UNA CHEF DE CLAROMECO, EN LAS GRANDES LIGAS
La cocina de Delfina
Delfina Martinez es una chef de Claromecó, referente de Calma Chicha. Su historia con la cocina viene en la sangre. Recientemente compartió “team” nada menos que con Narda Lepes. Su mayor sueño es poder viajar y vivir de la cocina por el mundo. Aunque también apuesta al desarrollo local y al crecimiento de la gastronomía en el balneario. En esta íntima entrevista, habló sobre sus inicios y sus proyectos

La joven Delfina Martínez es una de las protagonistas de una apuesta a la buena gastronomía en Claromecó
En el último tiempo, Claromecó ha comenzado a trabajar fuertemente en una propuesta gastronómica superadora, tentadora y sofisticada, que combine los sabores de mar y llame a los turistas a probar lo que tienen para ofrecer los chefs locales.
La joven Delfina Martínez es una de las protagonistas de esta escena, de quien se ha hablado mucho estas últimas semanas debido a una interesante propuesta de la que participó siendo ayudante de Narda Lepes.
“Mandada” y “cara rota”, como se autodescribe, esas cualidades la han llevado a vivir experiencias únicas, a viajar por el mundo conociendo cocinas exóticas. Pero el amor por su tierra y por el pueblo que la vio nacer tira, y ella sigue apostando a tener una cocina local de excelencia.
En esta entrevista con “El Periodista”, Delfina ahondó sobre sus inicios en la cocina y sus mayores sueños.
¿Cómo es tu historia con Claromecó?
Yo soy de acá, nací en Claromecó. Me fui a vivir a Tres Arroyos en una época, pero siempre volviendo.
Tu familia siempre se ha dedicado a la gastronomía, pero ¿cómo te encontraste vos en la cocina?
Creo que cuando tuve uso de conciencia ya me encontré con la gastronomía. Mi abuela es cocinera de sangre, mi papá cocina, mi tío es cocinero. En España tengo un tío que es veterinario y es apasionado por la cocina, y después otro tío tiene pizzería. Como que lo mamé de siempre. En un momento, decía que iba a ser contadora. Y después dije, ¿qué voy a hacer toda mi vida en una oficina? Yo amo viajar, mi sueño es poder vivir viajando, conocer todo lo que se pueda. Y ahí fue cuando empecé a cocinar. Mi papá ya tenía restaurante, entonces me empecé a meter, y ahora me encanta, estoy todo el tiempo pensando en qué puedo hacer y en cómo. Me apasiona el servicio, pero fue creciendo con el tiempo.
A medida que fuiste ingresando al rubro, fuiste conociendo lo que te gustaba, digamos…
Yo al principio no podía calcular el tiempo de una milanesa con una bondiola, o sea, era un desastre, mi papá se quería matar. También estuvo del lado del salón, con lo que es el público, la gente y en el servicio. A mí, por ejemplo, en el restaurante, por más que cocine rico y demás, lo que busco es el buen servicio a la gente, y trabajo para poder brindar eso.
Cuando finalizaste tus estudios secundarios, elegiste la gastronomía como carrera. ¿Cómo fue esa experiencia?
Me fui a Mar del Plata en 2017 a estudiar en el Instituto L'École, una tecnicatura de tres años. El instituto te mete en el mundo distinto, estudias mucho de la historia de la gastronomía, estudias los platos, empecé a ver muchas cosas de las que yo no tenía ni idea, productos nuevos que en Claromecó no había visto en mi vida… Así que la experiencia fue muy linda. Después cuando salís al mundo es donde que empezás a cocinar, ahí te haces.
Un lugar propio y necesario
Luego de estudiar, ¿para dónde te fuiste?
En 2019, yo terminé un 19 de diciembre y el 30 inauguramos Calma Chicha, en un local de Dunamar. Con mi papá trabajamos juntos desde más chicos, pero cuando arrancó lo de Calma fue como iniciar una sociedad. Hoy somos socios, cada uno hace sus cosas, y somos un equipo. En ese momento yo tenía 19 años y propuse abrir una cervecería, que era el sueño de todo adolescente, y explotó. Esa esquina todavía tiene un lugar en mi corazón. Después me fui a Bariloche a buscar laburo porque terminé saturada, pero no conseguí nada y estuve a punto de volver. Ya habíamos empezado con el proyecto de mudarnos al Club Náutico, y acá estaba mi papá solo, mudando todo, acomodando el negocio, y yo dije “si en dos semanas no consigo nada, me vuelvo”. Pero yo me quería quedar en Bariloche, así que le volví a escribir a una persona para mandarle mi currículum y se empezó a dar una serie de casualidades, que terminé entrando en el restaurante del Cerro, que estuve toda la temporada de invierno de encargada de cocina. Son esas cosas que te tienen que pasar porque sí, porque podría haber entrado tranquilamente a un restaurante cualquiera y hacer una temporada también fabulosa. Pero bueno, tuve la suerte de entrar a este. Después me pedían que me quede allá, pero yo me tenía que volver a Claromecó porque estaba mi papá sólo en el Náutico y teníamos que arrancar la temporada. Inauguramos el nuevo Calma y ya hace tres veranos que estamos allá. Fue un desafío enorme además agarrar ese lugar, era pasar a un monstruo al lado de lo que teníamos nosotros.
