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EL TRESARROYENSE MARIANO VESPA HABLA DE “INMERSION”, SU PRIMER LIBRO

Tras las huellas de una historia

Impactado tras la lectura de “Plop”, la novela de Rafael Pinedo, el escritor y periodista tresarroyense Mariano Vespa se propuso un acercamiento biográfico al autor, ya fallecido, y así surgió “Inmersión”, premiado con el María Elena Walsh. Con “El Periodista” repasó el proceso creativo y el camino que lo trajo hasta hoy

Marzo 2022
Impactado tras la lectura de “Plop”, la novela de Rafael Pinedo, el escritor y periodista tresarroyense Mariano Vespa se propuso un acercamiento biográfico al autor, ya fallecido

Impactado tras la lectura de “Plop”, la novela de Rafael Pinedo, el escritor y periodista tresarroyense Mariano Vespa se propuso un acercamiento biográfico al autor, ya fallecido

Mariano Vespa tiene 34 años y es oriundo de Tres Arroyos. Es licenciado en Comunicación Social (UBA). Ejerce el periodismo cultural y la crítica literaria en distintos medios como Perfil, La Nación, Ni a Palos y más. Se define como “un lector, un poco fui profesionalizando mi lectura, porque trabajo alrededor de ella, escribo en medios sobre libros”, además, resalta su interés por el género biográfico y las misceláneas de todos sus consumos culturales. Participó del Programa de Cine (UTDT), del taller de cine autorreferencial (EICTV, La Habana) y de las residencias Laboratorio Federal (Museo Sívori) y Faber/Lull (Cataluña). Dirigió el corto “Mío será otro cuerpo”, un retrato sobre el escritor C.E. Feiling. Además, es docente en Casa de Letras: Escritura Creativa.
En 2020, “Inmersión. Una imagen proyectada sobre Rafael Pinedo”, lo que hoy es su primer libro, ganó el primer premio de novela biográfica María Elena Walsh, bajo el nombre de “Presencias simultáneas”. Luego de quedar obnubilado por la novela “Plop”, la historia de Rafael Pinedo se convirtió en un gran interrogante para Mariano, pero también el disparador de lo que hoy es su libro debut, en el que se condensan más de cuarenta charlas con amigos y familiares del escritor. Sobre su libro, Vespa destacó: “traza un recorrido alrededor de la figura de Pinedo, no solo a nivel literario, sino también a partir de constelaciones familiares, del vínculo entre su carrera científica y el lenguaje que utiliza, y de su temprana muerte, en 2006. Entremedio, se filtra la voz de un narrador-biógrafo, que, al decir de Bashō, sigue los pasos de Pinedo para hacerse las mismas preguntas que él”. En diálogo con “El Periodista”, recorremos su trayectoria y el estreno de su obra.

¿Cómo fue tu crecimiento en Tres Arroyos? ¿Recordás algo que haya sido determinante para quien sos hoy?
Tengo buenos recuerdos. No hice el jardín de infantes, estuve con muchas operaciones de la vista, estoy perdiendo la vista de un ojo por una patología, y eso en algún punto condicionó al principio la primera infancia. Medio que era el centro eso, el centro mío, el centro de la familia. Y después, paulatinamente se fue dando que me interesaba leer como actividad, los libros vinieron más tarde. Fui leyendo de a poco, me iba de a poco destacando en el colegio con la lectura, el análisis y la escritura. Hay un dato muy lindo que siempre me lo recuerda un amigo, que es que, él me explicaba matemática en la secundaria, y yo le escribía los cuentos. La profesora se dio cuenta al toque que no eran cuentos de él, era obvio. Pero bueno, ese era el intercambio que hacíamos. En general, bien, salvo esto que en algún punto fue algo central, después ya no me pensaba en relación a eso y fui haciendo más cosas.
¿A la carrera de Comunicación en la UBA entraste con la aspiración de convertirte en periodista o fue algo que descubriste en el proceso de cursarla?
No, creo que no fui con mucha información. Hice la orientación en Políticas y Planificación de la Comunicación. Me acuerdo que en el colegio nos habían dado para comparar los planes de estudio, como orientación vocacional. Está buenísima la carrera, pero creo que en algún punto me siguió entrenando la buena lectura. De lectura hay mucha cantidad, mucho volumen, hay lecturas muy difíciles, que un poco te mantienen alerta. De hecho, periodismo práctico, sobre todo en los últimos talleres, no hay tanto. Hay como una formación analítica marxista y ya.
¿Cómo llegaste a colaborar con medios como La Nación y Perfil?
Empecé hace 10 años que me anoté en un taller, por esto mismo de que en la carrera me estaba interesando leer otras cosas, literatura, estaba en esa. Me anoté en un taller de “Armá tu revista cultural”, que lo dicta Juan Terranova. En ese taller estaba Nacho Damiano, Leticia Martín, Natalia Gauna y Martín Castagnet, quien me firma la contratapa. Había un grupo muy piola y durante un año empezamos a armar una revista que se llamaba “Tónica”, tenía dossiers, salía una vez por mes, solo por vía digital. En una armamos un especial sobre el conflicto entre María Kodama y Pablo Katchadjian. En el momento que estábamos consolidando la revista, Juan que es muy generoso, me dice “che, estas reseñas ya dan para que empieces a cobrar, vendelas a medios”. Y él un poco me enseñó cosas que había que hacer en los medios culturales, un poco como esa “alta de comunicación”. Ahí empezó como una relación no laboral, pero iba mandando sumarios, proponía notas e iban publicando. Después es mucho moverse uno, es bastante precario el periodismo cultural, se paga muy mal, es mucho el empuje que le da uno. Es mucho venderse a uno, nadie te va a venir a buscar, eso lo entendí ahora de grande.

