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La idea de la independencia de las Malvinas, según John Fowler, reportero del “Penguin News”. Exclusivo de “El Periodista de Tres Arroyos”

¿Dónde estaba usted, qué estaba haciendo, cuando se enteró del desembarco argentino en Malvinas en 1982, John?
Yo en ese momento estaba a cargo del sistema de educación de las islas, por este motivo integré parte del grupo que fue convocado a la casa del gobernador para una reunión, totalmente inesperada, en horas de la tarde. El encuentro sucedió el día 1 de abril de 1982. Esperamos una media hora sin que nadie se acercara a hablar con nosotros, y luego vino el gobernador, al que se veía un poco preocupado, y nos informó que había recibido un mensaje de parte de la Cancillería Británica, que indicaba que se aguardaba una invasión a las islas para la madrugada del día siguiente, 2 de abril. Fue un shock enorme, no estábamos preparados para algo de este tipo, una cosa muy extraña, porque nadie sabía qué iba a ocurrir. Una situación que hasta ese entonces uno solamente podía imaginar a través de lo que se ve en las películas bélicas. Hablaban de invasión, pero ¿qué tipo de invasión? Teníamos que esperar, con mucho miedo, respecto de lo que acontecería en las horas siguientes

¿Qué recuerda de lo conversado con su familia, una vez conocida esta noticia de primera mano en casa del gobernador de las Islas?
Recuerdo algunas cosas que hice. Por ejemplo, yo vivía por el sector oeste, en Puerto Stanley, y durante la reunión en casa del gobernador vinieron dos oficiales de la Real Marina Británica para decirnos que la invasión se esperaba por el lado este de la localidad, en las playas. O sea que nada iba a ocurrir, aparentemente, por donde vivíamos nosotros. Los primeros ruidos de la contienda se escucharon del lado de la isla en el que habitaban los oficiales de la Marina, contrariamente a lo que nos habían dicho, en el sector opuesto. Recuerdo que me sentí un poco enojado con ellos por su mala información, y supuse que si la invasión avanzaba por ahí todo pasaría muy cerca de mi casa, camino a las dependencias de la gobernación de la isla, que eran la meta del desembarco.

Recuerdo además que me comuniqué con una pareja de profesores malvinenses que, la semana anterior a todos estos sucesos, habían vuelto de Buenos Aires. Debieron viajar, puesto que la mujer tuvo que ser atendida en el Hospital Británico de allí, porque iba a dar a luz gemelas, y en ese entonces el centro de salud local no estaba preparado para atender este tipo de casos de parto, dobles o triples. Lo cierto es que las niñas nacieron en Buenos Aires y fueron registradas como ciudadanas argentinas. Ellos vivían justamente en la parte de la ciudad en donde ocurriría la invasión; entonces llamé a esta pareja, hablé con ellos, empacamos sus cosas, fui a buscarlos y los trasladé a mi domicilio, en donde pasamos la noche. Al día siguiente, al volver allí, su casa se encontraba totalmente destruida, con vestigios de proyectiles, esquirlas…Y a veces pienso lo que habría sucedido si hubiesen permanecido esa noche ahí. Estaríamos diciendo que fueron los primeros muertos de esta guerra, incluidas las gemelas argentino-británicas. Aún hoy sigo analizando este acontecimiento de una manera entre trágica e irónica, una suerte de símbolo o paradigma de toda la guerra

Usted sufrió un episodio que lo tocó muy de cerca, cuando las esquirlas prácticamente destruyeron el techo de su casa, y murió gente allí, los únicos tres civiles fallecidos en la guerra, e incluso se salvó por el azar o destino su señora…
Es un episodio que he contado frecuentemente, hasta el punto de no tener ganas de volverlo a mencionar. Fue un accidente ocasionado por el mal manejo de un cañón naval, un error del sistema computarizado; fallecieron tres señoras, las únicas civiles que murieron en toda la guerra. Pudimos escuchar el ruido de este proyectil, obviamente, y suponíamos que se dirigía hacia nuestra casa. Una de las víctimas del hecho estaba junto a mi esposa, en el piso del dormitorio. Mi señora recibió algunos golpes en su espalda producto de la caída de unos trozos de madera, pero quien estaba con ella murió inmediatamente.

