Municipalidad Tres Arroyos

notas edicion de papel

LA ACTRIZ FRANCESA ANNA D’ ANNUNZIO Y SU RELACION CON UN CLAROMEQUENSE

Ambos mundos

Se comparará, a lo largo de la entrevista y al menos un par de veces, con un salmón. Quizá por eso se enamoró de un primo lejano, que encontró por casualidad cuando buceaba en las raíces de su padre argentino y perseguido por la dictadura, y ese amor la trajo de Francia hasta Claromecó. Allí vive Edgardo, su pareja, en una cabaña perdida entre los médanos. Y con muchas cosas en común con él, Anna D’ Annunzio reside en Francia, donde también elige el contacto con la naturaleza cuando no trabaja en teatro o en cine. Una entrevista imperdible, exclusiva de “El Periodista”

Septiembre 2015
Anna D’ Annunzio se enamoró de un primo lejano, que encontró por casualidad cuando buceaba en las raíces de su padre argentino y perseguido por la dictadura, y ese amor la trajo de Francia hasta Claromecó (Foto de Benoit Meudec)

Anna D’ Annunzio se enamoró de un primo lejano, que encontró por casualidad cuando buceaba en las raíces de su padre argentino y perseguido por la dictadura, y ese amor la trajo de Francia hasta Claromecó (Foto de Benoit Meudec)