Además en un lugar tan importante para Claromecó…
Podía salir bien o no. Nos había ido bien antes, pero siempre que te pasas un lugar nuevo, no sabes qué va a pasar. Y cuando abrimos, ese verano reventó todo. Ahí ya empezamos a meternos más en lo gastronómico porque en Dunamar era más tapeo. Acá empezamos a explotar la gastronomía de Claromecó, a proponer otros platos y poder cocinar distinto. Y la parte del bar que también fue un éxito, que son dos públicos totalmente distintos. Por eso, ahora vamos a abrir La Chicha en el Paseo de Dunamar, para dejar toda la parte del restaurante ahí, y en Calma volver a las raíces de la cervecería con el bar. Es un proyecto para este año, que ya estamos por inaugurar.
En casa
Así que este año te quedas en Claromecó…
Este año decidí quedarme. Después de Bariloche me empecé a ir a España. El primer año me fui como practicante, estuve cuatro meses, después ya fui a trabajar. Pero este año dije “me quedo”, vamos a abrir La Chicha. El invierno acá es duro, pero bueno, hay que apostar y hay que hacer cosas. En este momento de mi vida prefiero estar en Claromecó cocinando, que estar en otro lado sin hacer esto que me gusta.
En este camino de generar un nombre, fueron apareciendo varios actores que ayudaron a generar diversas propuestas. Así llegó la oportunidad de cocinar junto a Narda Lepes en un evento solidario para Bahía Blanca.
Sí, Lorena Maciel me hizo el contacto, que es amiga de la familia. Ella entrevistó a Narda y le comentó sobre mí, y me pasó su contacto para que le escriba. Yo ni lo pensé, le escribí directamente para ofrecerme para colaborar en el evento y me dijo “si, venite”. Ahí coordiné con su asistente y me fui a Buenos Aires.
¿Cómo se desarrolló la propuesta?
Llegué al evento a ver qué había que hacer, a colaborar. Era bastante sencillo porque era una feria, así que hicimos un sándwich. Después llegó Narda y estuvo toda la movida con todos. En esos momentos, yo pensaba que me encantaría que podamos empezar a hacer movidas así en Claromecó porque somos bastantes. Y, bueno, quedamos en contacto.
Ping Pong
¿Comida preferida?
Uy, es muy difícil porque por un lado son los ñoquis de mi abuela, pero por otro lado la comida tailandesa, el abanico es infinito.
¿La comida más rara que hayas probado?
Un tayín de camello en Marruecos. Es como un estofado, que se hace en un recipiente que es como un cono.
¿El país más raro o la ciudad que más te llamó la atención?
Creo que Marruecos, que no fue raro, pero fue por ahí una de las más chocantes en cuanto a la cultura y en cuanto a lo que es la ciudad, por la manera en la que viven y lo que es su cultura y su religión, a mí lo árabe me encanta. Creo que por ahora esa es la ciudad que más me ha llamado la atención.
¿Qué es lo que más te gusta cocinar?
Arroces. Me gusta mucho la pastelería igual, pero sí, los arroces los disfruto. Aparte ya es algo que lo llevo en el día de día, es como mi zona de confort básicamente. Ahora estoy haciendo sushi y lo disfruto mucho.
¿Qué es lo que no te gusta o no te gusta cocinar?
Creo que nada. Por ahí hay cosas que son un poco más tediosas, como por ejemplo el otro día fui a juntar hongos y pelar el hongo es un re laburo, pero no es algo que no disfrute al fin. No hay, por el momento no hay.
¿Un sueño?
Uno de mis sueños es ser pastelera en París. Y después, más amplio, es poder viajar cocinando, conocer culturas… Me encantaría. Un sueño podría ser tener un programa para ir cocinando por distintas ciudades y conociendo gente así, desde adentro. Ese podría ser uno. Y después otro sueño es lograr el servicio que yo quiero en mi restaurante.