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JOSE "PEPE" CARRERA, EL BANQUERO QUE TAMBIEN
FUE POETA, PINTOR Y MECENAS DE ARTISTAS
Una vida "a la Carrera"
Compatibilizó actividades diametralmente
opuestas como el arte y los negocios. Fue banquero, pero también
poeta y pintor. En los círculos intelectuales gustaba de sentirse
un poco loco. Al punto que Benito Quinquela Martín lo nombró
Miembro de la Orden del Tornillo. "El Periodista" revela hoy
la faceta menos conocida de José Carrera, o simplemente "Don
Pepe", el hombre que por 27 años condujo los destinos del
ex Banco Comercial de Tres Arroyos y que convirtió a la ciudad
en epicentro de expresión cultural
"La pureza que genera el arte
en todas sus expresiones, es el cimiento más sólido para
el reencuentro de los seres humanos". Estas parecen palabras más
propias de un artista que de un hombre de negocios. Pero su autor, José
Carrera, más conocido como "Don Pepe", conjugó
su vida empresarial con una faceta que aparentaba no tener puntos de conexión,
porque además era poeta y pintor. Y esta extraña dicotomía
dio origen a una etapa de riqueza cultural que destacó a la ciudad
como un epicentro de expresión para los artistas.
Carismático y de espíritu inquieto, dedicó sus años
a fomentar la cultura sin afán de reconocimiento. Gustaba de las
tradiciones del campo y de su ciudad. Tenía una facilidad de palabra
que sorprendía y era un autodidacta que se apropiaba a través
de la lectura de temas que le resultaban ajenos.
Pero si hubiera que definir su personalidad en una cualidad, Carrera era,
por sobre todo, un apasionado. Amaba su trabajo en el banco casi tanto
como esos ratos en los que se recluía pincel o pluma en mano para
expresar el sentir de su corazón. Eran las dos vertientes que llenaban
su vida.
Su gestión en el directorio del ex Banco Comercial de Tres Arroyos
es recordada por los ciudadanos como una de las "épocas más
brillantes". Ingresó como síndico en la década
del cincuenta y su excelente desempeño lo llevó a ocupar
el directorio desde 1962 hasta 1989. Esta fue la llave que le permitió
acceder a un puesto ejecutivo en el Banco Federal, donde estaban representadas
todas las entidades financieras del país.
Desde su función tuvo un papel "revolucionario" acorde
a sus pensamientos. Fue el impulsor de la idea de que el personal debía
participar de las ganancias del banco, en concepto de gratificación.
Entendía que cuanto más conformes estuvieran trabajando
los empleados, mayores serían los resultados económicos
de la entidad. Sus colaboradores lo recuerdan como un "personaje",
que no dejaba nada librado al azar. Ni siquiera los gestos cotidianos.
Su día comenzaba recorriendo los escritorios de "sus muchachos",
con quienes conversaba para conocer que le pasaba a cada uno.
Oasis del alma
Carrera era un hombre de negocios, pero si tenía
que optar por un ambiente, elegía el de los artistas, porque ese
era su pequeño oasis. La mayoría de sus amistades provenían
de ahí. Compartía su sensibilidad con creadores como Benito
Quinquela Martín, Raúl Soldi, Bruno Venier y Raúl
Russo, entre otros. Sólo en este círculo "Don Pepe"
dejaba entrever su afición por el arte.
Impulsado por el pintor Quinquela Martín, decidió publicar
su obra "Voces de la llanura", ilustrada con pinturas que sus
amigos le dedicaron con exclusividad. Lo movía la necesidad de
transcurrir en la memoria de la ciudad que amaba. Porque consideraba que
"por más que me esforzara sirviendo a mi tierra en actividades
materiales, nada quedaría de ellas, a través del tiempo,
con carácter de permanencia, ya que es efímero todo lo que
no se cimienta en los altos valores del espíritu".
Con el deseo de despertar en el corazón de generaciones de tresarroyenses
el amor por el arte y la cultura, fue el promotor del emplazamiento de
dos murales mayólicas en la Plaza San Martín, reflejando
obras de los prestigiosos artistas Raúl Soldi y Benito Quinquela
Martín. En el discurso de inauguración del mural, Día
de Trabajo, en noviembre de 1971, Carrera manifestó a la comunidad
que ponía en sus manos "esta obra que da calidez, belleza
y color a nuestra plaza, con la seguridad que mi pueblo hará de
ella santuario de su amor al arte".
La conjugación de la dicotomía
Si hubo algo que logró ensamblar naturalmente
el espíritu y la materia, fue la Fundación Banco Comercial,
que nació el 15 de junio de 1963, con la firme convicción
de expandir los altos valores del espíritu y atender necesidades
de la comunidad. La idea primigenia fue la de efectuar cada dos años
una exposición de artistas nacionales seleccionados. Como incentivo,
se instituyó el premio Tres Arroyos, que consistía en una
significativa suma de dinero, cuyo monto aportado por los miembros del
directorio llegó a ser uno de los más importantes del país.
El certamen se destinaba dos veces consecutivas a obras pictóricas
y una a escultura y la condición era que la obra premiada pasara
a formar parte de la colección artística del Museo de Bellas
Artes.
Merced a la amistad de "Don Pepe" con creadores de arte, la
Fundación logró el patrocinio de la Academia Nacional de
Bellas Artes, quien lo honró más tarde con el título
de Delegado Académico.
En agosto de 1968, con la participación de diez artistas destacados,
seleccionados por un jurado designado por la Academia, se inauguró
la primera Bienal. A partir de entonces, y cada dos años, Tres
Arroyos era el sitio obligado para los amantes del arte.
Fiel a sus ideales, el propósito que Carrera perseguía con
la Bienal iba más allá en el tiempo y de la mera exposición,
involucrando a las futuras generaciones. Aspiraba que el Museo de Bellas
Artes pudiera exhibir las distintas tendencias que existían en
el mundo artístico desde el Impresionismo hasta el Cubismo, entre
otros.
Pero la situación económica que atravesaba el país
en la década del ´90, interrumpió en forma abrupta
el sueño que había gestado la Fundación. Y en 1992
las exigencias materiales que impone el destino limitaron la expresión
de los valores culturales.
Sin embargo, los cimientos ya habían sido forjados y la ciudad
aun exhibe el fruto de los ideales de un hombre: "Don Pepe"
Carrera, el banquero que además fue poeta, pintor y mecenas de
artistas.
Miembro de la Orden del Tornillo
Nadie que se acercara a pedir un crédito,
podría imaginar que el presidente del directorio del banco
había sido consagrado por Quinquela Martín como miembro
de la Orden del Tornillo. Ese era un círculo privilegiado
de artistas, escritores y poetas, que vivían en estado de
"locura" y aceptaban con buen humor esa calificación
de "locos".
Se definían como cultores de la verdad, el bien y la belleza;
y como una burla al materialismo imperante que manifiestan los "cuerdos",
cayeron esos "locos" en la cuenta de que también
ellos eran merecedores de honores y dignidades consagratorias. Y
un buen día bautizaron a su locura coherente como la Orden
del Tornillo.
Los nuevos miembros recibían un distintivo y simbólico
tornillo, que los preservaría contra la pérdida de
esa locura luminosa de la que se sienten orgullosos.
Ese reconocimiento se fundaba en su papel de embajadores en la expansión
de la cultura y el arte, como una guía para que los hombres
y mujeres del pueblo pudieran abrirse camino en la difícil
tarea de la reconstrucción nacional. Por sobre todo, detentaban
la visión de que la síntesis espiritual de un país
está en su arte.
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