En principio me genera curiosidad tu vinculación con la Argentina, con la lengua castellana. ¿Cómo se dio tu relación con este país?
Nací en París, de una madre francesa y un padre argentino quien, para huir de la dictadura, vino a Francia. Hicimos unas idas y vueltas entre Francia y Argentina, y después mi viejo regresó solo y definitivamente a Argentina en el '83 y, con él, se fueron las oportunidades de hablar castellano. Solamente volví a Argentina 30 años después, entonces lo practico desde muy poco y todavía lo estoy aprendiendo. Me requirió mucho tiempo para aceptar y honrar esas raíces. Volver fue un proceso lento, una gran patada al culo, una verdad violenta de enterarme cuánto pertenecía a ese país...Y enamorarme de un argentino fue la frutilla en el pastel, no tenía más argumento para negar esa parte mía.
¿Dónde vivís ahora?
Vivo en París cuando trabajo, a consecuencia de la centralización, y corto con la frenesí artística retirándome, la otra parte del tiempo, en las montañas de Auvergne, en el centro de Francia.
¿Y cómo surge tu cercanía con Tres Arroyos, Claromecó, con esta zona? Sabemos que tenés una relación de amor con un tresarroyense, pero ¿cómo llegaste hasta acá antes de conocerlo?
Volví, hace tres años, con mi mochila abierta a cualquier posibilidad de encontrar mi historia; un barbudo hermoso me escribió, quien era mi primo lejano, me fui a visitarlo, empujada por la curiosidad y un viento del este fuerte, llegue a Claromecó, al Salto de Christian, y me enamoré.
¿Dónde asististe a la escuela? ¿Cómo fue, en general, tu infancia? Amigos, juegos...
Solitaria, entre muchos lugares, salvajes, rurales o urbanos y muchos colegios. Un asco total. De bueno, y terrible, me quedan unos amigos sólidos, una relación pasional con la ruta y un potencial cierto para la imaginación, la construcción y la destrucción.
¿En qué momento de tu vida te diste cuenta de tu gusto por la actuación?
No llegó de una reflexión o elección. Más allá del gusto, de la atracción o de la pasión por el teatro y el cinema, es una necesidad. Orgánica. Como respirar. Siempre fue así. Actriz o nada. Como un salmón quien migra y surca ríos y arroyos para reproducirse en un lugar determinado. Cuando no actúo, busco para actuar. Simplemente porque las escenas son los únicos lugares de donde no me quiero ir y que ese modo de expresión es, para mí, lo más efectivo para encontrarme, desarrollarme, liberarme y sentirme completa y entera.
¿Cómo te formaste, entonces, para convertirte luego en actriz?
No pienso que nos volvamos actor, lo somos, o no, y nunca se terminan las búsquedas y el aprendizaje, hay siempre que mejorarse o, al menos, afilar sus herramientas. Pero más concretamente, seguí cursos de teatro en París, tuve la suerte de trabajar rápidamente y arranque así encontrando gente y oportunidades, obra por obra...
¿Cuáles fueron tus primeros pasos en la escena? ¿Fue en teatro, en cine?
Fue en teatro con un espectáculo de Robert Hossein. Una obra larga con un éxito importante y meses de movidas, ondas y encuentros que me llevaron otros horizontes, un pie al estribo. Luego tenía que apretar las piernas e intentar, sino de galopar, al menos de quedarme en el caballo.
Uno imagina la industria audiovisual francesa como muy competitiva, muy exigente. ¿Cómo se dio la posibilidad de tu ingreso a ese espacio?
Mi representante Marie-Claude Schwartz, tiene la responsabilidad de conseguirme citas, ensayos y de negociar los contratos. De mi parte tengo que estar presente, disponible y preparada. Luego el reparto está sometido a las leyes crueles de la imagen, de las producciones y de la mafia cultural. Tenés que luchar contra la corriente y escapar de los osos, quedándote íntegro, generoso y auténtico. El tema es que soy un salmón pugnaz y, más allá de esa tenacidad, mi necesidad de actuar no me da otra opción que de seguir. Nunca me paré, nunca renuncié. Sigo mi rumbo e intento honrar mis exigencias y valores sin nunca corromper o traicionarme.
¿Ocurrió algo parecido en el teatro, o fue un proceso menos dificultoso?
El teatro y el cinema son redes con formas distintas pero un funcionamiento parecido. Nos tienta a pensar el teatro socialmente y artísticamente más noble pero, verdaderamente, cualquier obra que junta egos y trata, por fin, de poder y business, se acaba igual. No somos más que una jauría de desesperados llamando a la mirada y al entendimiento, la gracia es defender sus exigencias y esperanzas respetándose individualmente y juntos.
¿Te llegan muestras de reconocimiento por tu trabajo?
En Francia recibo, como cualquier persona quien se expone frente un público y que, entonces, genera proyecciones, deseos y aversiones, unas formas de reconocimiento, sea de los profesionales o de unas personas particularmente atadas a mi trabajo. Luego, si fuera una súper vedette, pienso que no precisarías preguntarme eso y que ya estaríamos hablando de mi último éxito cinematográfico mundial...Más seriamente, no tengo un estado de reconocimiento que me permite siempre elegir lo que hago, me ocurre de aceptar contratos de poca pasión, mientras no hiera mis valores y herramientas, simplemente para comer, quedarme activa, convocar un poco de humildad y aprender.
¿Podés mencionarnos tus trabajos más importantes, no sólo desde el punto de vista de su repercusión, sino de tu propia experiencia personal?
