PASAPORTE – LUIS DI ROCCO Y LA VUELTA A EUROPA TRAS LOS SISMOS DE 2016
De viajar y aprender
El tresarroyense Luis Di Rocco viajó en 2016 a Italia para profundizar el idioma, pero la vida le tenía reservados otros aprendizajes: padeció cinco sismos. En 2018 volvió a Europa, y compartió su experiencia con “El Periodista”
Italia sufrió en 2016 dos fuertes movimientos sísmicos. El de agosto causó 299 muertos. El de octubre dejó a 26 mil personas sin casa. En este último estuvo un matrimonio tresarroyense, que con objetivos de estudio y turismo se encontró con la sorpresa mayúscula de su vida.
Luis Ernesto Di Rocco y Palmira Bareille viajaron a ese país con el propósito de mejorar sus conocimientos del idioma italiano en el lugar. Tras el comienzo de sus estudios en nuestra ciudad, tomaron una promoción de la Escuela “Dante Alighieri”, con sede en Camerino, una ciudad italiana de la provincia de Macerata, con unos 10.000 habitantes y cercana a los Apeninos.
“Un pueblo amurallado y detrás de los altos paredones las construcciones del centro antiguo que encierran calles muy angostas de una ciudad feudal del siglo XV. Allá, como en muchas otras poblaciones del país, hay una ley que no permite modificar los frentes de las casas. Entonces te llevás la sorpresa de observar una fachada muy vieja, pero al traspasar la puerta aparece un departamento con apariencia de unos 15 años, con todas las comodidades. Nosotros estábamos en un edificio de 3 pisos, aunque sin ascensor por lo que teníamos que subir y bajar por escaleras. Superado ese detalle, todo muy confortable”.
Normalmente la gente viaja a Europa puramente por turismo. Ustedes lo relacionaron como si fuera una estada educativa.
Así fue, aunque no exenta de conocer otros lugares de la región. Yo iba con una base más afirmada en el idioma y mi esposa tenía solo seis meses de aprendizaje previo. Por eso cuando llegamos, nos clasificaron en cinco niveles y nos asignaron un departamento para la residencia. Junto con el plan de estudios, nos ofrecían un programa de excursiones. Así por ejemplo conocimos Florencia, Siena y Pisa, en jornadas que comenzaban a las 5 de la mañana y retornaban a las 12 de la noche. Viajábamos con profesores que hacían la función de guías, pero a la vez nos explicaban todo en italiano para ejercitar el idioma. Era una forma de conocer las ciudades, pero también su historia y su cultura en las diversas artes que tanto valoran. Disfrutamos mucho, especialmente si tenemos en cuenta que un gran porcentaje del arte del Renacimiento de Italia está en Florencia. En la misma iglesia de Camerino pudimos observar un cuadro auténtico de Rafael. También conocimos la Grotta de Frasassi, una de las grutas subterráneas más magníficas y fascinantes del mundo, de fácil acceso para todos, ubicada en la región del Marche, donde por la extensión y profundidad se dice que podría incluir en su interior a la Catedral de Milán. Fue descubierta por escaladores que vieron una abertura y arrojaron una piedra, que nunca llegaba al fondo, por lo que se animaron a ingresar y se maravillaron con lo que encontraron. Pudimos observar estalactitas y estalagmitas que son fruto de un proceso natural que comienza con la filtración de agua. No se pueden tocar, porque pueden cortarse en el extremo que crece solo un centímetro por año. Hoy ese fenómeno es visitado por miles de personas. Es una experiencia maravillosa, pero no la repetiría después de saber que esa región de Italia es muy propicia para los terremotos y sería fatal si te encuentra dentro de la gruta.
La tierra se mueve
Lo estipulado por el curso eran 30 días en aquel octubre del 2016, donde sobre el fin del mes los titulares de los diarios se ocuparon de ese sector del mundo, al generarse el famoso terremoto que acortó en dos días el periplo. Y los Di Rocco más un matrimonio de familiares de Adolfo Gonzales Chaves que los acompañaban, vivieron una odisea comparable a las grandes producciones cinematográficas, aunque afortunadamente para ellos con un final feliz no exento de angustias previas. Por momentos habrán sentido una sensación parecida a estar parado en un ómnibus, sin agarrarte, suponemos nosotros.