“Ahí hay algo”

¿Cómo llegaste a Rafael Pinedo?
Llegué por intermedio, leí su novela “Plop”. Lo leí una vez, me había llamado la atención la historia, me había parecido muy buena, pero como otra novela más. Después en un viaje, no sé hacia dónde, pero sí me acuerdo que era en un avión. Lo estaba releyendo en ese momento que todavía estás con luz, y me acuerdo que me llamó mucho la atención y me movilizó mucho. Era el puro lenguaje, eso me movilizó corporalmente, y me pasó como que “ahí hay algo”. Entonces veo la biografía, leo lo que había, y no había mucha data, pero me gustaba, entonces seguí leyéndolo. Me gustaba entender un poco hacia dónde iba, y cómo había escrito eso. Ese fue el comienzo. Después ya vino más, al haber como un hueco, al no encontrar mucha data, empecé a buscarla yo.
¿Y cómo fue el proceso de reconstruir esa biografía?
Difícil. Empecé a hacer listas y armé en qué ambiente estaban, era bastante amigo de Edmundo Paz Soldán y Liliana Colanzi, con quienes hablé bastante en relación con la novela. Entonces con ellos nos habíamos vinculado mucho, compartimos reflexiones alrededor de “Plop” en particular, pero siempre comentarios del estilo “qué buena novela”, “qué mundo”, “qué potente”. En un momento me lo empecé a tomar un poco más en serio, empecé a juntar testimonios distintos de muchos escritores, con todos el gran tema era que tenían un recuerdo muy chiquito de Pinedo, en un momento habían hecho como un taller que era un viaje al sur en un tren patagónico, con jornadas de ciencia ficción, y había mucha gente que se acordaba de algo. Creo que era Alejandro Alonso, que es escritor de ciencia ficción, me dijo “¿lo tenés al hermano de Rafael?”, entonces lo busqué y le conté, alguien le había contado ya. Fui a la casa, lo entrevisté, y ahí abrí más puertas de mi búsqueda, al principio le había dicho que era para el artículo de una revista, porque no tenía tampoco la certeza. Con más acopio, también había algo que no me cerraba, y después cuando laburé un poco más el texto ya, ahí lo vi como algo, como un libro chiquitito, lo vi.
¿Por qué pasó de llamarse “Presencias simultáneas” a “Inmersión”?
¡Y tuvo otro título intermedio! No me cerraba “Presencias simultáneas”. Lo había sacado de un libro de Matías Serra Bradford, un periodista de Clarín, de un ensayo en el que se hablaba de presencias simultáneas, me interesaba ese juego del retrato de otro, y del autorretrato, pero después en términos de potencia no lo veía canchero, entonces devino en un título que me gustaba mucho pero no era para nada vendible, “Post tenebras lux”, que significa “después de la oscuridad hay luz”, pero fue un no rotundo del editor. Quería una referencia a una película de un autor mexicano que se llama Carlos Reygadas, que a mí me gusta mucho, es muy violenta, como el mundo de “Plop”, que tiene una poesía ahí bien desde lo crudo. Entonces después, buscando un título ya con el editor que habíamos arreglado que me lo iba a publicar, habíamos pensado fecha, todo, pero no encontraba título. “Va a aparecer solo”, le dije. Yo seguía probando, pero nada me cerraba. Hasta que un día me acordé de una entrevista a Lucrecia Martel para la fundación Andreani, yo había tomado clases con ella, también la entrevisté, me fascina. Y ella tiene el concepto de la inmersión en cine, que es cómo el sonido se filtra en la sala del cine y cómo para ella, gran parte del cine es potencia sonora y después lo menos importante es la historia cronológica. Entonces yo asocié eso, porque en un punto “Plop” parte del sonido que el mismo “Plop” hace al caer, y vi que había una cosa sonora. Empecé a mirar de nuevo mi libro, y había una referencia, y con la idea acuática también, con la idea de que uno se meta en la vida…Y después con Mati, mi amigo librero, probando una bajada para que esté Pinedo en el título, estábamos escuchando temas de Palo Pandolfo, que había muerto hace unos días, estábamos en esa. Y en uno de los estribillos, decía “imagen proyectada, imagen proyectada”, y digo “wow”, y ahí cayó.
Después de ganar el premio por el manuscrito durante cuarentena, y ahora materializar el libro y su presentación con la vuelta de la presencialidad, ¿cómo lo estás viviendo?
Super bien. Yo soy muy del evento, me gusta la presencialidad, los amigos, la conversación, el junte… Ver el libro ya es un flash, mirá que yo trabajo alrededor de libros, vivo leyendo libros, sé cómo se producen, conozco el proceso, pero ver tu libro es una locura.

