceptar el comentario de mi hijo, es que el Palacio de Versalles es obsceno y por algo se produjo la Revolución Francesa ante tanto lujo, tanto oro y tanta gente necesitada. Lo recorrimos en gran parte. Lo cierto es que París es inagotable, además por la Tumba de Napoleón, el Museo de la Segunda Guerra Mundial, la Basílica del Sagrado Corazón, el Panteón, la Sainte Chapelle con sus vitraux, Montmartre con su plaza de los artistas y tanto más. Otra cosa para destacar es la red de subterráneos con un par de líneas que no tienen choferes o motorman y son totalmente automáticas.
La gastronomía tan famosa por lo general es cara para los argentinos.
Es así. Tanto la comida como la bebida. En cualquier restaurante una botella de champagne cuesta 100 euros y los vinos también, pero comí una fondue de queso inolvidable en un restaurante pequeño del Barrio Latino que pagamos 43 dólares para 2 personas, más 34 de un vino y algo más por el famoso créme brulee. Eso si; sin sobremesa porque cuando terminás el postre te traen la cuenta y cuando pagás te invitan a dejar la mesa disponible para otro. Algo que también me agradó es que pudimos caminar de día con toda seguridad y de noche con algunos recaudos pero sin preocupaciones. Hay algunos “pungas” que te podrían robar, pero de ninguna manera dispararte con un arma por un celular, como lamentablemente se está poniendo cosa de todos los días en nuestro país.
Después de este placer inolvidable, ¿qué vendrá?
Este fue mi primer viaje a Europa y si Dios quiere volveré a Países Bajos para visitar a mi familia y programaremos llegar a Italia donde están mis ancestros. Y le voy a dar un voto de confianza a mi mamá Elsa Orfanó, que era profesora de historia y viajó mucho. Ella siempre decía que hay que pasar por Roma, porque si no, no fuiste a Europa. Y yo que estuve en París no creo que haya en el mundo algo mejor que París porque esto es lo que yo quiero de una ciudad. Ahora también entró a tallar Praga y otras ciudades de Europa del Este, así que habrá que ver por dónde seguimos.
¿Y cuál sería la síntesis final?
Que una cosa es que te cuenten cómo es el primer mundo y otra distinta es vivirlo en persona.