“Estábamos viviendo en un edificio de departamentos grande. Había gente de Bahía Blanca, Neuquén y otros lugares, junto a estudiantes de otros países. Eran muy estrictos con la enseñanza, pero teníamos buen tiempo para descansar en la residencia. Cuando se produjo el terremoto Palmira estaba en el subsuelo del edificio lavando y planchando ropa al lado de una muralla muy gruesa. Ella escuchaba ruidos y suponía que avanzaban caballos con herraduras por la calle, hasta que se dio cuenta que se le movía la tabla de planchar. Yo estaba en el tercer piso con un movimiento oscilante y escuchaba los gritos de la gente. En ese estado de desesperación, unos chilenos que estaban cerca nuestro y tenían experiencia en movimientos sismográficos nos aconsejaron que dejamos las puertas abiertas, llevemos agua y corramos hacia la plaza. Eso hicimos todos con un susto tremendo, anocheciendo y en medio de una neblina fuerte acompañada por lluvia. Era el comienzo de una auténtica pesadilla para el grupo que nunca habría imaginado el pánico que puede suscitar un terremoto. No sabíamos para donde ir y estábamos con lo puesto. Vinieron de la escuela y con el paso de las horas nos invitaron a volver al edificio. Eso hicimos y cuando estábamos juntando la ropa caímos al suelo en una réplica. Al incorporarnos Palmira tuvo la lucidez que tomar los pasaportes, el dinero y los pasajes. Salimos nuevamente hacia la plaza y en el camino ya observábamos destrucción de edificios. Todo el centro histórico estaba vallado, desierto y custodiado para evitar que ladrones entren a robar. Las casas quedaron abiertas y siempre hay oportunistas que esperan la ocasión. Entonces nos evacuaron en ómnibus que había en la terminal, sin saber al lugar que íbamos en medio de la noche y con mucha gente angustiada. Nos llevaron a un estadio cubierto muy amplio en las afueras donde Defensa Civil nos entregaba un catre y una manta a cada uno al momento del ingreso. Estuvimos allí más o menos bien hasta las 5 de la mañana, cuando aparecieron dos réplicas más. Allí hubo más desesperación con escenas muy fuertes, hasta que a los pocos minutos pasaron los movimientos y todo se tranquilizó”.
Réplica
De todos modos y a horas del regreso previsto para Argentina, los Di Rocco y sus acompañantes solo deseaban estar en el Aeropuerto de Roma. Pensaban en sus familiares y temían por su propia vida. De manera que cuando aparecieron ómnibus que los llevarían a Fiumicino para tomar los vuelos, estuvieron muy atentos al proceso de evacuación.
“Amaneció con un cielo bellísimo. Las clases habían terminado el día anterior y pasaría un primer colectivo para trasladar gente a Roma. Vimos como los que tenían vuelos inmediatos se iban con prisa, pero solo con lo puesto. Sus pertenencias habían quedado en los alojamientos. Un par de horas después nos llevaron a otro refugio a los 120 alumnos que quedamos en ese momento. Cuando llegamos allí vi que el mismo transporte que iba para Roma, todavía estaba allí. Si bien faltaba un día más para que salga nuestro vuelo no queríamos permanecer en Camerino porque el pueblo estaba cerrado por razones de seguridad y no tenía ningún sentido seguir allí. Había 4 lugares para viajar y sin dudar los tomamos. Nos había quedado todo el equipaje en el departamento y debíamos llamar al día siguiente desde Roma para ver cómo estaba la situación. Viajamos y nos alojamos en la capital de Italia. Cuando nos acostamos a descansar al rato sentíamos la sensación que la cama se movía en el quinto piso en el hotel que estábamos. Bajamos y el conserje nos confirmó que hubo una réplica leve de un fuerte movimiento que se produjo a unos 20 kilómetros. Llevábamos más de 24 horas sin dormir y cuando llegó el mismo día del regreso a Argentina, muy temprano llamamos a Camerino y nos dijeron que si volvíamos tal vez podíamos recuperar nuestras pertenencias. Decidimos rápidamente tomar una combi para hacer los 200 kilómetros que nos separaban y llegamos a las 9 de la mañana. La escuela nos recibió y con personal de Defensa Civil nos condujeron a los departamentos, con la salvedad que solo podía ir uno por familia y optamos por que ingresen los hombres. Cuando llegó el momento primero entró el funcionario y una vez que vio la situación nos autorizó a subir con un casco y permanecer solo 14 minutos. Afortunadamente y teniendo en cuenta que se acercaba el regreso, Palmira había ganado tiempo armando la mayoría del equipaje antes del terremoto. Yo cargué rápidamente lo que faltaba y al igual que nuestro primo Daniel, a las apuradas recuperamos la mayoría de las cosas”.