¿Cuál fue el rol que, en medio de la guerra, cumplió la comunidad isleña, los civiles?
Fue una situación difícil, porque en gran parte la gente de Stanley (cuando se enteró de lo que iba a pasar) se fue al campo, donde suponían que estarían más seguros, ya que pensaban que lo peor ocurriría en el poblado. Entre ellos se encontró alguna gente en Darwin, en Goose Green, que pasaron unas cuantas semanas presos en el Club Social. La mayoría, después de las primeras sensaciones, debíamos quedarnos en nuestro lugar. Cuando llegaba la hora de oscuridad, teníamos que proteger las viviendas para que no se notara la luz desde afuera, y por eso nos hallábamos un poco aislados de la comunidad, en grupos muy pequeños. A tal punto que era complicado recibir noticias acerca de lo que estaba sucediendo al otro lado del pueblo. La cadena de radio BBC constituía la única fuente de información de la que disponíamos. Hay un libro que se llama “74 días” en el que se cuenta la historia de una familia ubicada a más o menos un kilómetro de donde yo habitaba. Al leerlo, tiempo después de finalizada la guerra, me sorprendía de las cosas que narraban acerca de lo que les había ocurrido y yo, tan cerca de allí, a pesar de la tan corta distancia que nos separaba, no me había enterado. Fue totalmente difícil tener una idea acabada de lo que pasaba. Grupos de vecinos se congregaban en nuestra casa por las noches para estar más seguros, por lo que considero que había un sentimiento de comunidad muy agradable. En algunos aspectos se forjó una estrecha relación entre los habitantes, superior a lo normal, conscientes de lo que estaba sucediendo y con un profundo sentido de pertenencia a nuestro lugar y sociedad, con la necesidad de darnos apoyo el uno al otro. Pasamos momentos muy dolorosos

¿Dónde lo encontró el final de la guerra?
Yo estaba en el Hospital de Puerto Stanley, con mi familia, viviendo allí con otras personas, ya que nuestra casa había sido dañada a tal punto que no podíamos quedarnos, ya que no contábamos con luz ni agua. Desde el Hospital podíamos ver a las tropas argentinas volviendo de las montañas, con escenas realmente horribles del sufrimiento, y siempre esperando noticias, buscando información, que alguien nos dijera que todo había terminado. Finalmente eso ocurrió a través de la llegada de un helicóptero transportando a oficiales del alto mando británico, pero pasamos días de confusión. Por ese entonces veíamos en la ciudad a las tropas argentinas sin rumbo, sin disciplina, buscando comida, o dónde abrigarse. A nosotros en el Hospital nos parecía que nadie tenía el control de la situación, ni los británicos ni los argentinos. Temíamos que Puerto Stanley se incendiara, por ejemplo, ya que prácticamente todas las construcciones son de madera. La situación se normalizó luego de un tiempo bastante importante: la ciudad quedó con armas o municiones esparcidas por varios sectores, basura, sumado esto a la presencia de los soldados argentinos buscando sus pertenencias y aguardando la llegada de los barcos para retornar. Fue un tiempo muy difícil. Hay veces en que repaso fotos de ese momento y siento que por entonces el poblado quedó destruido, muy distante de lo que es hoy en día

¿Qué evaluación hace de la guerra? ¿Qué deja una guerra? ¿Para qué sirve?
Una guerra no sirve para nada. En este caso, después de lo acontecido quedaron en la misma situación los gobiernos británico y argentino. En nuestro caso puntual, el de los malvinenses, a partir de allí Gran Bretaña tuvo que comenzar a prestar atención a lo que pasaba aquí, y para los isleños empezó una época de mejor fortuna. Pero volviendo a la pregunta, sólo sirve para que haya víctimas, no hay ganadores. En mi caso personal, se me presentó la oportunidad de vivir desde cerca lo que pasaba en los dos bandos. Y lo que más recuerdo es el sufrimiento, la tristeza, con el convencimiento de que todo aquello pudo haberse evitado, fue innecesario