Cruces

Anduviste por Catalunya y Cuba con motivo de residencias artísticas y talleres de cine, ¿qué te llevaste de cada experiencia?
Los dos casos fueron muy piolas para generar comunidad, ver la obra de otros artistas. Yo en general soy medio vago, en esas residencias no voy a trabajar, no voy a producir, prefiero salir a caminar, a leer, leo mucho. Por ejemplo, en Catalunya, en un pueblito que se llama Olot, pegué muy buena onda con un poeta chileno, Juan Carreña, y él solo quería emborracharse, escribía borracho, escribe muy bien, gran poeta. Creo que corrige sobrio. Después había otro grupo de artistas que estaban muy enfocados en laburar, yo no quería ni trabajar borracho como él, ni hacerlo bajo presión como lo estaba haciendo el resto, y la residencia no pedía nada, solo una actividad, pero era totalmente relajado. Entonces yo agarraba y me iba a caminar por el pueblo. Y en Cuba, que es la segunda vez que viajaba, eso también fue medio flashero, porque la escuela de cine está como a varios kilómetros de San Antonio, que a la vez está a kilómetros de La Habana, así que estaba totalmente perdida. Tiene una cosa muy mitológica alrededor de García Márquez en particular, de otros cineastas. El profesor es un egipcio, Basel Ramsis, es un cineasta muy bueno que vive en Madrid, y el no quedó muy conforme con el taller, porque era un grupo muy heterogéneo, pero eso es lo que a mí me gusta, en esos talleres en otros países generás como grupos muy distintos. En general a él no le gustó porque él quería una dinámica de generar un espacio de crítica que no se había construido, porque era un taller de autoficción, cine autorreferencial, era construir una película a raíz de experiencias personales que normalmente eran dolorosas, y ahí se había tornado como una cosa psicoanalítica. A él no le gustó, pero para mí, siempre se saca algo, además viajar es lo mejor que a uno le puede pasar, viajar y mostrar algunas cosas tuyas, yo soy medio cuidado, pero ahí mostrás tus textos, estuvo bien.
¿Cuál es tu brújula creativa?
Tengo algo ahí resonando siempre de cruzar cosas, cosas que van por carriles distintos. En el Museo Sívori tengo unos textos exhibidos, y ahí como que cruzo todo, a mí me resulta fácil, veo que para otros no, y a mí me mantiene un poco vivo pensar “¿qué pasa si pongo esto acá?”, como tratar de evadir cierta cosa recta, ¿no? Encontrar una ondulación, un quiebre. Como brújula, lo que siempre me mantiene vivo, además del diálogo, es leer, siempre me saca de un lugar, esté mal, esté bien, leo, leo y leo.

“Inmersión. Una imagen proyectada sobre Rafael Pinedo”, de Mariano Vespa, ganó el primer premio de novela biográfica María Elena Walsh

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Rafael Pinedo con un ejemplar de “Plop”, su primera novela

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