La vuelta a Europa
A esta altura de la charla fue interesante saber que los cuatro habían llegado a Camerino luego de una recorrida de 15 días por España, donde habían comprado ropa, valijas y otros elementos que engrosaban aún más el equipaje. El apuro del reloj hizo que de todos modos algunas cosas quedaran tal vez definitivamente en el lugar. Palmira dijo que “nos están esperando esas cosas”, como una muestra del deseo de volver algún día. Retornaron raudamente al aeropuerto y allí reacomodaron el contenido de las maletas, dejando algunas cosas pesadas como los libros para encuadrarse en lo permitido por la balanza de la línea aérea. Almorzaron a las 4 de la tarde y ya se sintieron más cómodos y ya alejados de aquella “película” de angustia y suspenso que protagonizaron.
“Teníamos que volar de Italia a España y de allí a Buenos Aires, pero ya todo fue distinto”, nos decían con satisfacción en sus rostros.
¿Hubo un segundo viaje a Europa?
Volvimos en 2018 a la Costa Amalfitana haciendo base en Salerno, recorriendo la zona a fondo. De allí fuimos a Roma y comenzamos una excursión contratada, por la conocida Europa clásica, incluyendo entre otros lugares Inglaterra, Francia, Holanda, Bélgica y Suiza. Nos causó una impresión especial haber conocido Espertecques. Francia estuvo tomada en la Segunda Guerra Mundial por los alemanes. En ese lugar construyeron una base subterránea desde donde bombardeaban Londres con las B1, que enviaban con un motor pequeño con combustible calculado para que se termine a una distancia, lo que hacía que el explosivo cayera en determinado lugar. Después llegó la B2 mucho más potente, con un desarrollo o sistema de expulsión que luego fue mejorado por la NASA para años después lanzar sus cohetes. Esa base se la hicieron construir a los polacos y hoy es un lugar sombrío y triste, con las ruinas de un hospital de campaña como testimonio de esa guerra que destruyó tanto. Es tal esa fortaleza subterránea de una manzana, que fue bombardeada en la guerra por más de 700 incursiones aéreas y no pudieron destruirla. Había un sistema que subía las pesadas bombas y las lanzaba, para después descender inmediatamente y quedar a resguardo de los ataques”.
Volvemos al segundo viaje, que ¿fue más placentero?
Seguro. Holanda nos sorprendió mucho por la limpieza, la organización y el orden económico. La parte céntrica de Londres, que la disfrutamos sorprendentemente con días de sol, algo esporádico en la capital inglesa. Los grandes hoteles están en las afueras y hay que moverse en transportes para llegar al centro. En París subimos a la Torre Eiffel y retornamos al hotel por subterráneo. Hicimos tres combinaciones y tardamos solo 22 minutos para recorrer los 32 kilómetros que nos separaban del alojamiento. Fuimos de Salerno a Roma, vía Nápoles y lo hicimos en un tren tan limpio como puntual. Dan gusto esos transportes en el viejo mundo.
El edificio de la escuela a la que fueron sufrió serias consecuencias del terremoto. Perdieron absolutamente todo, incluyendo mobiliario, computadoras y valioso material de estudio. Pero el instituto educacional fue trasladado al pueblo cercano de Recanati bajo el lema que aún perdura en la región: “el futuro no se desploma”.
Cuando los Di Rocco pisaron suelo tresarroyense, Palmira despertaba cuando alguna noche sonaban los truenos y volvía la sensación de la sala de planchado.
Al terminar la entrevista, recordé para mí mismo un verso inmortal y simple de Jorge Cafrune: “Lindo haberlo vivido para poderlo contar”. Aunque haya sido un tatuaje esculpido en momentos muy difíciles de su vida.