Cada obra tiene su interés, hasta las malas o las que se hicieron con dolor, pero puedo decir que la ultima peli que hice (y que salió al Festival de Cine de Mar Del Plata ), “El extraño color de las lágrimas de tu cuerpo” de Hélène Cattet y Bruno Forzani fue, en un proceso personal, como un puño sobre la mesa, que aplasta un pasado y despierta un presente, para decir ¡Ahora, acá, eso! Por el placer que me procuró el rodaje, los encuentros y lo que representa esa obra subversiva en el paisaje cinematográfico, aunque sea indigestible, muy particular y complicada, me sentí firme, cómo, dónde y con quién tenía que estar, en mi territorio simplemente. Esa sensación es muy preciosa...Vale vida.
¿En qué estás trabajando actualmente?
Empiezo una obra de teatro que trata de los personajes que inspiraron a Cervantes para escribir Don Quijote, una creación de la Compagnie Lazzi Serpolet, y espero finalizar una colaboración como guionista y actriz con un director quien se llama Pablo Belaubre. Luego, los proyectos se hacen y deshacen de un día al otro, nada fiable por lo momento, entonces me callo.
¿Cómo es un día habitual en tu vida? ¿Qué hacés cuando no estás trabajando?
En un cotidiano sin trabajo y sin investigación, camino, ando en las montañas con una mala yegua negra, escucho música, molesto a mi hijo y comparto el queso, el chorizo, el tinto y la baguette con unos amigos, en mi puerto, ranchito y casilla rodante.
Estableciste una relación con alguien que vive cruzando el océano. ¿Con qué frecuencia se ven? ¿Cómo se resuelve la cuestión de la distancia?
Nos vemos cuando el tiempo, la plata, y los acuerdos de Schengen para él (N. de la R.: acuerdo por el que varios países de Europa han suprimido los controles en las fronteras interiores, entre esos países), nos lo permiten. La cuestión de la distancia se resuelve como para cualquier relación. Pienso que 10 metros o 10.000 kilómetros de alejamiento exigen exactamente lo mismo. Comunicación, honradez, verdad, claridad, compartir, integridad, respeto, deseo y amor.
¿Con qué frecuencia venís a la Argentina? Sabemos que hacés aquí algunas actividades vinculadas a tu profesión. ¿Cuáles?
Vengo a visitar mis hombres (viejo, abuelo, macho) cuando puedo y, a mi última venida, pasé unos tiempos a Capital para tranquilizar mi ego, mi independencia y mi autonomía tomando unas marcas profesionales, evocando un futuro potencial en Argentina y practicando ese país, su gente y su cultura. Después me enganché con la Alianza Francesa de Tres Arroyos para proponer unas clases de teatro en francés. La próxima vez espero venir con mucho tiempo y comprometerme más, y realmente, como actriz.
¿Cómo es tu vida cuando venís a Claromecó? ¿Disfrutás del lugar donde vive tu pareja?
Me siento absolutamente en mi territorio entre las huellas de pumas y los tamariscos, a unos kilómetros de Claromecó, donde los vientos y las olas me sacuden los sueños. Es un lugar espectacular para amar, vivir y morir.
¿Pensaste alguna vez en radicarte en Argentina? ¿Por qué?
Preciso vivir donde trabajo. Es una prioridad para mi salud mental, social y física, y la de los que me acompañan... No quiero radicarme en ningún lugar, en ninguna situación, pero como lo evoqué antes, estoy dibujando unos proyectos acá, todavía no sé cómo y cuándo será posible...
Contanos, finalmente, el proyecto más importante en que estés embarcada o que tengas pendiente, y cuáles son tus expectativas.
Tengo que aprender, en emergencia, a disociar mis lugares y sus energías, sus cuentos. Entre París, mi casilla rodante en la montaña, Buenos Aires, El Salto se Christian, mi vida de madre, que asumo sola, de actriz, de compañera, dos culturas, y tanta impaciencia y glotonería, a veces tengo el coco ahogado en un océano, mi carne se rompe entre miles de direcciones, mis deseos y medios se ponen en cortocircuito, y estoy al lado de mis suelas. Tengo que alimentarme mas como actriz, conseguir más posibles, más poder de elección, más libertad, terminar acá, empezar allí o lo contrario, expresarme bien abajo de los focos como una luciérnaga, para alumbrar después mis momentos sin escena y plantarme más en un presente para no siempre tener la impresión de arrancarme y, por consecuencia, fallar y crear frustraciones. Buena obra, ¿qué te parece ?... ¡Hasta siempre la victoria del salmón!

“Preciso vivir donde trabajo. Es una prioridad para mi salud mental, social y física, y la de los que me acompañan”, aseguró Anna (Foto Anonyme)

Anna D’ Annunzio vino recientemente a la Argentina, donde visitó Claromecó, y además tomó contacto con la Alianza Francesa de Tres Arroyos para dar clases de teatro en francés (Foto de “Mission”, de Jean Claude Arcis)

“Las escenas son los únicos lugares de donde no me quiero ir y que ese modo de expresión es, para mí, lo más efectivo para encontrarme, desarrollarme, liberarme y sentirme completa y entera”, aseguró Anna (Foto de Sacha Rovinski)

“Pienso que 10 metros o 10.000 kilómetros de alejamiento exigen exactamente lo mismo. Comunicación, honradez, verdad, claridad, compartir, integridad, respeto, deseo y amor”, advirtió Anna sobre su relación con Edgardo, que vive en Claromecó (Foto de Vincent Mallea)

“Me siento absolutamente en mi territorio entre las huellas de pumas y los tamariscos, a unos kilómetros de Claromecó, donde los vientos y las olas me sacuden los sueños”, aseguró Anna, que ya dejó su impronta en el paisaje

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