¿A partir de los sucesos de 1982 comenzaron a recibir en Malvinas algunos beneficios que hasta entonces no tenían?
De acuerdo al panorama que veníamos advirtiendo antes de la guerra (y por eso para los malvinenses la contienda fue una sorpresa) considerábamos que el gobierno británico iba a ceder la posesión de las islas a su par argentino. No sabíamos cuándo ni cómo, pero por eso nos sorprendió la invasión, porque ya estábamos camino a ser “argentinos”. No teníamos ganas de que eso pasara, pero parecía que por ese entonces Gran Bretaña pensaba que las Falklands o Malvinas eran un motivo de vergüenza, porque significaba mantener un conflicto con Argentina. Recibíamos poca ayuda antes de la guerra de parte de nuestro gobierno, nos faltó dinero. La situación después del conflicto armado cambió para bien. Por ejemplo, a partir de allí fue la primera vez que nos autorizaron a vender licencias de pesca a todo el mundo luego del establecimiento de una zona de conciliación. Anteriormente llegaban pesqueros rusos o polacos y extraían especies sin ningún tipo de permiso, sin pagar nada; a partir de 1986 u 87 y a raíz de este cambio, se modificó la situación financiera de las islas. Pero antes de la guerra, estábamos más y más pobres, con una dependencia total del comercio de la lana de ovejas, que por ese entonces se vendía a un precio muy deprimido. Actualmente el panorama mejoró, al punto de que no contamos con ningún tipo de ayuda económica de parte del gobierno británico; somos uno de los pocos países en el mundo que todavía tiene dinero en el banco, estamos mucho mejor. La pesca es rentable, el turismo está creciendo, y también hay esperanza de hallar petróleo en nuestro suelo, cosa que puede llegar a calentar la situación entre Gran Bretaña y Argentina (y porqué no entre nosotros y los británicos) por saber a quién pertenece.

¿El planteo que se hace en la comunidad isleña de cara al futuro de Malvinas es acerca de si se puede constituir en un país independiente?
Para mí ésa podría ser la mejor opción, el mejor camino a tomar, pero este punto de vista personal no está totalmente compartido. Todavía la gente se siente con miedo, y eso tiene que ver un poco con el gobierno argentino. Creo que debiéramos confiar más en su buena voluntad y si vamos a declarar nuestras ganas de ser independientes, en algún momento futuro tendrá que ser con el apoyo de Argentina, Gran Bretaña, EE.UU, el Papa, todo el mundo… Y porqué no decirlo, de esta manera entregar a ambos gobiernos la posibilidad de salir de la situación de conflicto, que de acuerdo a lo que considero, no tienen ganas de mantener. Supongo que anhelarán trabar relaciones comerciales, hacer tratos y en ese aspecto somos nosotros los que podemos brindarles la solución. Para ponerlo en un ejemplo futbolístico, parecemos una pelota que no tiene ganas de seguir tomando parte de un partido entre ellos dos. La meta de las islas es la independencia, contamos con los recursos naturales necesarios como para mantenernos bien en forma autónoma, incluso mejor que algunos países independientes del mundo. En este momento sonará como una idea un tanto estúpida, pero forma parte de extender el concepto de un mundo sin colonialismos. Actualmente estamos dando un mensaje un poco ambiguo: por un lado los malvinenses decimos que tenemos el derecho de autodeterminación, y por el otro nos seguimos considerando británicos. Creo que hay un conflicto entre los dos discursos, debemos ser un poco más claros, y manifestar a todos que la independencia es una meta natural de una comunidad que se ve a sí misma como un país. No hay que sentir vergüenza en proclamarlo y pienso que podemos llegar a ser bien entendidos. No nos creemos británicos; no votamos, no formamos parte del Parlamento, no recibimos ayuda de ellos. Los australianos o canadienses, por ejemplo, no dicen que lo son. Podemos alcanzar un status similar, sin rechazar nuestra historia ligada con la Corona pero reconociendo que tenemos una situación geográfica y una historia aparte. Me gustaría que logremos una integración con el Mercosur, con América Latina, porque aquí vivimos. No somos el Condado de Yorkshire o de Kent, estamos un poco más lejos.